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¿Pondrías arsénico en tu cepillo de dientes? El flúor, un veneno casi tan potente como el arsénico, se añade a muchos dentífricos y enjuagues dentales. Sólo dos gramos de flúor son capaces de matar a un adulto y 500 mgr son suficientes para matar un niño.
Por increíble que nos parezca, no sólo el flúor no previene las caries, sino que daña el esmalte de los dientes provocando fluorosis dental: los dientes pierden su coloración natural, se vuelven más frágiles y se rompen con facilidad. Además, el flúor provoca la precipitación del calcio, lo que daña la estructura ósea, de la que los dientes forman parte, al estar compuesta principalmente por calcio.
También puede provocar osteoporosis. La acumulación de depósitos de calcio en las arterias puede dar lugar a afecciones cardiacas y arterioesclerosis. El flúor también mineraliza los tendones, los músculos y los ligamentos volviéndolos quebradizos, dolorosos y poco flexibles.El flúor es un potente veneno que
puede provocar múltiples patologías como cáncer, (principalmente osteosarcoma, el tipo más común de cáncer de huesos, y cáncer de tiroides),
hipotiroidismo, fibrosis pulmonar, enfermedades renales, roturas de tendones (el flúor ataca el colágeno),
infertilidad (baja los niveles de testosterona, así como la movilidad y el número de espermatozoides),
artritis y obesidad. En niños disminuye su coeficiente intelectural (IQ) y puede ser causa del Síndrome de Deficiencia de Atención con Hiperactividad (ADHD)