Como puede verse, la llegada de Donald Trump a la Casa Blanca modifica grandemente las reglas del juego en el escenario internacional. Pero las acciones de Trump suelen ser objeto de interpretaciones erróneas -la mayoría de los analistas pasan por alto los usos y costumbres propios de los estadounidenses y proyectan sobre Donald Trump los debates políticos locales de sus propios países. La confusión se hace aún mayor debido al hecho que casi todos han adoptado la ideología que estaba de moda en Washington. Muchos ven aquella ideología como la doxa estadounidense, cuando en realidad era sólo un momento de la historia de Estados Unidos y todos olvidan generalmente sus numerosas escuelas de pensamiento.

Muchos vieron con asombro como el presidente estadounidense Donald Trump firmaba uno tras otro un gran número de decretos el día mismo de su investidura. La prensa europea lo describió como un autócrata empeñado en demostrar su poderío. Nadie parece haber observado que una buena parte de esos decretos imponen límites al poder del Estado federal, incrementando el de los diferentes Estados que conforman la nación estadounidense. Ese es el tipo de errores de interpretación que abunda ahora entre Estados Unidos y Europa.
La llegada de Donald Trump a la Casa Blanca modifica totalmente la distribución de las cartas en los ámbitos ideológico, geopolítico, económico e incluso militar. En efecto, por primera vez en casi 2 siglos un jacksoniano vuelve a estar en el poder en Estados Unidos [
1]. Menos en los
westerns, todos habíamos olvidado el pensamiento jacksoniano y ya no somos capaces de anticiparlo. Es cierto que Trump ya había estado en el poder durante 4 años, pero, en aquel momento, sus mismo aliados republicanos le impidieron en muchos casos seguir su propia política, mientras que la prensa al servicio del Partido Demócrata nos aseguraba que Trump era un enfermo mental o un fascista.
Extrañamente, los gurús de las redes sociales que defienden el punto de vista de Donald Trump sólo nos hablan de su lucha ideológica contra el wokismo, sin mencionar nunca su concepción de las relaciones internacionales y muchos menos sus ambiciones políticas. Eso resulta particularmente raro, sobre todo si tenemos en cuenta que, desde la elección del pasado 5 de noviembre, el equipo de trabajo de Donald Trump se ha acercado a numerosos influencers, en los países de la Unión Europea y en Reino Unido, y ha comenzado a remunerarlos cuantiosamente.