© Geoffrey KamadiEl inventor Peter Mwathi con su calentador solar
¿Una rueda de bicicleta? ¿espejos? ¿ovillos de cuerda? Ciertamente no parece que pueda hacerse gran cosa; sin embargo, todos estos elementos forman parte de un pesado 'concentrador solar', que ya se ha convertido en el último grito de la revolución de las energías renovables en Kenya.El ingenio es obra de un inventor aficionado, Peter Irungu Mwathi, que llegó con esta idea para
ofrecer a los campesinos de su país una forma barata de calor sin necesidad de quemar la madera de los bosques. Consistente en una serie de espejos distribuidos sobre una barra de metal curva de entre 1,20 metros a 1,80 metros, el concentrador solar refleja los rayos de sol en un contenedor colocado a unos pocos metros, calentando el contenido.
El calor permite a los granjeros esterilizar la tierra que utilizarán para sus plantaciones, una labor que, hasta ahora, se solía hacer quemando madera sobre esa tierra. Los campesinos pueden calentar agua, tostar nueces o granos de café. Mwathi, un economista agrícola de 40 años,
se inspiró recordando a su madre con el cuerpo doblado por la necesidad de recoger y traer leña desde el bosque en su aldea natal de Gichira. "De niño me prometí que haría algo al respecto", dice.
El problema es que cada concentrador solar cuesta unos 20.000 chelines (unos 175 euros) que es un tercio del sueldo medio en Kenya. Aunque Mwathi permite que los granjeros le paguen en plazos de 5.000 chelines (unos 45 euros), sigue siendo muy costoso para muchos. En los últimos siete meses desde que Mwathi comenzó a producir los concentradores solares, cinco campesinos de Gichira y sus alrededores ya los han adquirido.
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