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Con el aumento de todo tipo de fenómenos cósmicos y planetarios extraños y llamativos, surgen muchas preguntas a las que las teorías provenientes de los organismos internacionales y la ciencia convencional parecen no poder darnos explicaciones creíbles. Además, éstas parecen estar en constante contradicción debido a su propia corrupción, o bien, ignorancia.
Es por eso que buscar comprenderlo desde otras perspectivas que provengan una visión más sistémica, de un Universo conectado, en el cual todos los elementos tienen una interacción entre sí, resulta más apropiado y ayuda a comprender un poco mejor las posibles causas y consecuencias de lo que estamos observando a nuestro alrededor.
El incremento de la actividad cometaria y de rocas espaciales ingresando en la atmósfera genera cambios en la Tierra y en la atmósfera relacionados con el cambio climático observado en los últimos años. La actividad volcánica y los terremotos, que claramente han estado muy activos, ciertamente nos muestra que hay algo moviendo el manto terrestre, haciendo temblar al planeta desde adentro e incrementando las posibilidades para una Era Glacial.
Este tipo de fenómenos en aumento y esparcidos en todo el planeta ya han existido en otros momentos de nuestra historia y
han afectado a las diversas civilizaciones humanas, como bien podemos ver al hacer un análisis de los registros históricos disponibles (ver
Intenciones celestiales: Cometas y los cuernos de Moisés y
La caída y sus leyendas). Caídas de imperios debido a eventos ambientales o encuentros con cometas e impacto en la Tierra;
plagas y enfermedades que posiblemente ingresaron en la Tierra con estos "visitantes" del espacio.
La
baja actividad solar enfriando el planeta, por su lado, nos lleva a preguntarnos acerca de la influencia de la
actividad solar en el clima terrestre y, quién sabe,
en su comportamiento.
Todo nos lleva a considerar que nuestra interacción con el entorno planetario y cósmico es mucho más importante de lo que estimamos en nuestro eterno anhelo de querer sentirnos seguros e intocables por semejantes fuerzas que no alcanzamos a comprender del todo. Y si lo vemos desde la perspectiva de la Teoría de la Información, si consideramos al Universo, y a nosotros como parte del mismo, como un gran sistema informático ¿Podríamos decir que la actividad humana tiene un impacto en el cosmos? ¿Podríamos decir que la vida orgánica y la consciencia humana actúan como condensadores y procesadores de información y que la manera en que condensamos y procesamos esa información proveniente de todo el universo afecta de alguna manera a todo el Universo?
De ser así, cada sistema se autorregula. Cuando nuestro cuerpo posee células infectadas por algún virus o enfermedad, desencadena una serie de reacciones para deshacerse de las mismas. Extrapolando esta analogía podemos preguntar: ¿Cuál es nuestra actitud y forma de relacionarnos con el entorno como seres humanos? ¿Estamos actuando de una manera orientada a mantener el balance o estamos existiendo como células disfuncionales dentro del Gran Sistema?
Podríamos decir que el contexto social en el que vivimos nos predispone a la autodestrucción ¿Y cual es nuestro rol ante estas circunstancias? Desde esta perspectiva, podemos asumir que tenemos una responsabilidad y que a partir del conocimiento podemos elegir la manera en que vamos a interactuar como elementos en un Gran Todo, optando por ser más humanos, como células sanas que cooperan manteniendo el balance.
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