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© DesconocidoThimerosal: derivado del mercurio vinculado al autismo y otras enfermedades de la infancia
El año 2005, un abogado ambientalista estadounidense, perteneciente al clan de los Kennedy (qué buena idea para un artículo de investigación), denunciaba en una importante revista de su país la relación que existe entre el mercurio de las vacunas infantiles y el autismo.

En ese artículo, Robert F. Kennedy Jr. desvelaba que hubo una reunión secreta en junio de 2000 en la localidad de Simpsonwood (EE.UU.), a la que fueron convocados, por un lado, un grupo de científicos y, por otro, representantes de las autoridades sanitarias federales, de la OMS y de los principales fabricantes de vacunas.

La reunión fue convocada y organizada por el CDC (Center for Disease Control and Prevention), que es el organismo oficial estadounidense encagado de aplicar y controlar todo lo relacionado con las vacunas. En concreto, el responsable de la reunión secreta era Tim Verstreaten, epidemiólogo del CDC.

El tema de debate era un estudio sobre más de 100.000 niños, en el que se constató que la presencia de thimerosal en determinadas vacunas era el responsable de un gran aumento en los casos de autismo desde la década de 1980 en los Estados Unidos. El thimerosal es un derivado del mercurio que se añade a algunas vacunas como agente conservador.

El estudio en cuestión mostraba que el número de autistas había pasado de un caso cada 2.500 niños en el año 1989 a un caso de cada 166 en el 2000. Es decir, un aumento espectacular de quince veces más. Esto se relacionaba con la incorporación durante ese periodo de la vacuna de la hepatitis B, la de Haemophilus y la de la gripe al programa de vacunación a todos los bebés estadounidenses. Todas estas vacunas añadidas tenían mercurio en dosis elevadas.

Asimismo, el estudio mostraba una clara relación entre las vacunas mencionadas y los retrasos escolares, el déficit de atención y la hiperactividad, que tan de moda están en la actualidad.

Todo esto contrastaba con las poblaciones con niños que no recibieron ninguna vacuna, como los amish, exentos de aplicar el programa vacunal, que se mantenían libres de autismo.

Parece evidente que las vacunas no son la única causa de la enfermedad, porque entonces todos los niños vacunados estarían afectados, pero sí que es claramente un factor desencadenante de la misma.

En la reunión secreta dejaron bien claro que todos estos datos no debían salir a la luz pública. Por contra, encargaron un estudio para probar que no existía relación alguna entre el mercurio y el autismo. A pesar de este último estudio, ¡el mercurio fue retirado de las vacunas para los niños pequeños! Desde mayo de 2003, no hay mercurio en las vacunas infantiles en EE.UU. y, desde entonces, está decreciendo claramente la incidencia de nuevos casos de autismo anuales.

El mencionado Tim Verstraeten fue contratado por la GraxoSmithKline y publicó sus trabajos en 2003, pero eliminando los datos que probaban la relación entre el thimerosal y el autismo. En cambio, el británico Andrew Wakefield, que demostró la relación entre la vacuna Triple Vírica y el autismo, fue víctima de una campaña de difamación en los medios de desinformación masiva, y terminó perdiendo su puesto como investigador; actualmente, trabaja en un centro de Texas para niños autistas.

Robert F. Kennedy Jr. pone otro ejemplo en su artículo de 2005, el de China, donde el autismo era prácticamente desconocido hasta que las farmacéuticas norteamericanas introdujeron el thimerosal en el año 1999. En el año 2005, había ya en China ¡1,8 millones de autistas!

Todo este asunto demuestra el enorme poder de las multinacionales farmacéuticas y los poquísimos escrúpulos de aquéllos que deben velar por nuestra salud. La medicina hace tiempo que se convirtió en un gran negocio y no queremos darnos cuenta, especialmente cada vez que nos recetan un medicamento sin explicarnos los graves efectos secundarios que tienen casi todos y que muchas veces nos harían reflexionar seriamente sobre no tomarlos.

A mí estas cosas, sobre todo cuando hay niños por medio, me ponen enfermo, no puedo con ellas, ¡sólo por dinero!, no puedo entenderlo. Aunque también es muy triste que cuando intentas hablar de estos temas con la gente que te rodea, nadie te quiera escuchar y te traten como un apestado, cuando lo único que intentas es exponerles un punto de vista diferente, otra información adicional, y luego que cada uno decida lo que quiera. Como casi siempre, lo pagan los inocentes, esos niños que la única culpa que tienen es haber nacido en tiempos donde no son considerados como lo que son, el bien más preciado.