En un mundo que aún se recupera de las secuelas del escándalo del COVID-19 y una avalancha de mandatos ilegales, la Organización Mundial de la Salud (OMS) ha vuelto a cobrar protagonismo con un simulacro de pandemia de dos días, el Ejercicio Polaris.
Este último simulacro, en el que han participado
más de 15 países y 20 agencias sanitarias regionales, ha reavivado el debate sobre las verdaderas intenciones de estos ejercicios. Los defensores de la libertad sanitaria señalan que estos simulacros no se limitan a la preparación, sino que forman parte de una agenda más amplia para controlar las narrativas y políticas sanitarias mundiales. La misma planificación se llevó a cabo en 2019, justo antes de la aparición del COVID-19.
El Ejercicio Polaris, realizado la primera semana de abril, se diseñó para poner a prueba el
Cuerpo Mundial de Emergencias Sanitarias (GHEC) de la OMS, un marco que busca fortalecer el personal de emergencia de los países, coordinar el despliegue de equipos de refuerzo y expertos, y fortalecer la colaboración entre naciones. Según la OMS, en el ejercicio participaron más de 350 grupos de emergencias sanitarias conectados a nivel mundial, simulando un brote de un virus ficticio que se propaga por todo el planeta.