Traducido por el equipo de SOTT.net

Recordando el legado del Papa Benedicto XVI, siempre apreciaré el hecho de que reconociera los peligros del materialismo darwinista, quizá de forma más llamativa en la homilía que pronunció en su toma de posesión en 2005.
Pope B
© UnknownEl Papa Benedicto XVI
"No somos un producto casual y sin sentido de la evolución. Cada uno de nosotros es el resultado de un pensamiento de Dios".
Pero Benedicto habló claramente sobre el tema también en otras ocasiones. Casi perdidas por los principales medios de comunicación fueron dos declaraciones sobre el diseño inteligente, en contraste con la evolución darwiniana. La primera fue una homilía de 2006 en Ratisbona que quedó eclipsada en las noticias por su otro discurso, más famoso, en el que mencionó el islam. La segunda declaración la hizo más tarde ese mismo año en Verona, según recogió el Servicio de Información del Vaticano (VIS).

Un mundo con sentido

Como alguien familiarizado con el libro de 2006 Un mundo con sentido, de los investigadores Benjamin Wiker y Jonathan Witt, del Discovery Institute, me sorprendió en aquel momento lo mucho que se parecían las declaraciones del Papa Benedicto sobre la ciencia y la racionalidad a los argumentos ofrecidos por el Dr. Wiker y el Dr. Witt. El discurso del Papa ante el Congreso Eclesial Italiano parece sacado directamente del capítulo 4: "La geometría del genio". He aquí un extracto de Benedicto (traducido del italiano por VIS):
"En la raíz del ser cristiano no hay una decisión ética o una idea elevada... sino un encuentro con la persona de Jesucristo", dijo Benedicto XVI. "La fecundidad de este encuentro se manifiesta... también en el contexto humano y cultural de hoy", añadió, poniendo como ejemplo las matemáticas, una creación humana en la que la "correlación entre sus estructuras y las estructuras del universo... suscita nuestra admiración y plantea un gran interrogante. Implica que el universo mismo está estructurado de manera inteligente, de tal modo que existe una correspondencia profunda entre nuestra razón subjetiva y la razón objetiva de la naturaleza. Es, pues, inevitable que nos preguntemos si no hay una única inteligencia original que sea la fuente común de una y otra... Esto anula la tendencia a conceder primacía a lo irracional, al azar y a la necesidad".
Y aquí Wiker y Witt, Un mundo con sentido, pág. 103:
Para los científicos, el mayor y más peculiar regocijo intelectual se produce cuando descubren que el orden de las matemáticas ilumina el orden de la realidad. No se trata de una correspondencia pasional y contable de líneas y catetos, sino de una participación en una unión etérea de belleza y verdad, en la que la belleza y la verdad del orden matemático coinciden con algún aspecto del orden natural. Es interesante que, a medida que los biólogos (siguiendo a Darwin) se han vuelto más reduccionistas con respecto a la belleza, los físicos han llegado a una nueva apreciación de la centralidad de la belleza con respecto a la relación de las ecuaciones matemáticas con la realidad.
De Un mundo con sentido, págs. 99-100:
Hemos dedicado algún tiempo a centrarnos en la belleza porque nuestra apreciación de la belleza matemática se extiende a los ámbitos intelectuales más abstractos, incluidos los habitados por los físicos teóricos. Ahora podemos hacernos una pregunta crucial, pero que a menudo se pasa por alto: ¿Qué derecho tenemos a esperar que nuestra capacidad humana de abstracción matemática y nuestra apreciación humana de la elegancia nos aporten algún conocimiento de la naturaleza? Si, después de todo, el universo mismo se produjo al azar y no nos tenía en mente, y si nuestras propias capacidades de razonamiento y nuestro amor por la belleza se produjeron igualmente al azar, ¿podríamos esperar razonablemente que las matemáticas fueran una herramienta eficaz para nosotros a la hora de "descifrar el significado de los datos"?
Y, por último, pág. 109:
Como hemos argumentado, si el orden de la naturaleza preexiste a nuestros intentos de captarlo y, en consecuencia, si la extraña eficacia de las matemáticas depende del orden preexistente de la naturaleza para ser eficaz, entonces la naturaleza está inteligente e ingeniosamente ordenada. Con una profundidad sorprendente y una armonía y elegancia asombrosas, un diseño tan ingenioso implica necesariamente un genio diseñador.
Resistirse al ídolo de las matemáticas

Lo que hace esto aún más interesante es que tanto Benedicto (en su famoso discurso de Ratisbona) como Wiker y Witt advierten en contra de hacer de las matemáticas un "ídolo", es decir, no debemos confundir la maravillosa eficacia de las matemáticas para ayudarnos a discernir el orden de la naturaleza, con la realidad misma. Ni la razón ni la realidad son reducibles a meras matemáticas; ambas son supramatemáticas. De ahí que Benedicto argumentara que necesitamos una "ampliación [de] nuestro concepto de razón". Según Wiker y Witt en Un mundo con sentido, págs. 106-107, idolatrar a las matemáticas acaba por suponer:
Que el único lenguaje con sentido son las matemáticas; y puesto que nuestro lenguaje y experiencia cotidianos no se rigen por las matemáticas, entonces nuestro lenguaje y experiencia cotidianos no guardan una relación significativa con la realidad. Como consecuencia, se considera que las reflexiones profundas basadas en nuestro lenguaje y experiencia cotidianos carecen de fundamento.
El mundo de las matemáticas es un mundo de abstracción, un paso más allá de la realidad, no la realidad misma. Es a través de las matemáticas, no en las matemáticas, como los científicos encuentran sentido a los datos. Los datos se refieren a la realidad, al orden de los seres en la naturaleza. Por eso la realidad siempre determina si una formulación matemática concreta es aplicable y eficaz.

La unidad de la razón

Por último, tanto el Papa como Un mundo con sentido defienden la unidad de la razón e insisten en que tanto la naturaleza como la cultura humana apuntan más allá de la mera materia, a una razón creadora como fuente del orden de la naturaleza. Todo el libro Un mundo con sentido está dedicado a este argumento. El Papa lo expone más brevemente y extrae implicaciones teológicas:
A partir de estas premisas, se hace de nuevo posible ampliar el horizonte de nuestra racionalidad, abrirlo a las grandes cuestiones de la verdad y del bien, y unir teología, filosofía y ciencia... respetando su recíproca autonomía, pero conscientes también de la unidad intrínseca que las mantiene unidas.
Y aquí:
Creemos en Dios. Se trata de una decisión fundamental por nuestra parte. Pero, ¿sigue siendo posible algo así hoy en día? ¿Es razonable? Desde la Ilustración en adelante, la ciencia, al menos en parte, se ha esforzado en buscar una explicación del mundo en la que Dios sería innecesario. Y si esto fuera así, él también sería innecesario en nuestras vidas. Pero siempre que el intento parecía acercarse al éxito, inevitablemente se hacía evidente: ¡falta algo en la ecuación! Cuando se resta a Dios, algo no cuadra para el hombre, para el mundo, para todo el vasto universo.

Así que nos encontramos con dos alternativas. ¿Qué fue primero? La Razón Creadora, el Espíritu que hace todas las cosas y las hace crecer, o la Sinrazón, que, careciendo de todo sentido, sin embargo hace surgir de algún modo un cosmos ordenado matemáticamente, así como el hombre y su razón. Esta última, sin embargo, no sería más que un resultado casual de la evolución y, por tanto, al final, carecería igualmente de sentido. Como cristianos, decimos: Creo en Dios Padre, Creador del cielo y de la tierra, creo en el Espíritu Creador. Creemos que al principio de todo está el Verbo eterno, con Razón y no sin Razón. Con esta fe no tenemos motivos para escondernos, ni miedo a acabar en un callejón sin salida. Nos alegramos de poder conocer a Dios. Y tratamos de hacer ver a los demás lo razonable de nuestra fe, como nos pide san Pedro en su Primera Carta (cf. 3,15).
Las ideas y sus consecuencias

¿Por qué los medios de comunicación se mostraron tan reacios a recoger las emocionantes declaraciones del Papa Benedicto? No lo sé y no voy a especular. Sin embargo, sí sé que, a diferencia de darwinistas como Richard Dawkins, que argumenta apasionadamente contra Dios, la mayoría de los medios quieren fingir que el darwinismo es teológicamente neutral. No lo es. Tiene implicaciones. Wiker y Witt no defienden un argumento religioso pero demuestran que el diseño está estrechamente relacionado con el ajuste verdaderamente intrincado e irreductiblemente complejo del cosmos, de la vida en la Tierra y de los propios elementos que hacen posible la vida. Y encuentran un vínculo convincente entre la naturaleza del genio en los seres humanos y el genio en el universo. El Papa parecía pensar en la misma línea. Le echaremos de menos.
Sobre el autor:

Cofundador y Presidente del Consejo de Administración del Instituto Discovery, Bruce Chapman ha desarrollado una larga carrera en la política estadounidense y en la política pública a nivel municipal, estatal, nacional e internacional. Elegido concejal del Ayuntamiento de Seattle y Secretario de Estado del Estado de Washington, también ocupó varios puestos de responsabilidad en la administración Reagan, incluido el de embajador. En 1991 fundó el centro de estudios Discovery Institute, donde actualmente es Presidente del Consejo de Administración y director del Chapman Center on Citizen Leadership.