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El sexenio de Felipe Calderón termina y, como siempre que finaliza un ciclo, cabe preguntarse por los cambios sucedidos a partir del inicio. ¿México es mejor o peor que hace seis años? Es difícil decirlo, pero, por lo pronto, parece que sí es más impune, menos justo y más desigual.
En pocas semanas Felipe Calderón dejará de ser presidente de México, terminando así un periodo que casi desde el inicio estuvo signado por la violencia, el terror, la muerte, el sufrimiento y otras realidades afines que siempre se superaron a sí mismas en la escala de lo cruento y lo doloroso: a los "ajustes de cuentas" se sucedieron las decapitaciones y las torturas, a estas las matanzas multitudinarias, las decenas de cuerpos arrojados primero en parajes más o menos deshabitados como La Marquesa y después en plenas ciudades como Boca del Río y algunas otras de la zona del Golfo de México, el descubrimiento de fosas clandestinas también atestadas de cadáveres anónimos (estas en Durango y Guerrero especialmente) o los atentados contra la población civil como el incendio del Casino Royale en Monterrey.