Traducido por el equipo de sott.net

Desde hace años el consumo de carne roja se ha vinculado a dolencias tales como cardiopatías, accidentes cerebrovasculares y cáncer. Pero en los entresijos de esos trabajos publicados hay notables limitaciones.
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Casi todas las investigaciones son observacionales, incapaces de establecer la causalidad de forma convincente. La mayoría está plagada de variables de confusión. Por ejemplo, ¿quizás los consumidores de carne simplemente comen menos verduras, o tienden a fumar más o a hacer menos ejercicio? Además, muchos se basan en el consumo declarado por los propios consumidores. El hecho es que la gente no puede recordar con exactitud lo que come. Y, por último, el valor de los efectos declarados en estos artículos científicos suele ser pequeño. ¿Merece la pena preocuparse por un supuesto 15% más de riesgo de cáncer?

Un estudio denuncia la vaguedad en la investigación

En un nuevo esfuerzo sin precedentes, científicos del Instituto de Métrica y Evaluación de la Salud (IHME) de la Universidad de Washington han analizado décadas de investigación sobre el consumo de carne roja y su relación con diversos resultados de salud, formulando un nuevo sistema de clasificación para comunicar los riesgos para la salud en el proceso. Sus conclusiones disipan en su mayor parte cualquier preocupación por el consumo de carne roja.

"Encontramos escasas pruebas de asociación entre el consumo de carne roja no procesada y el cáncer colorrectal, el cáncer de mama, la diabetes de tipo 2 y la cardiopatía isquémica. Además, no encontramos pruebas de una asociación entre la carne roja no procesada y el ictus isquémico o el ictus hemorrágico", resumieron.

Los científicos del IHME llevaban décadas observando la naturaleza chapucera de la ciencia de la salud. Cada año se publican cientos de estudios francamente flojos que simplemente intentan encontrar un vínculo observacional entre alguna acción — comer un alimento, por ejemplo — y un resultado de salud, como la muerte o la enfermedad. Al final, debido a métodos descuidados, poblaciones de sujetos variables y medidas estadísticas inconsistentes, todo, especialmente los diferentes alimentos, parece estar asociado y no asociado al cáncer. ¿Cómo se supone que el público no especializado debe interpretar este lío?

Un nuevo sistema para establecer el riesgo

Y así, los investigadores idearon la función de riesgo de la carga de la prueba, un novedoso método estadístico para "evaluar y resumir cuantitativamente las pruebas de riesgo en diferentes pares de riesgo-resultado". Con esta función, cualquier investigador puede evaluar los datos publicados sobre un determinado riesgo para la salud y, a continuación, mediante la función, calcular un único número que se traduce en un sistema de clasificación de una a cinco estrellas.

"Una calificación de una estrella indica que puede no haber una verdadera asociación entre el comportamiento o la condición y el resultado de salud. Dos estrellas indican que el comportamiento o la condición se asocia al menos con un cambio del 0 al 15% en la probabilidad de un resultado de salud, mientras que tres estrellas indican al menos un cambio del 15 al 50%, cuatro estrellas indican al menos un cambio del 50 al 85%, y cinco estrellas indican un cambio de más del 85%".

Cuando el IHME utilizó esta función sobre el consumo de carne roja y sus posibles vínculos con diversos resultados adversos para la salud, descubrió que ninguno merecía más de una calificación de dos estrellas.

"Las pruebas de un riesgo vascular o sanitario directo por comer carne con regularidad son muy escasas, hasta el punto de que quizás no exista ningún riesgo", comentó el Dr. Steven Novella, neurólogo de Yale y presidente de la Sociedad Escéptica de Nueva Inglaterra. "Sin embargo, hay más pruebas de un riesgo para la salud por comer muy pocas verduras. Ese es realmente el riesgo de una dieta rica en carne, esas calorías de la carne están desplazando a las calorías de las verduras."

"Además de ayudar a los consumidores, nuestro análisis puede orientar a los responsables políticos en el desarrollo de programas de educación para la salud y el bienestar, de modo que se centren en los factores de riesgo con mayor impacto en la salud", dijo en un comunicado la doctora Emmanuela Gakidou, profesora de ciencias métricas de la salud en el IHME y autora principal del estudio. "Los investigadores sanitarios también pueden utilizar este análisis para identificar las áreas en las que las pruebas actuales son débiles y se necesitan estudios más definitivos".