Traducido por el equipo de SOTT.net

En las últimas cuatro décadas, se ha producido un importante aumento de la desigualdad salarial y de la desigualdad en la propiedad, principalmente en los países occidentales. Esto se relaciona con la era neoliberal lanzada por el presidente estadounidense Ronald Reagan (1981-89) y su aliada en Londres, la primera ministra Margaret Thatcher (1979-90).
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El neoliberalismo ha significado, en efecto, la explotación a gran escala de la población por parte de las élites occidentales. La desigualdad de ingresos en Estados Unidos ha existido durante mucho tiempo, pero en los últimos 40 años ha aumentado más que en ningún otro país. Por ejemplo, en 2013, los directores ejecutivos de 350 empresas estadounidenses ganaron una media de 11,7 millones de dólares ese año, mientras que el salario anual del trabajador estadounidense típico era de 35.293 dólares.(1)

Los ingresos medios de los ejecutivos de las empresas eran casi 800 veces superiores a los de los trabajadores estadounidenses con el salario mínimo, 7,25 dólares la hora. La situación no era mucho mejor en Gran Bretaña. Durante la década de 1980, bajo el mandato de la primera ministra Thatcher, se produjeron en Gran Bretaña niveles de desigualdad sin precedentes, especialmente a partir de 1985, lo que constituyó su legado más revelador.

Estos acontecimientos no se limitaron a Estados Unidos y Gran Bretaña, sino que se extendieron a países de todo Occidente e incluso más allá. Tras la Segunda Guerra Mundial, las inversiones de Estados Unidos y las naciones industriales europeas se trasladaron a la explotación de Estados asiáticos y latinoamericanos, ya que las potencias occidentales buscaban una producción más barata en forma de mano de obra y ricos recursos naturales. Washington apoyó a los regímenes de estilo fascista de España (Franco) y Portugal (Salazar), y colaboró con oficiales nazis como Reinhard Gehlen, Walter Rauff y Otto Skorzeny, en el enfrentamiento de la Guerra Fría con la Rusia soviética.

Skorzeny, un teniente coronel de las SS, insistió en que las autoridades estadounidenses le habían ayudado a escapar de prisión el 27 de julio de 1948 en Darmstadt, al oeste de Alemania(2). Cinco años antes, Skorzeny había desempeñado un papel destacado en la liberación de Mussolini de una prisión italiana en la cima de una montaña, en el Hotel Campo Imperatore, a menos de 70 millas de Roma. Skorzeny se convirtió en un favorito personal de Hitler, uno de sus soldados de mayor confianza.

Todavía el 29 de marzo de 1945, Hitler se deshacía en elogios hacia Skorzeny; durante su último encuentro en la fecha antes mencionada, Hitler vio a Skorzeny en el pasillo de la Cancillería del Reich en Berlín y le estrechó calurosamente la mano, agradeciéndole profusamente sus acciones durante la guerra. El periodista Martin A. Lee escribió que, después de la guerra, "la CIA estaba especialmente interesada en sus servicios [los de Skorzeny]". Funcionarios británicos informaron de que Skorzeny estaba "trabajando para la inteligencia estadounidense", lo que suponía "crear una organización de sabotaje".(3)

Desde finales de la década de 1980, la exportación de inversiones occidentales se dirigió hacia los Estados de Europa Central y del Este. Allí las corporaciones multinacionales instalaron sus plantas y fábricas, emplearon trabajadores con bajos salarios y comenzaron a exportar a los mercados de sus países de origen, ya fuera Estados Unidos o Inglaterra. La externalización de la mano de obra y el desplazamiento de la industria manufacturera repercutieron en el mercado laboral y contribuyeron al aumento de las desigualdades.

Estos hechos erosionaron la moral del trabajador corriente, junto con los sindicatos y los partidos de izquierda que se suponía que representaban los intereses de los trabajadores. Uno de los puntos débiles de la izquierda ha sido su fragmentación en diferentes categorías (socialista, socialdemócrata, marxista-leninista, etc.) y la tendencia de los grupos de izquierda a pelearse entre sí.

Debido a los cambios en la sociedad, a los ataques de sus adversarios y a las luchas políticas internas, los partidos de izquierda en Europa y en otros lugares se han fragmentado o han desaparecido en su mayoría. No hay mucho que distinguir entre lo que queda. En 2009, el historiador marxista Eric Hobsbawm admitió en una entrevista que "ya no existe una izquierda como antaño"(4).

El 12 de noviembre de 1999, el presidente Bill Clinton, partidario entusiasta del liberalismo y de las políticas neoliberales, promulgó la Ley Gramm-Leach-Bliley. El objetivo de esta legislación era reducir el control gubernamental sobre la industria y la banca, mediante la promulgación de una desregulación a gran escala, que aumentaría la fuerza de las empresas privadas en el mercado.

Al aprobar la Ley Gramm-Leach-Bliley, el presidente Clinton permitió la derogación de la Ley Glass-Steagall (Ley bancaria). La Ley Glass-Steagall había sido aprobada por el Congreso estadounidense en 1933, en plena Gran Depresión, para evitar los delitos bancarios que contribuyeron al crack de Wall Street de 1929. Alan Greenspan, que de 1987 a 2006 fue presidente de la Reserva Federal (el sistema bancario central de Estados Unidos) creía que la Ley Glass-Steagall era "obsoleta y anticuada". Al parecer, Clinton estaba de acuerdo con él.

Enron, una de las mayores empresas energéticas de Estados Unidos, ejerció una gran influencia en Washington desde finales de los años ochenta en adelante. En un momento u otro, más de 250 miembros del Congreso estadounidense recibían donaciones financieras de Enron, y George W. Bush era el mayor receptor de contribuciones de Enron(5). Bush recibió varios fondos de Enron, durante su campaña para ser gobernador de Texas a mediados de la década de 1990, y en su tentativa de convertirse en presidente de EE.UU. unos años más tarde.

Bush era amigo íntimo de Kenneth Lay, presidente y fundador de Enron. Lay fue acusado de fraude por un gran jurado estadounidense en julio de 2004. Enron se declaró en quiebra en diciembre de 2001 debido a una mala gestión financiera deliberada. En esa época fue la mayor quiebra de la historia de Estados Unidos.

Entre los accionistas de Enron se encontraban Donald Rumsfeld, Secretario de Defensa estadounidense; el principal asesor de Bush, Karl Rove; Linda Fisher, funcionaria de la administración Bush; Peter Fisher, Subsecretario del Tesoro; y Robert Zoellick, futuro Vicesecretario de Estado para Bush(6). Zoellick ocupó varios cargos, de 1989 a 1993, en el gabinete presidencial del padre de Bush, George H. W. Bush.

La administración del Bush más joven (2001-09) estuvo influida por el dinero de Wall Street. Bush continuó donde lo había dejado su predecesor Clinton, ampliando la desregulación a sectores de la economía estadounidense. La toma de riesgos y las acciones especulativas de los agentes inmobiliarios, ayudados por la desregulación, aumentaron entre 2002 y 2007. No había ninguna inhibición ni control adecuados sobre el flujo de efectivo. Se crearon superbancos que recibían billones de dólares de préstamos entre sí de forma regular, y también de los bancos centrales.

La explosión de la burbuja financiera no fue inesperada, y finalmente empezó a estallar en la primera mitad de 2007. En julio de ese mismo año, los bancos europeos registraron pérdidas en contratos relacionados con hipotecas de alto riesgo(7). El impago de las hipotecas marcó un colapso, que afectó a los préstamos a empresas, tarjetas de crédito y otras transacciones. Los bancos e instituciones financieras de Wall Street estaban en serios apuros en 2008.

El presidente Bush recurrió a rescatarlos con dinero de los contribuyentes estadounidenses, para amargura de gran parte de la población. Bush dispuso de miles de millones de dólares de los contribuyentes, en algunas ocasiones sin informar al Congreso de lo que estaba haciendo(8). La Reserva Federal, con sede en Washington, no informó al pueblo estadounidense de quiénes eran los beneficiarios del rescate. Tampoco los banqueros revelaron cuánto dinero en efectivo recibieron.

Ya en 2007, Lloyd Blankfein, presidente de uno de los mayores bancos de Estados Unidos (Goldman Sachs), habría recibido ese año una prima de casi 68 millones de dólares mientras la crisis se agravaba(9). Blankfein poseía acciones por valor de más de 500 millones de dólares. El colapso financiero de 2007-08 socavó el orden del Occidente liberal. Afectó a las deudas soberanas de los países de la UE y de la OTAN, lo que sirvió para dañar la confianza depositada en Estados Unidos.

La posición de Estados Unidos como superpotencia mundial ha ido decayendo desde su ataque militar contra Irak(10), cuyo vigésimo aniversario acaba de cumplirse. El fracaso a la hora de descubrir armas de destrucción masiva (ADM), que siempre había sido una alegación dudosa, junto con la completa desestabilización de Irak y del Oriente Próximo circundante, causaron un daño permanente a la reputación de Washington.

Veinte años después, la fallida invasión de Irak puede bien haber supuesto un punto de inflexión en los asuntos estadounidenses, marcando la línea divisoria entre los años de feliz prosperidad para Washington que precedieron a 2003, y los años posteriores de creciente incertidumbre y problemas. La incapacidad de someter a Irak provocó una erosión del poder estadounidense en Oriente Medio, que continúa en la actualidad, como demuestra la mejora de las relaciones entre Irán y Arabia Saudí, este último tradicionalmente un aliado clave de Estados Unidos. Estos acontecimientos sólo pueden verse con alarma en Washington.

Recientemente, en sus intentos por mantener su hegemonía y frenar el declive, asistimos a actos peligrosos y bastante desesperados por parte de los estadounidenses; como el envío de vehículos aéreos y buques a través de los mares que fluyen junto a Rusia y China, que son potencias nucleares y poseen grandes ejércitos. En cuanto a los ataques a los gasoductos Nord Stream, ocurridos hace 6 meses, el motivo y las pruebas disponibles apuntan a que los estadounidenses están firmemente implicados en el sabotaje de los gasoductos, muy probablemente con el apoyo al menos tácito de Estados de la OTAN fervientemente anti-rusos como Gran Bretaña.

El motivo por sí solo es muy sugerente. Cuando se comete un acto delictivo, un buen detective de policía suele buscar el móvil, es decir, quién se beneficia del delito. En este caso, las principales potencias occidentales, por sus propias razones políticas, deseaban sin duda el sabotaje del Nord Stream. El presidente Joe Biden dijo hace poco más de un año que los estadounidenses detendrían el Nord Stream "de una forma u otra"(11).

La manipulación de Washington ha aumentado en las últimas décadas. En 1971 había 171 grupos de presión en Estados Unidos, lobbistas profesionales que intentan influir en el Gobierno y los políticos estadounidenses. Una década después, en 1981, el número de grupos de presión en Estados Unidos había aumentado a 2.500. En 2007 había 14.816 grupos de presión en el país, y la cifra se ha mantenido bastante estable hasta hoy(12).

Nunca ha habido verdadera transparencia en la industria estadounidense de los grupos de presión, quiénes son sus miembros y clientes, cuánto dinero se mueve y para qué se utiliza. En 2013, se supo que se utilizaron unos 3,2 millones de dólares en efectivo de los grupos de presión para sobornar a congresistas estadounidenses(13). Los grupos de presión concentrados en Washington confeccionan la legislación con el dinero que dan a los políticos, por lo que difícilmente puede llamarse a los Estados Unidos una democracia.

El sistema relativo a la campaña electoral en EEUU, por su naturaleza, hace que los políticos sean favorables a los bancos y a las empresas multinacionales. Esta evolución del sistema estadounidense se agudizó con el colapso del comunismo hace tres décadas, un hecho que reforzó el mito sobre el "excepcionalismo estadounidense"(14).

Notas

1 "CEOs at big U.S. companies paid 331 times average worker", Inter Press Service, 16 April 2014

2 Martin A. Lee, The Beast Reawakens (Routledge; 1st edition, 12 October 1999) p. 43

3 Ibid.

4 Luiz Alberto Moniz Bandeira, The World Disorder: US Hegemony, Proxy Wars, Terrorism and Humanitarian Catastrophes (Springer; 1st edition, 4 February 2019) p. 28

5 Ibid., p. 31

6 "15 Bush officials owned Enron stock", Irish Examiner, 12 January 2002

7 Bandeira, The World Disorder, p. 32

8 Ibid.

9 "Goldman's Blankfein collects $68 million bonus", CNN, 21 December 2007

10 Bandeira, The World Disorder, p. 35

11 "Ukraine War: Will 'Nordic-Bomb' hurt America's stakes & reputation in Europe as it battles Russia?" Eurasian Times, 17 February 2023

12 "Number of registered active lobbyists in the United States from 2000 to 2022", Statista, 25 January 2023

13 Bandeira, The World Disorder, p. 36

14 Ibid., p. 34