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"Dentro de unos meses me voy... Me voy de este país de mierda que me provoca nauseas", dijo Berlusconi a su amigo Valter Lavitola, director del periódico Avanti, en una conversación telefónica hecha pública el jueves.

El primer ministro italiano, Silvio Berlusconi, la ha vuelto a embarrar, al igual que ha hecho siempre que ha abierto la boca para hablar sobre sus célebres fiestas particulares, por las que está siendo sometido a una investigación de la cual trascendió este jueves a los medios una conversación telefónica con un amigo.

Esta vez, la perla de Il Cavaliere fue su confesión a su allegado Valter Lavitola, director del diario Avanti, el 13 de julio pasado, de que quería marcharse de Italia, país al que calificó como "de mierda".

En el diálogo se puede escuchar a Berlusconi decirle a Lavitola que "dentro de unos meses me voy... Me voy de este país de mierda que me provoca nauseas", al referirse a la causa que siguen los jueces en su contra, definida por él como una "persecución política".

Los medios italianos informaron también el jueves de la detención del empresario Giampaolo Tarantini y su esposa, Angela Vevenuto, por un supuesto chantaje al primer ministro con motivo de sus fiestas privadas con jóvenes chicas, algunas de ellas presuntamente menores de edad.

Fiscales de Nápoles a cargo del caso dijeron a la prensa que creen que Tarantini exigió a Berlusconi el pago de dinero para testificar que el mandatario desconocía que las mujeres que acudían a sus fiestas eran prostitutas.

El escándalo por las fiestas en compañía de prostitutas celebradas en propiedades de Berlusconi salió a la luz cuando, el 22 de junio de 2009, el diario La Repubblica informó de que la Fiscalía de Bari investigaba esas reuniones privadas por supuesta inducción a la prostitución, recordó El Mundo.

Entre los implicados en esa trama figuraba Tarantini, quien supuestamente reclutaba a las jóvenes que asistían a las fiestas en la residencia de Berlusconi en Roma y Cerdeña, entre ellas la prostituta de lujo Patrizia D'Addario. Después de que estallara el escándalo, Berlusconi siempre sostuvo que desconocía que algunas de las jóvenes que acudían a su casa eran prostitutas.