Traducido por el equipo de Sott.net en español

Tal vez Donald Trump no sea tan estúpido como yo pensaba. Odiaría tener que admitirlo públicamente, pero parece que esta vez ha engañado a los medios corporativos liberales.
smug trump
© Tom Pennington
Echándole un vistazo a las noticias recientes relacionadas con Trump, no pude evitar notar una disminución significativa en el número de referencias a Weimar, Alemania, Adolfo Hitler, y "el borde del fascismo" ante el que Estados Unidos supuestamente se ha estado tambaleando desde que Hillary Clinton perdió las elecciones. Busqué con bastante cuidado en Google, creo, pero no pude encontrar ni una sola advertencia editorial de que Trump estaba a punto de cancelar sumariamente la Constitución de Estados Unidos, disolver el Congreso y proclamarse a sí mismo Führer. Tampoco vi ninguna mención de Auschwitz, ni de ninguna otra cosa nazi... lo cual es raro, considerando que la histeria de Hitler ha sido una característica estándar de la narración oficial a la que hemos estado sometidos durante los últimos dos años.

Entonces, ¿cómo hizo Trump para que los medios corporativos liberales dejaran de llamarlo fascista? Lo hizo actuando como un fascista (es decir, como un presidente "normal"). Es decir, hizo lo que le pidieron los matones del Estado Profundo y los mandarines corporativos que manejan el imperio capitalista global... la versión sonriente, feliz, propagadora de la democracia y postfascista del fascismo bajo el que vivimos.

Me refiero, por supuesto, a Venezuela, que es uno entre un puñado de países no cooperativos que no están jugando con el capitalismo global y que todavía no han cambiado de "régimen". Trump dio luz verde al intento de golpe que supuestamente está llevando a cabo la "oposición" venezolana, pero que obviamente es una operación de EE.UU. o, más bien, una operación capitalista global. En cuanto lo hizo, los medios de comunicación corporativos dejaron inmediatamente de llamarlo fascista, compararlo con Adolfo Hitler, etc., y comenzaron a lanzar una propaganda descarada que apoyaba sus esfuerzos por derrocar al gobierno electo de un país soberano.

Derrocar a los gobiernos de países soberanos, destruir sus economías, robar su oro, y de otra manera traerlos al redil de la "comunidad internacional" capitalista global no es exactamente lo que la mayoría de la gente pensó que Trump quería decir con "Hacer a Estados Unidos grande de nuevo". Muchos estadounidenses nunca han estado en Venezuela, ni en Siria, ni en ningún otro lugar donde el imperio capitalista global haya estado reestructurando despiadadamente desde poco después del final de la Guerra Fría. No han estado sufriendo de insomnio por la noche preocupados por la democracia venezolana, ni por la democracia siria, ni por la democracia ucraniana.

Esto no se debe a que los estadounidenses sean un pueblo sin corazón, o un pueblo ignorante o egoísta. Es porque, bueno, porque son estadounidenses (o, más bien, porque creen que son estadounidenses), y por lo tanto están más interesados en los problemas de los estadounidenses que en los problemas de la gente de tierras lejanas que no tienen nada que ver con Estados Unidos. A pesar de lo que los medios corporativos les digan, los estadounidenses eligieron a Donald Trump, un payaso absurdo y auto-engrandecido, no porque fueran nazis latentes, ni porque les lavaron el cerebro los hackers rusos, sino, sobre todo, porque querían creer que él sinceramente se preocupaba por Estados Unidos, e iba a tratar de "hacerlo grande de nuevo" (lo que fuera que quisiera decir esa frase exactamente).

Desafortunadamente, Estados Unidos no existe. No hay nada que pueda hacerse grande de nuevo. "Estados Unidos" es una ficción, una fantasía, una nostalgia que los vendedores ambulantes como Donald Trump (y otros, marginalmente menos bufones) usan para vender lo que sea que estén vendiendo... a ellos mismos, guerras, coches, lo que sea. Lo que hay, en realidad, en lugar de Estados Unidos, es un imperio capitalista global supranacional, una red descentralizada e interdependiente de corporaciones globales, instituciones financieras, gobiernos nacionales, agencias de inteligencia, entidades gubernamentales supranacionales, fuerzas militares, medios de comunicación, etc. Si eso suena descabellado o conspiratorio, mire lo que está sucediendo en Venezuela.

Todo el imperio capitalista mundial está trabajando en conjunto para forzar al presidente electo de ese país a dejar el cargo. Estados Unidos, Reino Unido, Canadá, Francia, Alemania, España, Austria, Dinamarca, Polonia, Holanda, Israel, Brasil, Perú, Chile y Argentina han reconocido oficialmente a Juan Guaidó como el presidente legítimo de Venezuela, a pesar de que nadie lo eligió. Sólo los enemigos malvados oficiales del imperio (es decir, Rusia, China, Irán, Siria, Cuba y otros países que no cooperan) se oponen a este golpe "democrático". El sistema financiero mundial (es decir, los bancos) ha congelado (es decir, robado) los activos de Venezuela, y está tratando de transferirlos a Guaidó para que pueda comprar el ejército venezolano. Los medios de comunicación corporativos están martillando la narración oficial como un piano goebbeliano en un esfuerzo por convencer al público en general de que todo esto tiene algo que ver con la democracia. Uno tendría que ser un completo imbécil o tener irremediablemente un gran lavado del cerebro para no reconocer lo que está sucediendo.

Lo que está pasando no tiene nada que ver con Estados Unidos... el "Estados Unidos" en el que los estadounidenses creen que viven y que muchos de ellos quieren "hacer grande de nuevo". Lo que está ocurriendo es exactamente lo que ha estado ocurriendo en todo el mundo desde el final de la Guerra Fría, aunque más dramáticamente en Oriente Medio. El imperio capitalista global de facto está reestructurando el planeta con virtual impunidad. Está eliminando metódicamente todos y cada uno de los impedimentos a la hegemonía del capitalismo global, y a la privatización y mercantilización de todo.

Venezuela es uno de estos impedimentos. El derrocamiento de su gobierno no tiene nada que ver con Estados Unidos, ni con la vida real de los estadounidenses. "Estados Unidos" no va a ir a conquistar Venezuela y plantar una bandera estadounidense en su suelo. "Estados Unidos" no va a robar su petróleo, enviarlo a casa y repartirlo entre los estadounidenses en sus camionetas en el estacionamiento de Walmart.

¿Qué hay de esas corporaciones petroleras estadounidenses? Quieren ese petróleo venezolano, ¿no? Bueno, claro que sí, pero he aquí la cuestión... no hay corporaciones petroleras "estadounidenses". Las corporaciones, especialmente las corporaciones transnacionales multimillonarias (por ejemplo, Chevron, ExxonMobil, et al.) no tienen nacionalidades, ni lealtades reales, aparte de las de sus principales accionistas. Un ejemplo es Chevron, cuyos principales accionistas son empresas de gestión de activos y fondos de inversión como Black Rock, The Vanguard Group, SSgA Funds Management, Geode Capital Management, Wellington Management y otras empresas transnacionales multimillonarias. ¿Realmente crees que el hecho de tener su sede central en Boston o Nueva York hace que estas empresas sean "estadounidenses", o que el Deutsche Bank sea un banco "alemán", o que BP sea una empresa "británica"?

Y Venezuela es sólo el ejemplo más reciente del imperio en acción. Pregúntese, honestamente, ¿qué han hecho las operaciones de cambio de régimen "estadounidenses" en todo el Gran Medio Oriente por cualquier estadounidense real, aparte de que muchos de ellos han sido asesinados? Ah, ¿y qué hay de esos rescates para todos esos bancos de inversión transnacionales "estadounidenses"? ¿O los miles de millones que "Estados Unidos" le proporciona a Israel? Por favor, que alguien explique cómo enriquecer a los accionistas de las corporaciones transnacionales como Raytheon, Boeing y Lockheed Martin, que venden miles de millones en armas a los islamistas saudíes, está beneficiando al "pueblo estadounidense". ¿Cuánto de ese dinero saudí está usted viendo? Y, espere, tengo algo más para usted. Llame a su amigable gerente de 401K, pregúntele cómo están sus acciones de Pfizer, luego compárelo con lo que usted le está pagando a una corporación de seguros "estadounidense" para que no le cubra realmente.

Durante los últimos doscientos años, más o menos, hemos estado condicionados a pensar en nosotros mismos como los ciudadanos de una colección de Estados nacionales soberanos, como "estadounidenses", "alemanes", "griegos", etc. Ya no hay Estados nacionales soberanos. El capitalismo global los ha eliminado. Por eso estamos experimentando una reacción "neonacionalista". Trump, Brexit, el llamado "nuevo populismo"... son los estertores de la soberanía nacional, como los coletazos de un pez que se asfixia antes de que usted lo golpee y lo deje caer en la nevera. La batalla ha terminado, pero los peces no lo saben. Ni siquiera se dieron cuenta de que había una batalla hasta que de repente fueron sacados del agua.

En cualquier caso, aquí estamos, en el advenimiento del imperio capitalista global. No vamos a volver al siglo XIX, ni siquiera a principios del siglo XX. Ni Donald Trump ni nadie más va a "Hacer a Estados Unidos grande de nuevo". El capitalismo global continuará convirtiendo al mundo en un gigantesco mercado donde trabajamos hasta la muerte en trabajos de mierda para comprar cosas que no necesitamos, acumulando deudas que nunca podremos pagar, cuyos intereses enriquecerán aún más a las clases dominantes capitalistas globales, quienes, como usted habrá notado, se están preparando para el futuro comprando búnkeres subterráneos de lujo y complejos post-apocalípticos en Nueva Zelanda. Eso, y militarizando a la policía, a quien necesitarán para mantener el "orden público"... ya sabe, como lo están haciendo en Francia en este momento, golpeando, cegando y mutilando horriblemente a los manifestantes de Gilets Jaunes (es decir, Chalecos Amarillos) que los medios corporativos están haciendo todo lo posible para demonizar y/o hacer invisibles.

O, quién sabe, los estadounidenses (y otros consumidores occidentales) podrían aprender algo de esos chalecos amarillos, dejar de lado sus diferencias políticas (o al menos ignorar su odio mutuo el tiempo suficiente como para tratar de lograr algo), y concentrar su ira en los políticos y corporaciones que realmente dirigen el imperio, a diferencia de, ya sabe, los inmigrantes ilegales y las legiones imaginarias de nazis y rusos. En las inmortales palabras del General Buck Turgidson, "No estoy diciendo que no nos despeinaríamos el cabello", pero, al diablo, podría valer la pena intentarlo, especialmente porque, tal como van las cosas, probablemente vamos a terminar allí de todos modos.
Sobre el autor

El ensayo anterior es enteramente el trabajo de nuestro escritor satírico interno y autoproclamado experto político, CJ Hopkins, y no refleja los puntos de vista y opiniones de Consent Factory, Inc. ni de su personal, ni de ninguno de sus agentes, subsidiarias o cesionarios. Si, por alguna razón inexplicable, usted aprecia el trabajo del Sr. Hopkins y le gustaría apoyarlo, por favor vaya a su página de Patreon (donde puede contribuir con tan sólo 1 dólar al mes), o envíe su contribución a su cuenta de PayPal, de modo que tal vez él deje de venir a nuestras oficinas tratando de conseguir dinero de nuestro personal. También puede comprar su novela satírica distópica, Zone 23, que según nos dicen es bastante divertida, o cualquiera de sus obras de teatro subversivas, que ganaron algunos premios en Gran Bretaña y Australia. Si usted no aprecia el trabajo del Sr. Hopkins y le gustaría escribirle un correo electrónico abusivo, por favor tómese la libertad de contactarlo directamente.