"No te preocupes, doctor. Como muy bien. Evito totalmente la sal así que bien". Escucho esto varias veces al día. Está arraigado en nuestra forma de pensar que necesitamos evitar la sal para estar sanos. Esto debe de estar basado en evidencias científicas sólidas e incuestionables, ¿verdad?

Ni por asomo. Igual que hemos sabido de la defectuosa ciencia en la que se fundamenta la demonización de la grasa, podemos decir lo mismo de la sal. (The New York Times: Escasas pruebas para el consejo sobre la sal)

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La Asociación Americana del Corazón recomienda a la población general consumir menos de 2,3 gramos de sodio al día, y a los pacientes con mayor riesgo de fallo cardíaco, menos de 1,5 gramos al día. ¡Eso es menos de una cucharadita de sal para todo el día! Esta recomendación está basada en estudios como el ensayo DASH, que mostró una pequeña reducción de la presión en ciertos subgrupos de personas con una dieta baja en sodio. No hubo ningún dato sobre los resultados para demostrar menos ataques al corazón o muertes, pero la hipótesis era que causaría estos beneficios no probados. Además, los estudios no diferencian entre el sodio en una bolsa de papas fritas y la sal de mar Céltico añadida a verduras al vapor con aceite de oliva.

Resulta interesante que esos mismos estudios también mostraron que las dietas altas en potasio reducen la presión sanguínea y contrarrestan cualquier beneficio de la reducción de sodio. Sin embargo no se ha promovido tanto como la baja en sodio.

Para entender mejor la calidad de la evidencia que fundamenta la restricción de sal, un reciente estudio en JAMA Internal Medicine investigó todos los ensayos aleatorizados controlados que investigaron la restricción de sodio en pacientes con fallo cardíaco. Los hallazgos fueron sorprendentes.

Solo nueve estudios fueron de suficiente alta calidad para cumplir el criterio de inclusión, y los estudios mostraron resultados conflictivos. La restricción de sal es una de las "verdades" más frecuentemente aceptadas en cardiología, y aun así solo hay nueve conflictivos estudios que la apoyan. Eso es realmente sorprendente.

Aunque esto no prueba que la sal no sea importante en los fallos cardíacos o la hipertensión, resalta la importancia de entender el valor de las evidencias que fundamentan las recomendaciones.

El contrargumento es que el valor de la evidencia no importa, ya que no hay daño por la restricción de sal, y todos los cardiólogos tienen evidencias anecdóticas de alguien que consumió una comida alta en sal y acabó en el hospital con un agravamiento de fallo cardíaco. Aunque la experiencia de las anécdotas es importante, confunde nuestras recomendaciones para la población general. Ahí donde necesitamos ensayos más exhaustivos.

Los que es más importante, parece ser que puede haber riesgo por recomendar una dieta baja en sal. El estudio PURE, un gran ensayo observacional con 100.000 sujetos, mostró las mayores tasas de mortalidad tanto en dietas con más de 6 gramos de sodio al día como en las de menos de 3 gramos al día. Fue un estudio observacional, así que no prueba que la ingesta de sodio sea la que provoque las tasas de mortalidad, pero debería ser suficiente para cuestionar la recomendación de menos de 1,5 gramos al día sin buena evidencia para hacerlo.

Otros daños potenciales son que la restricción de sodio puede desviar la atención de intervenciones más efectivas, como aumentar los alimentos que contienen potasio natural (p. ej. verduras reales) y evitar alimentos procesados y carbohidratos procesados. Por último, es muy difícil restringir el sodio a menos de 1,5 gramos al día. La mayoría de la gente no lo puede mantener. Aboca a la gente al fracaso, lo que puede ser desmoralizante y causar que la gente abandone.

Ya que hay costos en el mundo real a la restricción de sodio, debemos confiar en que la ciencia fundamente la recomendación. Desafortunadamente, eso no parece ser el caso. En vez de restringir equivocadamente la restricción de sal para todas las personas, deberíamos centrarnos en promover patrones de alimentación que podamos mantener a largo plazo. Centrarnos primero en alimentos reales, y después abordar la sal específica y los macros para cada persona.