El 25 de julio fue una fecha traumática en la conciencia del pueblo de Puerto Rico. Fue ese día en 1898 cuando las tropas estadounidenses invadieron a la entonces próspera y pacifica Provincia de Puerto Rico, entonces la primera autonomia española.
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He aquí un articulo publicado en El Diario de Puerto Rico, un rotativo que brevemente existió en Puerto Rico a principios del siglo XX y asociado a la figura de Luis Muñoz Rivera, un político puertorriqueño que nació ciudadano español y de corte autonomista. Fue él quien negoció con Práxedes Mateo Sagasta la Carta Autonómica para Puerto Rico. Posteriormente fue Ministro de la Gobernación de aquel breve gobierno autonómico de la Provincia de Ultramar de Puerto Rico.

Este artículo, El 25 de julio ¿Por qué no lo celebramos? el autor desmantela sistemática y contundentemente los alegados beneficios de la invasión de 1898. Este expone claramente la cruda realidad colonial que entonces vivían los puertorriqueños. Con un estilo simple, sencillo y contundente se contrasta la realidad de las condiciones políticas, económicas y sociales que vivía Puerto Rico en aquella época contra las bondades que tuvo aquel Puerto Rico español. Tristes realidades que aún hoy viven los puertorriqueños en pleno siglo XXI. Condiciones y desventajas que no han cambiado mucho en los 116 años desde que se publicó aquel artículo.

EL 25 DE JULIO. ¿Por qué no lo celebramos? *

La Comisión organizadora de la fiesta celebrada en Ponce anteayer, para conmemorar la invasión del año 98, publica una hoja suelta en que se propone hacer reseña de los motivos en virtud de los cuales quiere que la ciudad se regocije. Y arremete contra España en los tomos más valientes del idioma español. Proeza es que no envidiará ningún hombre de carácter. Nosotros combatimos a España cuando sus gobernadores podían proscribir y encarcelar; cuando sus ejércitos mantenían a las autoridades; cuando en la lucha había peligros inmediatos; cuando nuestro pueblo sentía la coacción de la Guardia civil; cuando un Guzmán Benítez andaba de ocultis por Fajardo mientras Baldorioty, Marín, Vázquez y Carbonell eran huéspedes de las bóvedas del Morro. Insultar hoy a la vieja madre patria, labor nos parece propia de espíritus flacos y cobardes más que de espíritus nobles y generosos.

Pero no nos toca defender a España. Nos toca, sí, poner frente a la enumeración de hechos falsos que hace desde la ciudad del sur, no sabemos quién, la enumeración de hechos exactos, que hacemos desde aquí para que todo el mundo sepa POR QUÉ NO CELEBRAMOS EL 25 DE JULIO y por qué nos avergonzaríamos de celebrarlo.
El Gobierno americano encontró en Puerto Rico una autónoma más amplia que la del Canadá. Debió respetarla o ensancharla y solo quiso y pudo destruirla.
Teníamos tres representantes en el Senado y dieciséis en el Congreso, y, gobernando y administrando nuestro país, contribuíamos también a administrar y gobernar a la metrópoli. Ahora tenemos un delegado SIN VOTO en Washington.

Teníamos un Consejo de secretarios, cuyos decretos sancionó SIEMPRE el gobernador. Hoy tenemos un Consejo Ejecutivo, en su mayoría compuesto de personas que no nacieron aquí, ni poseen arraigo alguno y que se interesan por la nación que las nombra y no por la región que les paga.

Teníamos unas Cámaras insulares electas por el voto del pueblo con facultades para legislar en materia de presupuestos, obras públicas, instrucción pública, beneficencia, Sanidad, Correos y Telégrafos, etc. Ahora tenemos una Cámara cuyas facultades anula el Consejo ejecutivo, dueño absoluto de aprobar o rechazar las leyes.

Teníamos un sistema de enseñanza regularmente organizado, en el cual podían introducirse reformas que lo perfeccionasen. Hoy tenemos un sistema de enseñanza en virtud de cuyos errores los alumnos acaban de perder un año entero, y perderán los años sucesivos si Dios no lo remedia.

Teníamos correo diario en todos los pueblos. Hoy tenemos expediciones trisemanales en muchos puntos, y el franqueo de las cartas y de los telegramas aumentó sus precios, y las estaciones se cierran en las ciudades de noche y los días festivos, donde antes permanecían abiertas de día y de noche.

Teníamos un presupuesto con superávit, a pesar de los gastos de guerra y marina y de los Tributos a la estirpe de Cristóbal Colón. Hoy tenemos un presupuesto con un millón de dólares como déficit. ¡Un millón de dólares, cuando el presupuesto del Gabinete insular, íntegro, con sus varias partidas, no llegaba a esa cantidad!

Teníamos en las oficinas empleados exclusivamente puertorriqueños y el dinero de nuestras bolsas entraba así en las bolsas de nuestros paisanos; hoy tememos en las oficinas empleados casi exclusivamente continentales, con sueldos fastuosos: como que los fijan ellos para ellos.

Teníamos un idioma oficial en que era fácil de entenderse con los gobernantes: el idioma nuestro, el que hablamos desde niños, el de nuestras madres, el de nuestros hijos. Hoy tenemos un idioma oficial que no conocemos ni conoceremos nunca y cuya pronunciación es inaccesible para nuestros órganos vocales.

Teníamos un sufragio que podían emitir TODOS LOS MAYORES DE 25 AÑOS, fuesen o no contribuyentes y supiesen o no leer y escribir. Hoy tenemos su sufragio restringido, incompleto, que priva a las masas del derecho que la autonomía les concediera.

Teníamos, al verificarse las elecciones y al regir de lleno EL RÉGIMEN MORET, Municipios absolutamente autónomos y libres por la ley. Hoy tenemos Municipios sometidos a la tutela del gobernador civil en asuntos políticos, y a la tutela del tesorero central en asuntos económicos y administrativo.

Y después, y además, durante los últimos tiempos de España, no se violó el domicilio de ningún puertorriqueño.
  • No se suprimió ningún periódico, como en tiempos de Henry.
  • No se instauró una Corte militar, como la presidida por Petingill.
  • No se aplicó el componte, como lo aplicaron unos guardias insulares en Toa-Alta, y algunos guardias municipales en Ponce.
  • No se creó un cuerpo de Policía para el provecho de un partido adulador de los que mandan y explotan.
  • Ni intervino un funcionario civil en la conducta de los jueces, como interviene ahora el gobernador, ordenando la excarcelación de un guardia que disparó su revólver sobre mujeres indefensas.
  • Ni existieron Tribunales de Policía, sin apelación en sus fallos; Tribunales tan despóticos que merecen el nombre histórico de SANTO OFICIO.
  • Ni hubo un alcalde que adquiriera la triste celebridad de "Guzmán el malo", a causa de sus fechorías no comparables con las de Ulsurrum y Olaguíbel.
  • Ni faltó la seguridad personal hasta el extremo de que para vivir sea preciso armarse de punta en blanco y andar prevenidos para no ser víctimas de la traición en acecho.
  • Ni se jugó descaradamente en garitos que todo el mundo señala y que la Policía no descubre porque lleva un vendaje en los ojos.
  • Ni se condenó a presidio a un insular por haber pegado a un continental.
  • Ni quedaron impunes asesinatos como el de Barros, donde un soldado mató a un obrero de la manera más gratuita.
  • Ni se pasearon las turbas por las calles en tumulto, dando gritos de muerte. Ni rigió un derecho para los NATIVOS y otros derechos para los dominadores. Ni se negó al país la carta constitucional de su metrópoli.
  • Ni tuvo que emigrar la población campesina para no perecer de miseria, famélica y desnuda.
  • Ni se escuchó el ultraje en los labios de ministros y senadores, como se escucha en los de Mr. Root y Mr. Teller.
  • Ni un coronel sacó de una Audiencia - la de Ponce - al presidente del Tribunal -Becerra- sin motivo y sin causa.
  • Ni se extrajo de un vapor francés a un extranjero -Mourraill- contra las prácticas del derecho de gentes, en un pleito civil, habiendo prestado fianza considerable y embarcado con la venia del juez.
Y después, y además...
Las células personales.
Los derechos de transmisión de bienes.
El impuesto del timbre.
El tributo de exportación sobre frutos del país.
La inicua derrama de la Diputación provincial.
Pero eso fue obra del Gabinete que presidía Muñoz Rivera y que informaba y aconsejaba a conciencia al Gobernador.
En cambio se establece:
El tributo sobre los fósforos.
El tributo sobre los alcoholes.
El tributo de las armas, que da lugar a los inverosímiles registros de la policía en las ciudades republicanas.
El tributo directo sobre las tierras, en que pagan poco los ricos y mucho los pobres.
Y se consiente.
Que el ejército importe víveres para él, y no consuma nada al comercio de la isla.
Que un funcionario cobre dos sueldos A LA VEZ, cuyos sueldos sube a CUATRO MIL OCHOCIENTOS dólares. Este funcionario se llama Bothwell y es Marshall de la Corte Suprema y oficial ejecutivo de la Junta de Cárceles y presidios.
Que un tesorero, Mr. Hollander, modifique a su antojo un BILL votado por el Congreso, como lo modifica al nombrar investigadores que maten al comercio y perturben los negocios.
Que permanezcan en Washington los millones que pertenecen al pueblo de Puerto Rico y que éste necesita para no sucumbir de hambre, ya que la estadística nos dice que la mortalidad se ha triplicado desde la invasión.
Y se dispone.
Que nos arruine el 15 por 100 de la tarifa Dingley, más fuerte que la tarifa entera que se nos aplicaba en 1897.
Que se perciban un SCHOOL TAX, o sea la contribución de un dólar por habitantes, que cubren los puertorriqueños para escuelas inútiles y para edificios, como la MODEL SCHOOL, que valen seis mil dólares y cuestan trece mil.
Que se cobre por los caballos, por los perros, por los gatos, etc., etc.
Que se administre sin dar cuentas al público de la inversión de fondos y sin que nadie pueda decir Cuanto ingresó y cuánto salió de las cajas desde 18 de octubre de 1898 hasta 27 de julio de 1900.
Por eso, y por lo que queda en silencio y en la sombra, no celebramos nosotros el 25 de julio.
Porque creíamos que amanecía una era de libertad y asistimos al espectáculo de una absorción terrible.
Porque suponíamos que, a lo menos, se nos declarara Territorio, y ni siquiera Colonia se nos declara.
Porque no se nos concedió nada de lo que se nos prometía y porque regocijarse de su propia inferioridad; de la inferioridad a que nos condena el Congreso al declarar que NO SOMOS CIUDADANOS DE LOS ESTADOS UNIDOS, ni nos ampara la constitución federal, ni formamos parte de la nación redentora.

Los republicanos de Ponce, sobrándose -así se dice en el lenguaje del pueblo-acuden donde les llaman y parecen sentirse orgullosos de los desprecios que sufre Puerto Rico.
Sigan en las fiestas. Nosotros seguiremos en la lucha por el pleno derecho, por la plena constitución, por la plena nacionalidad americana y por la plena personalidad puertorriqueña.
El día en que tengamos ESO empezaremos a sentir el orgullo y alegría de ser americanos.

Por hoy, nos limitamos a sentir la alegría y el orgullo de no haber perdido la vergüenza.

* Nota:

Artículo obtenido del libro; Puerto Rico: cien años de lucha política, Volumen II, Documento #53, por Reece B. Bothwell González, publicado por la Editorial Universitaria, 1979.