Una apariencia de transparencia. Así se podría resumir el VIII Congreso Nacional de Ética y Deontología Médica que ha tenido lugar en Sevilla los día 9 a 11 de febrero. Había generado bastante expectación porque sobre todo anunciaba la salida de un nuevo Código de Deontología Médica, una puesta al día del anterior que nos rige desde 2011 y del que no teníamos ni idea. Y sin idea salimos al acabar el congreso.
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De sobra es sabido que los médicos sentimos una gran apatía por las instituciones que nos representan. La mayoría de los médicos colegiados viven indiferentes a la actividad colegial y no son pocos los colegas que consideran que los Colegios de Médicos deberían desaparecer, habida cuenta de su prácticamente nula utilidad para los colegiados. Así lo refleja que, cuando llegan las elecciones, apenas un 10% de los colegiados acuden a votar. La institución colegial justifica su existencia en el control de los profesionales que se dedican al arte de curar. Control y cuidado. O cuidado y control. Con el fin de cumplir estos cometidos, dentro de la actividad colegial hay diferentes comisiones para estudiar problemáticas concretas (atención primaria, rural, hospitalaria, colegas jubilados o enfermos, etc.), casi todas con un interés parcial para un grupo ya reducido de miembros colegiados. Otras actividades repercuten más sobre el colectivo de los médicos y no por ello se viven con atención por parte de los médicos. Entre las comisiones existentes, se considera la «maria» la de Deontología Médica, que muchos colegas ven en ella solo en órgano encargado de regañar y sancionar a los colegiados que hacen las cosas mal.

Eso de «hacer las cosas mal» es algo normativo. Es decir, hace falta definir qué es hacer las cosas mal, quién decide lo que está bien o mal en el quehacer médico. No es sencillo en ocasiones establecer una normativa, un código de conducta, de buena praxis. Es lo que se pretende que recoja el Código de Deontología Médica. Si ya suscita poco interés, como decimos, la actividad de los colegios médicos para los médicos asistenciales, aún es mayor la indiferencia cuando se ponen a hacer sus cábalas sobre la forma correcta de hacer la medicina. Al fin y a la postre, la mayoría de los médicos sentimos que nuestro quehacer profesional es honesto, ético, y nos incomoda que unos profesionales, que en ocasiones ni ejercen y ni siquiera a veces están colegiados, venga a decirnos cómo debemos hacer las cosas o que determinadas cosas que hacíamos, a partir de ahora se consideran que están mal. Esto es más sospecho cuando de un tiempo a esta parte el quehacer de los médicos lo dictan los políticos o la OMS.

Acudíamos, pues, a ese congreso con el ánimo de enterarnos de qué iba el nuevo código, del que sólo teníamos referencias de su existencia a través de comunicados de prensa del Consejo General de Colegios Oficiales de Médicos (CGCOM), el órgano central que aglutina y representa a cada colegio de médicos, que son provinciales. Tuve noticia casi por carambola de que iba a salir un nuevo código en diciembre. Llamé a mi colegio, el de Madrid, y pregunté en la Comisión de Deontología si me podían informar acerca del nuevo código. La secretaria de la Comisión no tenía ni idea de que hubiese un nuevo código en ciernes, que el vigente era el de 2011. Entonces dirigí carta a don Tomás Cobo, Presidente del CGCOM pidiendo confirmación acerca de la noticia y, de ser cierta, información adicional sobre quién había hecho los cambios y en qué consistían. De esa carta que llevé personalmente y pasé por registro no he tenido contestación a día de hoy. No sé si es deontológicamente correcto que no me haya contestado pero cuando menos, me parece una falta de educación.

Al pasar las semanas sin respuesta, acudí a mi colegio de médicos y dejé por registro una carta a mi Presidente, don Manuel Martínez-Sellés, aludiendo a la anterior. Aunque también la pasé por registro, de momento he obtenido el mismo silencio. Ante tanto oscurantismo, en una comisión que debe ser la más pulcra entre las pulcras, comienzo a sospechar que algo extraño sucede y me presento deprisa y corriendo en el Congreso de Ética en Sevilla donde compruebo que entre los asistentes, la mayoría miembros de diferentes comisiones de deontología de los distintos colegios de médicos de España, existe el mismo sentimiento: nadie sabe nada del contenido de un nuevo código. De hecho , es algo que ponen de manifiesto incluso algunos de los que presentan ponencias y conferencias del programa. Lo único que nos dicen, para más inri, es que ya está aprobado y que se presenta en el parlamento en cuatro semanas para conocimiento de la cámara.

Las distintas conferencias que se suceden inciden en la importancia de tener un código normativo, en la necesidad de respetarlo y acatarlo, de cumplirlo y hacerlo cumplir, y hasta de conocerlo y difundirlo... Pero nadie sabe qué tienen que difundir. Puede parecer broma pero acaba el Congreso y los asistentes no tenemos conocimiento de un nuevo código que «alguien» ha aprobado y que no sabemos quiénes han hecho las modificaciones ni en qué consisten, o si existen conflictos de intereses en los reformadores del código. Y nos piden que lo acatemos. No es ético acatar lo que no se conoce.

Algunas conversaciones en los pasillos hacen referencia a ello. Surge y crece el mosqueo general porque los que nos venden la nueva versión aseguran que se llevan consultando durante cuatro años a las comisiones de deontología de los diferentes colegios para hacer las modificaciones, pero precisamente la mayoría de los integrantes de esas comisiones, allí presentes, no tienen ni idea de que se hayan llevado a cabo tales consultas. La Comisión Central de Deontología, digamos que los «expertos» en deontología del CGCOM, son los que han guisado esto e intentan hacer copartícipes (digamos que corresponsables) del cambio a las diferentes comisiones de deontología de los colegios.

Huele a pucherazo pero además sin conocer siquiera el producto final de la olla. En alguna conversación escucho que es un trágala de hechos consumados. Los organizadores empeñados en mostrar la absoluta transparencia y regularidad del proceso innovador que supone el nuevo código, y lo cierto es que es tan transparente que a día de hoy todavía no lo hemos visto.

En la carta que le envié el año pasado a don Tomás Cobo hacía mención a si se podían presentar alegaciones al contenido del nuevo texto. Claro que para hacerlas, hay que conocer el texto. Y como además no he recibido respuesta, entiendo que no debe permitirse que se hagan, acaso porque el plazo de hacerla «haya prescrito». No huele bien. Y son los maestros de la deontología. Cuidado, porque acaso en el contenido del nuevo código sea motivo de sanción que les cuente cosas de estas. Menos mal que, como decían los juristas en una mesa, no se puede sancionar a un médico si no conoce que está infringiendo el código. A ver cómo se come esto con eso de que «el desconocimiento de la ley no justifica su incumplimiento». De momento podemos decirlo, colegas, puede que cuando nos den a conocer el nuevo texto, sin posibilidad de rechazarlo, solo podamos obedecer a los dictámenes de las organizaciones siendo delictivo, inmoral y sancionable el opinar en contra. De momento, lo ético es oponerse a lo que no se conoce.