(España) - El tablero catalán cuenta con tres actores principales. Colegas, pero rivales que no dudarán en ponerse la zancadilla entre ellos para dominar la calle. Todos se juegan demasiado.
Un miembro de los CDR se enfrenta a los Mossos en Barcelona.
© EFEUn miembro de los CDR se enfrenta a los Mossos en Barcelona.
"Hemos comenzado un camino de no retorno". El aviso es de los comités de defensa de la República (CDR), emitido en la madrugada de este miércoles, después de haber dejado arrasado el centro de Barcelona, con hogueras en muchos cruces y tras una noche de máxima tensión y violencia. Los CDR le doblaron el pulso a la Asamblea Nacional Catalana (ANC) y a Òmnium Cultural, ante la mirada complaciente de algunas instituciones públicas. "Hemos salido a las calles para quedarnos", advertían los CDR.


La cosa quedó clara ya a primera hora de este miércoles. El vicepresidente catalán, Pere Aragonès, pedía: "No les regalemos lo que buscan. No les regalemos un 155 encubierto. Hemos de defender a nuestros ciudadanos. Alejémonos de todas las actitudes violentas y depuremos las acciones no justificadas". La respuesta de los CDR está lejos de la tranquilidad. "Las únicas actitudes violentas que hay las ejercen los Mossos d'Esquadra y la Policía, saltándose las leyes y los protocolos con la única finalidad de aplicarnos una brutalidad policial". Los CDR le piden a Aragonès el cese del consejero de Interior, Miquel Buch, "disolver la Brimo [Brigada Móvil, es decir, los antidisturbios] y los Arro [Áreas Regionales de Recursos Operativos], sacarle las competencias otorgadas estos días a la Policía [Nacional] y echarlos. Los únicos que estábamos defendiendo los derechos de los presos y exiliados somos nosotros". Ese mensaje fue luego difundido por Twitter.

Es un aviso muy claro a Quim Torra. El 'president' era quien animaba a esos CDR hace un año. "Apreteu, apreteu", arengaba a los extremistas. Ahora le aprietan a él. Le ponen entre la espada y la pared. Le pasan factura. Y de poco le valdrá ponerse al frente de las marchas de protesta, como hizo este miércoles, abandonando su despacho e incorporándose a la 'columna' de Girona en Caldes de Malavella junto al exlendakari Ibarretxe. A nadie se le escapa que el liberarse de la corbata y del traje mientras las cámaras le grababan caminando al frente de la marcha es poco más que un gesto populista. Los ultraindependentistas piden hechos y no palabras. Quieren que Torra se moje plantando cara al Gobierno español.

Pero el posicionamiento de los CDR no es sólo un desafío al Govern, sino también a la Asamblea Nacional Catalana (ANC) y a Òmnium Cultural. Es la reivindicación de la legitimidad exclusiva de la defensa del 'procés' y del 'movimiento'. Los CDR quieren convencerse de que no hay marcha atrás, de que ya nunca nada volverá a ser como antes y de que ellos son los guardianes de las esencias de la República Catalana.


Dimisión del consejero de Interior

Algunos sectores de independentistas van ahora más allá: piden la dimisión del consejero de Interior, Miquel Buch, quieren que se expulse a la Policía Nacional del territorio catalán y exigen al 'president' Quim Torra un paso adelante: "Ahora es la hora de la desobediencia civil, pero también de la desobediencia institucional. Sólo desafiando al Estado represor desde todos los frentes conseguiremos la libertad del país y de los rehenes. Exigimos que el Govern y todos los partidos comprometidos con la autodeterminación y las libertades den un paso delante de manera urgente para romper con el Gobierno español, desobedeciendo la sentencia del Tribunal Supremo y haciendo un frente común para avanzar hacia la República". El propio Buch ha comparecido esta tarde y ha dicho estar abierto a dar explicaciones, aunque no se ha pronunciado sobre si está dispuesto a renunciar o se lo ha planteado. El 'conseller' ha defendido la actuación de los Mossos y ha pedido "aislar a los grupos violentos".

Lo más importante, sin embargo, es que los CDR quieren ahora tomar la iniciativa. Al margen de apoyar las movilizaciones de la ANC y de Òmnium, los comandos siguen su propia lógica. De ahí que este mismo miércoles convocasen una performance en Barcelona: a las 19 horas, mientras algunos de los que participan en las marchas sobre Barcelona vuelven a sus casas, los más radicales quieren realizar una concentración en el cruce de las calles Gran Via con Marina, cerca de la sede de la CUP, llevando papel higiénico. Es una manera de marcar perfil propio, de recuperar protagonismo.

Pero que nadie se llame a engaño. Dentro del independentismo hay un tenso pulso para decidir quién manda en las calles. La 'Santísima Trinidad' del separatismo está formada por los CDR, las entidades cívicas (ANC y Òmnium) y la plataforma Tsunami. Tres agentes distintos y un solo objetivo. Cada uno, intentando llevar el agua a su molino. El lunes dominó Tsunami; el martes, los CDR le robaron el protagonismo y superaron el listón provocando los enfrentamientos callejeros más graves de la historia reciente de Cataluña. Y de aquí al viernes se espera que sean las entidades cívicas las que tengan el protagonismo a través de las cinco marchas sobre Barcelona que se iniciaron este miércoles.



La paradoja de ANC y Òmnium

El vicepresidente de Òmnium, Marcel Mauri, pidió este miércoles responsabilidades "por la actuación policial durante las movilizaciones", ya que considera que hubo "violencia desmedida". Por parte de los policías, por supuesto. Ajeno a las escenas dantescas provocadas por manifestantes ultraviolentos, Mauri pidió responsabilidades "a todos aquellos operativos policiales que actúan con una violencia desmedida ante un movimiento que es pacífico". Que se lo digan a los vecinos del Eixample barcelonés. Dijo que condenaba la violencia, pero insistió en que "deben acabar las actuaciones policiales desproporcionadas". El posicionamiento extremo de Òmnium es una estrategia más para restar oxígeno y margen de maniobra a los CDR. Se trata de comerles terreno en el terreno propagandístico.

La presidenta de la ANC, Elisenda Paluzie dijo también al inicio de las 'marchas por la libertad' que hay una "violencia del Estado que hace dos años que dura". Y aseguró: "Pretenden desmovilizarnos, salgamos a la calle, manifestémonos pacíficamente y participemos en estas marchas". Otra gran paradoja del soberanismo: los que piden no violencia, señalan y acusan luego a quienes intentan atajar la violencia callejera.

La plataforma Tsunami Democràtic, por su parte, emitió un comunicado con las tres prioridades para estos días. La primera, que las cinco grandes marchas que se celebran en Cataluña durante tres días sean un éxito. La segunda es consolidar una red digital que permite "actuar con mucha más precisión y eficacia en el largo camino de la desobediencia civil no violenta que ahora comienza". Y la tercera, que se asuman responsabilidades "por el comportamiento completamente inaceptable" por parte de la Policía. Ninguno de los actores interesados, pues, aludió a la violencia de los manifestantes. Como si no existieran. El soberanismo catalán trasladó su sede social a un Matrix virtual ajeno a la realidad de la calle.

Es más: se asume que la violencia no es cosa del independentismo, como si los alborotos, las cargas, las hogueras y la brutalidad de los manifestantes no existiesen. "La no violencia es la estrategia fundamental de nuestro movimiento", asegura Tsunami en su escrito. Y saca pecho: "Hoy somos más fuertes que hace unas semanas. Hemos vuelto a tomar la iniciativa y sabemos lo que estamos haciendo y hacia dónde vamos: hemos reabierto un nuevo ciclo de apoderamiento ciudadano y hemos comenzado un largo camino para acumular fuerzas que han de permitir y garantizar una desobediencia civil masiva". De ahí que aseguren, como todos, que el camino iniciado "no tiene marcha atrás y no se parará hasta que el Estado español reconozca que ha de afrontar el problema político que plantea la ciudadanía de Cataluña a través del diálogo y del ejercicio democrático".

El tablero catalán cuenta, pues, con tres actores principales. Colegas, pero rivales que no dudarán en ponerse la zancadilla entre ellos para dominar la calle. Todos se juegan demasiado.