Tyree King tenía solo 13 años y una pistola de aire comprimido en sus manos cuando le disparó un agente de la policía de Columbus (Ohio) mientras le perseguían por su supuesta implicación en un robo.

El adolescente, de raza negra, se convierte así en la más reciente de una interminable lista de víctimas de la violencia policial norteamericana, que se ensaña principalmente con los afrodescendientes o latinos.
gun pistola
© Flickr/ Timothy Tsui
Una noticia que se parece a muchas otras, que se repiten con espeluznante frecuencia provocando enérgicas protestas de buena parte de la sociedad. Esta vez se llamaba Tyree, pero otras veces han sido Michael o Tamir, pero con denominadores comunes: negros, desarmados y muchas veces, apenas niños.

Según cifras del diario The Washington Post este año han muerto ya 686 personas por disparos policiales. De estas, 39 iban desarmadas y 26 llevaban pistolas de juguete. En la mayoría de estos casos, los agentes han alegado defensa propia y no han sido acusados, lo que ha provocado protestas y denuncias de discriminación por parte de la comunidad negra.


Comentario: Y cuando son acusados en muy raras ocasiones son condenados. Y cuando son condenados y existe indemnización por parte del gobierno, terminan siendo los contribuyentes quienes pagan por los crímenes de la fuerza policial, quienes a su vez también reciben su salario de los mismos contribuyentes.

Es decir, estos oficiales son pagados por el pueblo. El mismo pueblo al que terminan asesinando, y el mismo pueblo que termina pagando por sus actos.


Tyree es la tercera víctima más joven de ese listado. Por delante están Ciara Meyer, de 12 años que recibió un balazo en el transcurso de un desalojo en Pennsylvania; y Jeremy Mardis, de 6 años, alcanzado por un proyectil dirigido a su padre.

Este caso recuerda también al de Tamir Rice de 12 años, baleado por un policía mientras tenía las manos en los bolsillos, también en Ohio en 2014.