Con todo el alboroto con respecto a la nominación de Trump para la Corte Suprema, sería comprensible que uno creyera que los Demócratas realmente se preocupan por la ley y el orden.

Trump gay LGBT
© ReutersEl candidato presidencial republicano Donald Trump sostiene una bandera de arcoíris con el texto "LGBT por TRUMP" durante un acto de campaña en Greeley, Colorado, EE.UU., el 30 de octubre de 2016.
Mientras Lisa Page esquiva una citación emitida por la Cámara para testificar ante el Congreso, los medios de comunicación de EE.UU. están en pie de guerra respecto al nominado del Congreso de Trump para la Corte Suprema. Si vamos a creerle a la CNN, si lo confirman, el elegido de Trump para la Corte Suprema pondrá fin a la vida tal como la conocemos. Como reportó esa fracasada basura de noticias falsas: "Los derechos de las mujeres, los derechos de los homosexuales, el derecho al voto, el derecho a usar anticonceptivos (gran parte de la vida moderna) podrían ser revocados".

Dejando a un lado la hipérbole, tienen razón en una cosa: gran parte de lo que pasa por "valores" y "cultura" en la vida moderna, mejor conocida como vida postmoderna, está recibiendo una buena y sana golpiza. El nombramiento de un conservador más en la Corte Suprema es sólo el último golpe en las guerras culturales.

Derechos de los homosexuales

En 2017 los medios de comunicación alegaban que había algo perverso en el argumento del Departamento de Justicia de Donald Trump (DOJ) de que la Ley de Derechos Civiles no protege a los estadounidenses LGBTQ de ser despedidos por su orientación sexual. Un reporte típico comenzaba preguntando: "¿Por qué le importa al presidente Donald Trump lo que hacen los homosexuales en el dormitorio?"

Una pequeña investigación les revelaría a estos "reporteros" que esto no es solamente un asunto de la Administración Trump. Es un asunto que se remonta a la aprobación inicial de la Ley de Derechos Civiles. El 1er, 3er, 4to, 5to, 6to, 8vo, 9no y 10mo Tribunal de Circuito han sostenido que la orientación sexual no es un derecho protegido bajo el Título VII. Como afirmó el DOJ en 2017:
"La única pregunta aquí es si, conforme a la ley, el Título VII abarca la discriminación por orientación sexual", dijo el informe del departamento. "No lo hace, como ha sido establecido por décadas. Cualquier intento de enmendar el alcance del Título VII debe ser dirigido al Congreso y no a los tribunales".
Entonces, ¿cuál es su problema? ¿Acaso son fascistas? No, sólo ejercen el derecho de la manera aburrida y racional en que se practica normalmente.

Firmada por Lyndon Baines Johnson el 2 de julio de 1964, la Ley de Derechos Civiles no incluía originalmente un lenguaje que protegiera los "derechos de los homosexuales". Más bien, establece que nadie será discriminado en el empleo ya sea en el sector privado o público "por motivos de... raza, color, religión, sexo u origen nacional". La palabra sexo no se incluyó hasta dos días después de la aprobación del proyecto de ley, cuando el Partido Nacional de las Mujeres logró que el Representante Howard Smith incluyera este lenguaje en el proyecto de ley. Fíjese, sin embargo, que no hay L, B, G o T. Sólo sexo biológico.

En la década de 1980, los tribunales seguían argumentando que el sexo, tal como se define en la legislación, protegía a las personas de la discriminación por su sexo, ya fuera masculino o femenino. No protegía a las personas por su orientación sexual. El caso de una transexual despedida después de una cirugía de reasignación de género fue desestimado porque un tribunal argumentó que, "aunque crueles, [tales acciones] no son ilegales en virtud del Título VII". Correcto o incorrecto, la ley es la ley. Depende de los legisladores hacer los cambios necesarios.

Pero el sistema legal estadounidense en su conjunto no ha sido inmune al "pensamiento" posmodernista que ha infectado al resto de la sociedad. A lo largo de los años sesenta y setenta, varios "teóricos críticos" recorrieron las instituciones. Para ellos el derecho, como todos los demás aspectos de la realidad, es una 'reproducción irracional de las relaciones de poder'. Los abogados de tales tradiciones veían su trabajo no como la interpretación de la ley, sino como una forma de hacer política, específicamente "la política de los oprimidos".

Adelantándonos al caso de Philip/Phelicia Barnes, un transexual de hombre a mujer al que se le otorgaron más de 320.000 dólares por negársele el puesto de sargento en la fuerza policial de Cincinatti por "discriminación basada en el sexo". ¿Cuál fue el crimen del escuadrón de policía? Consideraron que no tenía presencia de mando debido a que llevaba una manicura francesa, cejas arqueadas, usaba lápiz labial y había sido pillado por la brigada antidisturbios en situaciones que resultaban embarazosas mientras vivía como mujer fuera de servicio.

Los fiscales argumentaron que el concepto de "presencia de mando" era un estereotipo discriminatorio. Por lo tanto, el tribunal dictaminó que la ciudad impidió que Barnes fuera promovido porque violaba "estereotipos sexuales" y, por lo tanto, estaba protegido por el Título VII. Sin embargo, como argumenta un abogado de la Administración Trump:
"En virtud del Título VII, a los empleadores se les permite considerar la conducta sexual fuera del trabajo de los empleados", dijo Mooppan a los jueces. "Hay una diferencia intuitiva y de sentido común entre el sexo y la orientación sexual".
Sí, en efecto, hay una innegable diferencia de sentido común entre ambos. Es peligroso interpretar algo diferente en la legislación. Como ha dicho el juez de la Corte Suprema Neil Gorsuch: "Si los jueces fueran legisladores secretos, al declarar no lo que es la ley, sino lo que les gustaría que fuera, la idea misma de gobierno por el pueblo y para el pueblo estaría en peligro". La tendencia de la izquierda hacia aceptar literalmente cualquier preferencia sexual como una "orientación" nos da una idea de que hay una razón por la cual los legisladores no quieren ser explícitos sobre lo que está y lo que no está protegido bajo el Título VII.

Desde la década de 1980 ha habido un movimiento creciente entre los abogados conservadores para revertir esta tendencia y volver a un sistema basado en la tradición y una dosis de sentido común. Si uno lee el Daily Beast se da cuenta de que Brett Kavanaugh es miembro de esta "conspiración" malvada y fascista, también conocida como la Sociedad Federalista. Fundada en 1982, la Sociedad Federalista se consagró a la idea de que "el Estado existe para preservar la libertad, que la separación de los poderes gubernamentales es fundamental para nuestra Constitución, y que es, categóricamente, la competencia y el deber del poder judicial decir lo que es la ley, no lo que debería ser".

Fue a partir de una lista de abogados proporcionada por la Sociedad Federalista y la Fundación Heritage que Trump eligió a Brett Kavanaugh, otorgando a la Sociedad Federalista y a los conservadores en general un factor de control de la corte de 5 a 4 si es aceptado. Kavanaugh está entrando en la Corte Suprema en un momento crítico en el que este debate de larga data puede estar llegando a su cúspide. Como de costumbre, es retratado como otra señal del ''fascismo de derecha''. Pero se trata del proceso legal simple y llanamente.

Conclusión

Todos sabemos que hay un sistema legal para El Pantano, y luego está el sistema legal para el resto de nosotros. La forma en que el Departamento de Justicia y el FBI tratan a Hillary Clinton en contraposición a la forma en que Trump y sus asociados son tratados por las mismas partes no es para reírse. Si debiera haber una verdadera protesta pública sobre el estado del sistema jurídico, debería concernir a esta disparidad. Sin embargo, la histeria ha reducido este debate a temas "morales" como el aborto y los derechos de los homosexuales, cuando, dada la amplia aceptación social de ambos, tales "temas" resultan ser, en el mejor de los casos, insustanciales y, en el peor, pura propaganda partidaria.

Como discutimos en nuestro programa de la semana pasada, (The Truth Perspective: 'Y luego vinieron por los psicólogos, ¿por qué los Guerreros de la Justicia Social no pueden soportar la ciencia?'), la teoría de Ivan Pavlov de la Inhibición Transmarginal puede explicar gran parte de la histeria que vemos hoy en día. En las primeras etapas del estrés debilitante y crónico, el organismo responde simplemente sintiéndose "demasiado cansado para preocuparse". En las fases posteriores, los estímulos fuertes (como los problemas de la vida cotidiana) producen poco o ningún efecto, mientras que los estímulos débiles (mentiras como "Trump es Hitler") producen efectos violentos. El hecho de hacer montañas de granos de arena, tal como la nominación de Kavanaugh a la Corte Suprema, parece ser un síntoma de este proceso en curso que, si no es controlado por individuos más calmados y estratégicos, puede llevar a una violenta revolución.