Traducido por el equipo de SOTT.net en español

Cuando pasas tiempo con niños y niñas, una de las primeras cosas que notas es que generalmente son profundamente diferentes. Lo digo en general, por supuesto, porque hay excepciones a toda regla de comportamiento humano. No todas las chicas son iguales. No todos los chicos son iguales. Pero hay verdades generales, y aquellos que ven el mundo con ojos honestos pueden verlas todos los días.
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© Frank Polich/Reuters
A veces pienso en la semana que pasé hace unos años acompañando a mi hija en su viaje de estudios de octavo grado a Washington, D.C. Fue como pastorear dos colonias diferentes de humanos. Estaba el grupo de chicas - calladas, obedientes, ocasionalmente llenas de lágrimas, pero manejando su drama a través de mensajes de texto y medios de comunicación sociales. Luego estaba el grupo de niños, mejor descrito como una pelea continua de bajo nivel. Estaban constantemente empujando, agarrando y burlándose. A menudo se podía discernir las mejores amistades encontrando a los tipos que más agresivamente se atacaban entre sí, verbal y físicamente.

Los patrones - aunque menos pronunciados, ya que todo es menos pronunciado fuera de la escuela media - persisten durante toda la vida. Los chicos son más fuertes que las chicas. Son más activos físicamente, menos dispuestos a quedarse quietos. Son más agresivos. En muchos sentidos, su propia naturaleza se rebela contra el creciente énfasis en el orden y la tranquilidad de la educación estadounidense. Hay menos espacio para jugar. Hay menos espacio para el conflicto. Hay menos espacio para los niños.

En este punto, ninguna persona seria puede argumentar que los niños como grupo no están enfrentando desafíos profundos. Ninguna recitación de estadísticas sobre la composición de las salas de juntas o las filas de los programadores informáticos (que representan valores atípicos de alto rendimiento) puede cambiar el hecho fundamental de que millones de niños se están quedando atrás. Millones de niños están perdidos. Están perdiendo terreno en la escuela. Tienen más de tres veces más probabilidades de suicidarse. Tienen el doble de probabilidades de morir en una sobredosis de opioides. Tienen casi siete veces más probabilidades de ser víctimas de la violencia armada.

Gran parte de la guerra cultural e ideológica por la masculinidad se reduce a dos conceptos en competencia: canalizar o transformar. La visión tradicional -o canalización- dice que esta naturaleza masculina, más agresiva y física, no representa ni una virtud ni un defecto. Simplemente existe y por eso es necesario entrenar a un joven para que canalice su naturaleza esencial hacia fines virtuosos, para darle un propósito significativo que resuene con su identidad central y su sentido de sí mismo. Simplificándolo al máximo, y parafraseando una escena clave de la película American Sniper, (El Francotirador en español), ¿lobo o perro ovejero? Haz tu elección.

La filosofía de la canalización requiere modelos masculinos a seguir. Se requiere un padre o (como segunda mejor opción) una figura paterna que pueda guiar y entrenar a un joven a medida que crece. En el mejor de los casos, el padre se muestra y se explica. Modela los valores y el comportamiento que quiere ver en su hijo, y afirmativamente le enseña por qué vive de la manera de la manera en la que vive.

Dos historias recientes - una en Vox y otra en el New York Times - muestran la importancia del propósito masculino y el modelado masculino para el florecimiento masculino. En la primera historia, la profesora de sociología de Arizona Jennifer Carlson señala que, para los hombres, convertirse en un "ciudadano protector" es la base de una parte fundamental de la cultura estadounidense de las armas. Proporciona un sentido de valor distintivo en una cultura que está devaluando cada vez más la masculinidad en la educación y en el mundo del comercio. Dice Carlson:
Ni criminales agresivos (los "lobos" en el lenguaje de la cultura de las armas) ni víctimas mansas (las "ovejas"), los portadores de armas se ven a sí mismos como valerosos a través de un espacio moral de violencia heroica. Son perros ovejeros. Esta ética de proteger a los ciudadanos redefine la utilidad social de los hombres para sus familias.
No estoy de acuerdo con todo en el artículo de Carlson, pero ella toca una verdad aquí. Hacer de un hombre un protector es darle un propósito. Negarle los medios para proteger a su familia es socavar ese propósito.

El segundo artículo discute un fascinante y desalentador estudio a largo plazo de los resultados dispares de los niños blancos y los niños negros. Resulta que los hombres negros tienden a tener peores resultados que los hombres blancos, incluso cuando ambos comienzan sus vidas ricos y relativamente privilegiados.

Sin embargo, hubo una excepción limitada. Había algunos barrios donde a los negros les iba tan bien como a los blancos. Por lo general, estas comunidades tenían menos discriminación racial, registraban tasas de pobreza más bajas y también compartían esta característica crucial:
Curiosamente, estos núcleos -incluyendo partes de los suburbios de Maryland en Washington, y rincones de Queens y el Bronx- eran los lugares donde muchos niños negros de bajos ingresos tenían padres en casa. A los niños negros pobres les iba bien en esos lugares, independientemente de que sus propios padres estuvieran presentes o no.
En otras palabras, la presencia de una masa crítica de padres tuvo un efecto positivo incluso en los niños que no tenían un padre en casa. Este es un comentario asombroso sobre el poder de los modelos masculinos. Con eso en mente, mire estas impresionantes estadísticas:
poverty and fathers
Porcentaje de niños que viven en vecindarios de baja pobreza con muchos padres presentes / Porcentaje de niños que viven en vecindarios muy pobres con pocos padres presentes
Ahí lo tienen. La crisis de la paternidad en dos terribles gráficos. Aquellos que entienden la naturaleza fundamental de los jóvenes varones y su necesidad fundamental de que los hombres les muestren cómo vivir, entienden instantáneamente las raíces del desafío para los jóvenes negros.


Comentario: No es racial, y no está necesariamente relacionado con la pobreza, aunque la falta de modelos paternales y ambientes de alta criminalidad y alta pobreza tienden a ir de la mano.


Vamos a contrastar el modelo de canalización, que pone énfasis en el propósito masculino y el modelado de roles masculinos, con el modelo de transformación - una visión de moda en la izquierda social. Según este punto de vista, las características tradicionalmente "masculinas", como el juego alborotador o la agresión, son a menudo poco más que construcciones "de género", e incluso si son parcialmente biológicas, pueden superarse mediante el entrenamiento y el acondicionamiento.

La masculinidad tradicional, por lo tanto, es tóxica de arriba abajo. El modelaje masculino (en la medida en que modela la masculinidad tradicional) también es tóxico. Los hombres pueden y deben aprender diferentes formas de ser.

Mi amigo Ben Shapiro discute una versión radical de la transformación en un artículo del National Review. Una guardería sueca ha "despejado la habitación de coches y muñecas. Pusieron a los chicos a cargo de los juguetes de cocina. Hicieron que las chicas practicaran a gritar '¡No!'" Una brillante historia del New York Times describía el experimento social de esta manera: "La ciencia todavía puede estar dividida sobre si las diferencias de género están arraigadas en la biología o en la cultura, pero muchas de las escuelas preescolares financiadas por el gobierno sueco están haciendo lo que pueden para deconstruirlas".

Sería un error exagerar el alcance cultural del modelo de transformación. Los resultados negativos de los varones se deben mucho más a los padres ausentes que a los radicales sociales (aunque el modelo de transformación ha contribuido ciertamente a la noción errónea de que las mujeres pueden criar a los varones con la misma eficacia que los hombres), pero no es exagerado decir que los radicales de género son agresivos, y que sus ideas están ganando cada vez más aceptación en todos los niveles de la educación occidental y en la cultura en general.

Es el impulso y la energía del modelo de transformación lo que explica gran parte de la hostilidad, por ejemplo, hacia el profesor canadiense Jordan Peterson. Se hizo famoso por primera vez al rechazar enérgicamente la nueva ortodoxia de género en una serie de videos virales, pero ha alcanzado niveles de influencia completamente nuevos al llegar a (principalmente) hombres jóvenes con un mensaje de fuerza y propósito.

Su libro 12 Rules of Life: An Antidote to Chaos (en español "12 reglas para la vida: Un antídoto contra el caos") es poderoso por numerosas razones (lo he reseñado aquí para la revista), pero dos de ellas destacan en este contexto. Primero, Peterson ofrece una refutación filosófica al modelo de transformación de la masculinidad. Refuta la noción de que la masculinidad es una construcción social o algo que debe ser eliminado socialmente. Sin embargo, también -a través de sus historias y (crucialmente) a través de su ejemplo personal de resistencia a la intimidación de las izquierdas- actúa como un modelo a seguir para los hombres jóvenes que con demasiada frecuencia carecen de una influencia masculina significativa en sus vidas.

En otras palabras, no sólo está proporcionando un propósito; está mostrando cómo es una vida con un propósito. Esto no significa que vaya a avalar todas las cosas que dice (no soy un experto en todos sus escritos y todos sus cientos de videos), sino describir el efecto real de su trabajo en el mundo real. Es por eso que da esperanza a los hombres y les ayuda a dar sentido a sus vidas.

Hay un viejo dicho, muy criticado que dice: "Los chicos serán chicos". En la medida en que excusa los comportamientos destructivos u opresivos, es pernicioso. Pero también es una declaración de intenciones. Los niños serán niños, con toda su fisicalidad, agresividad y exuberancia. La tarea de una nación y una cultura es canalizar esa naturaleza hacia fines virtuosos y aplaudir el desarrollo adecuado de sus distintas identidades masculinas. Eso es lo que hacen los buenos padres. Eso es lo que hace Peterson. En la batalla contra la transformación social, rezo para que sus voces ganen el combate.