El ser humano es evolutivo, no permanente. Es cíclico, no estático. Es vulnerable a su propio crecimiento. Algunas veces el carácter juega a favor de esa evolución y otras veces no. Cuando no lo hace es cuando sobreviene una crisis. En consecuencia, una crisis es un momento de impasse producto de que se da una lucha interna entre avanzar como pide el organismo o retroceder como pide el carácter, lo que puede conectarnos con nuestra propia locura, porque no hay nada más loco que vivir esclavo de un carácter.

liberación personal
© Desconocido
No se puede jugar a medias.
Si se juega, se juega a fondo.
Para jugar hay que apasionarse,
para apasionarse hay que salir del mundo de lo concreto.
Salir del mundo de lo concreto es incursionar en el mundo de la
locura,
del mundo de la locura hay que aprender a entrar y salir.
Sin meterse en la locura no hay creatividad,
sin creatividad uno se burocratiza,
se torna hombre concreto,
repite palabras de otros.

Eduardo "Tato" Pavlovsky. Médico, psicoanalista, actor, dramaturgo y psicodramatista argentino
¿Qué es lo que entra en crisis? El autoconcepto: soy esto y no aquello

Dice Paco Peñarrubia del autoconcepto "consiste en seleccionar interesadamente algunos aspectos de nuestra personalidad, identificarnos con ellos y mostrarnos así de limitados y previsibles ante el mundo". Es decir, aceptamos un aspecto de nosotros mismos, pero no su contrario. Para ponerlo en un ejemplo: existen personas que aceptan ser y estar siempre sonrientes y solícitos, pero no aceptan mostrarse o verse a sí mismas tristes y distantes. Y no nos confundamos, hacemos esto (autoconcepto) para nosotros, no para los demás porque no hay ningún estudio que diga que si te muestras siempre contenta vas a ser más aceptada. Dicha persona lo hace porque se ha negado a sí misma la vivencia de su propia tristeza. No es objetivo de este blog entrar en los mecanismos de defensa que cada persona construye, pero, y en última instancia, el autoconcepto es una defensa infantil de la cual tendríamos que ir deshaciéndonos paulatinamente. Eso sería lo deseable. Pues es una estrategia que en la infancia trajo muchos beneficios, pero que en la edad adulta, es necesario que se renueve con las herramientas que se van construyendo con los años.

En definitiva, el autoconcepto es una cárcel de la cual, cada cierto tiempo, nos apetece salir porque crecemos, o por lo menos, nos tocaría crecer. Y digo cada cierto tiempo porque los intentos por salir de la prisión del autoconcepto son siempre más de uno y sólo vamos saliendo de una jaula pequeña para meternos en otra mayor hasta que toque crecer de nuevo. Para crecer y dejar de ser prisionero es imprescindible cuestionar lo que pensamos y sentimos sobre nosotros mismos y actualizar lo que nos da bienestar genuino. Para ello es importante recordar que como seres humanos, además de ser cíclicos, tendemos a evolucionar y que el autoconcepto es la rigidez y la anti evolución personificada.

¿Qué frena la evolución? El miedo
El miedo es una linterna que funciona al revés.
Si está encendida da oscuridad
si está apagada, alumbra

Paulina Ramírez
En mi blog "Cómo lidiar con ciertas emociones III: La mala fama del miedo" decía que cada uno de nosotros hemos construido un monstruo particular que hace que descuidemos el sentido real que tiene el miedo como emoción y mensaje.

El miedo a perder el control de cómo nos vemos o nos ven (autoconcepto) es una alucinación por dos razones: porque no corre peligro nuestra vida ni nuestra integridad física si salimos de la prisión y en segundo lugar, porque el autoconcepto es una idea que sólo vive en nuestra cabeza, para nadie más es importante y por lo tanto, no tiene sentido temer a las consecuencias de su desaparición. Sólo tiene sentido cuando entiendo que soy yo quien le teme a explorar y sentir mi parte escondida. Es en ese momento cuando la decisión de coger un camino (miedo o evitación) u otro (experimentar la crisis) se transforma en tomar partido por la cristalización de un miedo infantil o por crecer.

Fantasías catastróficas sobre la vivencia de una crisis

Lo primero que pensamos cuando entramos en crisis es que nunca más vamos a salir de ella. Eso es falso porque, como dije antes, el ser humano es cíclico y susceptible a su propia evolución. Es decir, que cuando existe una necesidad (crecer), la satisfacción de dicha necesidad, da paso a un estado de agrado con nosotros mismos.

Lo segundo que pensamos es que no vamos a poder lograrlo. Nos vemos incapaces de resolver nuestro propio bienestar. Es en este punto en el que muchas personas buscan ayuda terapéutica. Yo misma lo hice y me salvó la vida porque mi creencia de que no podía salir yo sola de la crisis, me estaba frenando. El acompañarme de un terapeuta, no sólo me ayudó para darme cuenta de que el miedo era un estorbo para crecer, sino que también, me enseñó todas las trampas que me hago para permanecer niña. Es decir, el acompañamiento terapéutico es importante en este momento de la vida porque da luz al sitio temido y un lugar seguro para explorarlo.

Lo tercero a lo que nos enfrentamos es que nadie nos va a querer "así". Este es el aspecto menos maduro de una crisis. Está hablando nuestro niño interior. Nuestra labor de adulto es sosegar su miedo, no identificarnos con él. El sosiego es de vital importancia porque cuando lo tranquilizamos vemos muy claro lo que necesitamos y que somos perfectamente capaces de tomar consciencia de lo que nos está haciendo daño y responsabilizarnos de nuestro crecimiento.

Una crisis sana el carácter, no lo cambia

Superar el miedo infantil es algo que debemos hacer, no es opcional, si queremos aspirar a una vida de bienestar. Sin embargo, no existen dos crisis iguales ni estrategias mágicas para superarlas. La única luz es sosegar el miedo para poder alumbrar la oscuridad.

El cambio se da como consecuencia de transitar por la parte que no queremos ver de nosotros mismos y salir de la jaula del autoconcepto. Lo que cambia es nuestra forma de ver al mundo y de relacionarnos con los demás. Nosotros seguimos siendo los mismos, aunque más sanos y, sobre todo, más maduros y responsables.
Referencias

Peñarrubia, F. 2006. "Terapia Gestalt. La vía del vacío fértil". Madrid. Alianza Editorial.