Un proverbio afgano dice: "Ustedes tienen los relojes, nosotros tenemos el tiempo". En esta frase descansa toda la estrategia militar de los talibanes. Saben que no pueden vencer mientras sobrevuele su país un solo B52 de EEUU, pero también saben que las tropas extranjeras en Afganistán tampoco pueden ganar una guerra que no comprenden, en la que no creen. Esta guerra ya la perdieron los británicos dos veces en el siglo XIX y los soviéticos una en el XX. La matanza de Kandahar es la expresión de la impotencia, de la locura de un conflicto en la se mata y se muere sin saber por qué ni para qué. The Guardian es rotundo en su editorial: Afganistán: el tablero de la salida .

Un sargento estadounidense de 38 años de edad, casado y padre de dos hijos, abandonó el domingo por la mañana su puesto de combate (COP, en las siglas militares) en el distrito de Panjwai, atacó tres casas, mató a 16 civiles, nueve de ellos niños, regresó a su COP y se entregó.

The New York Times titula con precaución: "Se dice que un sargento estadounidense...". El sargento, de quien no se sabe nombre y apellidos, pertenece a la base Lewis-McChord, en el Estado de Washington. Es una base que arrastra problemas. Hace cuatro meses, un jurado condenó a varios de sus militares por matar como si fuera un deporte de caza a civiles afganos. En 2011, hubo al menos 12 suicidios reconocidos de soldados que habían estado en Afganistán. La semana pasada, la senadora del Estado, Patty Murray, criticó al hospital de la base por no reconocer un desorden postraumático en 285 de sus pacientes.


Por mucho que pida perdón Barack Obama y los norteamericanos se muevan para controlar los daños lo ocurrido en Kandahar es un desastre. Si la crisis de los Coranes provocó numerosos incidentes y muertos, esta matanza será otro motivo de agitación contra los extranjeros, que desde años dejaron de ser vistos como la solución para convertirse en parte del problema. Es la tesis de Jon Lee Anderson en su artículo publicado en The New Yorker.


La guerra en Afganistán se perdió en primavera de 2003, cuando Estados Unidos y varios de sus aliados invadieron Irak para derrocar a Sadam Husein y llevar la democracia y la libertad al país. Se distrajeron tropas, dinero, energías y atención política. La invasión logró el objetivo de derrocar el régimen, pero surgieron dos insurgencias -una nacional y otra extrajera- que tuvieron a las tropas estadounidenses en jaque durante varios años. Cuando los talibanes lanzaron su ofensiva en 2007, al otro lado había unos Ejércitos convencidos de que el trabajo ya estaba hecho.

Perdida la iniciativa militar, Occidente perdió también la política. EEUU y sus aliados han sido incapaces de recuperarla, pese a aumentar las tropas. La retirada de las tropas está prevista en 2014. Es año que tienen marcado los talibanes para tomar Kabul.

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The Christian Science Monitor publica un reportaje sobre la cultura de las armas en EEUU con dos preguntas: ¿por qué tanta gente lleva pistolas en lugares públicos? ¿Esto hace que el país sea más seguro o más inseguro?


El viaje de Kofi Annan a SIria ha sido un éxito; tiene motivos para sentirse optimista: ni un acuerdo, ni un alto el fuego. El régimen sirio ya sabe que no tiene nadie enfrente, ni armas ni presión exterior. Sus tropas lanzaron de inmediato una ofensiva final contra Idlib, que puede convertirse en un nuevo Homs. Idlib es una las ciudades del norte que se levantaron contra el régimen de Bachar el Asad.


A diferencia de Homs, es una insurrección completa, de todo el pueblo. Al Yazeera imforma de decenas de muertos, sobre todo mujeres y niños, en el pueblo de Karm al Zeitun, cerca de Homs . El ataque con Idlib estaba cantado; se podría hecho algo mucho más por evitarlo.


Si en Siria, la llamada comunidad internacional liderada por EEUU simpatiza con el Ejército Libre de Siria, en Gaza simpatiza con Israel, pese a que Hamás es ideológicamente muy similar a la insurgencia siria. The Guardian informa de la muerte de 18 personas, entre ellos un niño de 12 años durante los bombardeos israelíes del fin de semana.

Liberation habla de un nuevo círculo de violencia después de que Israel matara a un jefe yihadista. Le Monde escribe desde Cisjordania, donde el agua es un arma de guerra.

El ex jefe del Mossad, Meir Dagan, advierte en Haaretz que la respuesta iraní a un ataque contra sus instalaciones nucleares sería "devastador".


Un programa de entrevistas se ha convertido en un éxito de audiencia en la provincia de Henan, en el centro de China. Cada lunes, la periodista Ding Yu entrevista a un criminal que van a ser ejecutado. China ejecuta más personas que todos los demás países juntos, según Amnistía Internacional.

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© ReutersToru Hana
Japón conmemoró ayer el primer aniversario de su mayor catástrofe nacional desde las bombas atómicas contra Hiroshina y Nagasaki: terremoto de 9.0 de magnitud, tsunami que arrasó poblaciones enteras y accidente nuclear en Fukushima. Es difícil elegir una foto representativa que no muestre dolor, desgracia, destrucción o desesperanza. Estas fotos dañadas son imágenes recuperadas, lavadas y reparadas, listas para devolver a las víctimas supervivientes. Son restos de memoria que ayudarán a pasar el duelo y superar la desgracia. No es mucho, pero es un símbolo de un empeño colectivo por seguir adelante.