Estado de situación acerca de los avances científicos que están acabando con el tabú respecto de que los estudios que relacionan genética con criminalidad son necesariamente racistas.

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Fue hace menos de 20 años que los Institutos Nacionales de Salud de Estados Unidos retiraron abruptamente los fondos para una conferencia sobre genética y delitos después de los reclamos indignados de que la idea olía a eugenesia.

El presidente de la Asociación de Psicólogos Negros en ese entonces declaró que tal investigación era en sí misma "una forma descarada de estereotipos y racismo".

La mancha histórica del uso de la biología para explicar el comportamiento delictivo ha empujado a los criminólogos a rechazar o ignorar a la genética y concentrarse en las causas sociales: pobreza miserable, adicciones corrosivas, armas. Pero ahora que ya se desarrolló la secuencia del genoma humano, y los científicos están estudiando la genética de áreas tan diversas como el alcoholismo y la filiación partidista, los criminólogos retornan cautelosamente al tema.

Un reducido cuadro de expertos está explorando cómo podrían los genes resaltar el riesgo de cometer un delito y si se puede heredar tal rasgo.

Tal giro será evidente en la conferencia anual del Instituto Nacional de Justicia en Arlington, Virginia, EEUU. Habrá un panel sobre la creación de bases de datos para la información sobre el ADN y "nuevos marcadores genéticos" que están descubriendo los científicos forenses.

"En los últimos 30 ó 40 años, la mayoría de los criminólogos no podía decir la palabra 'genética' sin escupir", dice Terrie E. Moffitt, una científica del comportamiento en la Universidad Duke. "Hoy, las teorías modernas del delito y la violencia más convincentes entretejen los temas sociales y los biológicos".

Los investigadores estiman que al menos 100 estudios han mostrado que los genes tienen una función en los delitos. "Muy buenos avances metodológicos han significado que se está realizando un amplio rango de trabajo genético", señaló John H. Laub, el director del Instituto de Justicia, quien ganó la semana pasada el Premio Estocolmo de Criminología. No obstante, otros y él se esfuerzan por enfatizar que a los genes los rige el ambiente, el cual puede mutar o agravar los impulsos violentos. Muchas personas con la misma tendencia genética hacia la agresividad nunca lanzarán un golpe, mientras que otras sin ella podrían ser delincuentes de carrera.

El tema aún plantea espinosas cuestiones éticas y políticas. ¿Una predisposición genética debería influir al momento de dictar una sentencia? ¿Se podrían usar pruebas genéticas para diseñar programas de rehabilitación para delincuentes en particular? ¿Se debería identificar a adultos o niños con un marcador biológico para la violencia?

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© WikipediaBernard Madoff fue detenido por el FBI y acusado por un fraude que alcanzó los 50.000 millones de dólares
Todos en el campo concuerdan en que no existe "un gen del delito". Lo que la mayoría de los investigadores busca es rasgos heredados que se relacionan con la agresión y las conductas antisociales, que, a su vez, pueden conducir a los delitos violentos. No hay que esperar que alguien descubra cómo el ADN de alguien podría identificar al próximo Bernard L. Madoff.

Y, ése es precisamente el problema, sostiene Troy Duster, catedrático de sociología y bioética en la Universidad de Nueva York, quien argumenta que los estudios examinan no el comportamiento despiadado y rapaz de los ricos y poderosos sino el de las minorías desfavorecidas. "Cada época cree que ha mejorado la tecnología y la metodología", notó, "pero la ciencia en sí misma es problemática".

Un gen que se ha vinculado a la violencia regula la producción de la enzima monoamino-oxidasa A que controla la cantidad de serotonina en el cerebro. La gente que tiene una versión del gen que produce menos de la enzima tiende a ser significativamente más impulsiva y agresiva pero, como descubrieron Moffitt y su colega (y esposo) Avshalom Caspi, el efecto del gen se dispara con experiencias estresantes.

Steven Pinker, un catedrático de psicología de Harvard -en cuyo libro próximo a salir a la venta, "Los mejores ángeles de nuestra naturaleza", argumenta que los humanos se han vuelto menos violentos a través de los milenios- sugiere que la forma en la que hay que pensar en la genética y los delitos es empezar con la naturaleza humana y después analizar lo que causa que se dispare o no un rasgo en particular.

"No se trata de decir cómo difieren John y Bill sino de cómo todos los machos son iguales", opina. Comprender la genética de la violencia puede "decirnos a cuál aspecto del ambiente deberíamos examinar".

Mencionó uno de los mayores factores de riesgo que conducen a cometer delitos: permanecer soltero en lugar de casarse, una relación descubierta por Laub y Robert J. Sampson, un sociólogo de Harvard que fue uno de los ganadores del Premio Estocolmo. El matrimonio puede servir como interruptor que dirige las energías de un varón a invertirlas en una familia en lugar de a competir con otros varones, dice Pinker.

Kevin Beaver, un profesor adjunto del Colegio de Criminología y Justicia Penal de la Universidad Estatal de Florida, dijo que la genética puede explicar, por decir, la mitad del comportamiento agresivo de una persona, pero ese 50% comprende cientos de miles de genes que se expresan en forma diferente, en función del ambiente.

Ha tratado de medir cuáles circunstancias -tener amistades delincuentes, vivir en un barrio desfavorecido- influyen en si emerge la predisposición a la violencia. Después de estudiar a gemelos y hermanos, descubrió un resultado asombroso: en los chicos que no estuvieron expuestos a los factores de riesgo, la genética no jugó ningún papel en ninguna de sus conductas violentas. El ambiente positivo evitó que se encendieran los interruptores genéticos -para usar la palabra de Pinker- que intervienen en la agresión. En chicos con ocho o más factores de riesgo, no obstante, los genes explicaron 80% de su violencia. Se habían encendido sus interruptores.

Una serie de investigaciones nuevas se ha centrado en el autocontrol, así como en la insensibilidad y la falta de empatía, rasgos a menudo implicados en la decisión de cometer un delito. Al igual que otros rasgos de la personalidad, se cree que estos tienen componentes ambientales y genéticos, aunque está a debate el grado de heredabilidad.

En las conclusiones de un estudio a largo plazo en mil bebés nacidos en 1972 en una ciudad de Nueva Zelanda, Moffitt y sus colegas informaron recientemente que entre menos autocontrol manifestaba un niño a los 3 años de edad, mayores probabilidades tenía de cometer un delito más de 30 años después. Posteriormente, se encontró culpable de un delito a 43% de los niños que calificaron en la quinta parte más baja en cuanto a autocontrol, dijo ella, contra 13% de los que estuvieron en la quinta más alta.

Sin embargo, una predisposición no es destino. "Saber que se hereda algo no nos dice de ninguna forma nada sobre si se mejorará cambiando el ambiente", escribió Moffitt en un correo electrónico. "Por ejemplo, el autocontrol se parece mucho a la estatura, varía ampliamente en la población humana, y es altamente hereditaria, pero si hay una intervención efectiva, como si se administra una mejor nutrición a toda la población, entonces todos serán más altos que la generación anterior".

Los criminólogos y sociólogos han sido mucho más delicados en cuanto a las causas genéticas del delito que los psicólogos. En 2008 se descubrió, en un estudio realizado por John Paul Wright, quien dirige programas de posgrado en la Escuela de Justicia Penal de la Universidad de Cincinnati, que "no se ha publicado ningún estudio sobre la relación biología-delito en forma de tesis doctoral en los últimos 20 años" a partir de un programa de doctorado en justicia penal, aparte de dos tesis que él personalmente supervisó (una de las cuales fue la de Beaver).

Asimismo, notó que las cuatro revistas principales en el campo apenas si han publicado alguna investigación biológica en las dos últimas décadas.

Wright señaló que ahora piensa que "la marea está cambiando en criminología, especialmente entre los académicos más jóvenes".

Sin embargo, se ha tendido a dar a conocer los trabajos recientes fuera de los principales foros de criminología. Beaver, por ejemplo, publicó un ensayo sobre psiquiatría biológica en febrero en el que concluye que los adoptados cuyos padres biológicos violaron la ley "tenían significativamente más probabilidades de que los detuvieran, se fallara una condena condicional en su contra, se les encarcelara y se les detuviera múltiples veces cuando se les compara con adoptados a cuyos padres biológicos no se aprehendió".

En la reunión de la Asociación Estadounidense para el Avance de la Ciencia en febrero, Adrian Raine, el director del departamento de Criminología de la Universidad de Pensilvania y un pionero en el campo, presentó un ensayo en el que muestra cómo las variaciones en las partes del cerebro de un párvulo que regulan las emociones -que se cree son producto de los genes y el ambiente- resultaron ser un buen vaticinador de la conducta delictiva posteriormente en la vida.

Sampson señaló que "la Sociología no tiene nada que temer de la investigación genética" pero sostuvo que los interrogantes más interesantes sobre los delitos, como por qué algunas comunidades tienen un mayor índice delictivo que otras, no son fáciles de encontrar en la genética. "Entre más sofisticada sea la investigación genética, más mostrará la importancia del contexto social", dice.