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© Alberto LópezCova Eirós está en un lugar abrigado, en un entorno bien provisto de vegetación y agua.
Si bien durante la última era glacial -la glaciación de Würm- hubo épocas considerablemente más duras que las que conocieron los habitantes de Cova Eirós hace 26.000 años, las condiciones climáticas y ambientales hacían que una buena parte del territorio gallego resultase inhóspito en ese período. Entre las zonas menos acogedoras estaban sin duda las de alta montaña.

Según Vidal Romaní, «en Cova Eirós la vida debía de ser bastante soportable, porque evidentemente, si no fuese así, no se encontrarían allí rastros de asentamientos humanos, pero el lugar está a setecientos metros, que es una altura considerable, y debía de encontrarse prácticamente en los límites de la zona de glaciarismo». Por encima de esas cotas, por lo tanto, la vegetación y la fauna debían de ser considerablemente más pobres. El frío de las alturas y la escasez de recursos no ofrecerían unas condiciones muy aceptables para la vida humana.

Las condiciones que ofrecía el entorno de la cueva de Triacastela en los tiempos de la cultura gravetiense -en la que se encuadra el colgante recién datado- debieron por otra parte ser muy similares a las que se dieron hace 84.000 años, cuando el lugar estuvo habitado por los hombres de Neandertal, ya que por entonces las temperaturas parecen haber sido muy similares a las de hace 26.000 años, es decir, unos siete grados más bajas que las actuales. «Lo más probable es que las condiciones ambientales de esa zona se hayan mantenido bastante estables durante períodos muy largos y por eso pudo albergar asentamientos humanos en épocas muy diferentes de la prehistoria», señala el geólogo.

Tempestades de arena

Otra importante diferencia ambiental entre el Paleolítico y la época actual en el territorio gallego, comenta además el director del instituto geológico coruñés, es que «los ríos no salían directamente al mar sino que desembocaban en amplias lagunas costeras cerradas con arenales como las actuales de Carnota». Fuera de los valles fluviales que eran entonces las actuales rías, la línea de la costa tampoco debía de ofrecer unas condiciones muy favorables para la vida humana, porque «estaría azotada por los vientos con tempestades de arena en las épocas invernales».