Desde siempre, los seres humanos o, al menos, los seres humanos normales, ansían vivir en tiempos felices, llenos de paz, y justicia. Desean poder disfrutar con tranquilidad del fruto de su trabajo y de las posibilidades que ofrece su mundo y su sociedad en particular.
"Desde el comienzo de la historia, el hombre ha soñado con una vida en la que los esfuerzos medidos de la mente y el cuerpo son recompensados, con un descanso bien merecido. Le gustaría conocer las leyes de la Naturaleza, a fin de poder dominarlas y sacar provecho de lo que tienen para ofrecerle." (Lobaczewski)
Es el bíblico:
"Creced y multiplicaos, y llenad la Tierra"
Los seres humanos también sienten la necesidad de dedicar un tiempo a cultivar su mente, su "espíritu", preparar y enseñar a las generaciones siguientes y dejar un poso para la posteridad.

No obstante, ese deseo de plenitud a veces se logra a costa de la desgracia de otros seres humanos.
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© Cement Eclipses
"El hombre consiguió subyugar el poder natural de los animales con el propósito de convertir sus sueños en realidad, y cuando eso no logró satisfacer sus necesidades, se volcó a su especie con el mismo fin, despojando a otros seres humanos de su humanidad, simplemente porque era más poderoso que ellos.

Por tanto, los sueños de una vida feliz y tranquila llevaron a ejercer sobre los demás, un poder que deprava la mente de quien domina. He aquí la razón por la cual la tan soñada felicidad no se ha vuelto realidad en el trascurso de la historia.

Esa visión "hedonística" de la felicidad contiene las semillas de la miseria y nutre el ciclo eterno dentro del cual los buenos tiempos dan lugar a los malos que, a su vez, causan el sufrimiento y el esfuerzo mental que conllevan a adquirir experiencia, sentido común, moderación y cierta cantidad de conocimiento psicológico, virtudes que ayudan a reconstruir condiciones de vida más felices" (Lobaczewski)
Es en este contexto que tenemos que interpretar las grandes tradiciones religiosas y filosóficas. A su manera, quizá imperfecta y limitada, contienen la sabiduría atesorada por nuestros antepasados sobre las causas del bien y el mal que nos afectan tan fuertemente y tan a menudo.

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Una de las causas del advenimiento de los "malos tiempos" es la excesiva "relajación", que podríamos llamar "dejadez" o "dejación de responsabilidades" que ocurre habitualmente en las épocas prósperas.

De alguna manera, durante estos periodos de prosperidad, las personas pierden de vista la necesidad de realizar una introspección y reflexión profundas, comprender a los demás y las leyes complejas de la vida.

Se plantea si es necesario un esfuerzo mental adicional, si vale la pena tratar de comprender el sentido del sufrimiento, siendo que parece una realidad lejana y, "afortunadamente, ya superada".

Una persona capaz de predecir que habrá consecuencias nefastas si se sigue el camino actual se convierte en un aguafiestas.

La búsqueda de la verdad en los buenos tiempos resulta una tarea ardua y poco gratificante, debido a que puede revelar hechos incómodos.
"Durante los "buenos tiempos", percibir la realidad acerca de nuestro entorno y, en especial, comprender la personalidad humana y sus valores, deja de ser una virtud; todo aquél que se haga preguntas y plantee dudas es menospreciado y se le juzga de ser un entrometido incapaz de dejar el bienestar tranquilo. [...]

El culto al poder reemplaza así aquellos valores mentales tan esenciales para mantener las leyes y el orden de manera pacífica. Podríamos decir que el enriquecimiento de una nación con respecto a la visión psicológica del mundo o, por el contrario, su involución, permiten predecir si el futuro será bueno o malo." (Lobaczewski)
Los sectores sociales más privilegiados son especialmente incapaces de entender su situación y lo que conlleva.

Lobaczwski llama "histeroide" a un estado de extrema susceptibilidad a las malas noticias y a la reflexión seria que puedan dar un "toque de atención" sensato y comprometer así ese "nirvana" mental. Hay una sobrerreacción "histérica" a las malas noticias y a las reflexiones inquietantes derivadas del sentido común.
"Dichas épocas felices para un grupo, (frecuentemente alcanzadas a raíz de injusticias hacia otros pueblos o naciones) comienzan a coartar la capacidad de desarrollar una consciencia individual y social; los factores subconscientes asumen un rol decisivo en la vida. Una sociedad de este tipo, que ya ha sido infectada por este estado histeroide, considera que toda percepción derivada de una verdad incómoda es señal de "mala educación". Tomando prestada la analogía de J.G. Herder, el iceberg se hunde de un mar de inconsciencia falsificada, y sólo se percibe su punta por encima de las olas de la vida. La catástrofe se mantiene al acecho." (Lobaczewski)
El problema es que estos estados sociales alterados son el caldo de cultivo para un tipo especial de personajes que Lobaczewski llama "fascinadores".
"Como ya sabemos, toda sociedad está compuesta por un determinado porcentaje de de personas con trastornos psicológicos provocados por diferentes factores hereditarios o adquiridos que causan anomalías en la percepción, el pensamiento y el carácter. Muchas de esas personas intentan atribuirle significado a su existencia trastornada adoptando una vida social hiperactiva. Crean sus propios mitos e ideologías con fines de sobrecompensación, y suelen insinuar de manera egotista que tanto sus percepciones como sus metas e ideas anormales son superiores a las de los demás.

Cuando unas pocas generaciones que gozan de la despreocupación característica de los "buenos tiempos" culminan con un déficit social tanto en lo que concierne a la habilidad psicológica como a la crítica moral, se abre el camino para que conspiradores patológicos, encantadores de serpientes e incluso impostores más primitivos comiencen a actuar y a fundirse con los procesos de origen del mal " (Lobaczewski)
Son los falsos profetas.

En realidad, muchas épocas que la gente recuerda como los "viejos, buenos tiempos" en realidad ofrecieron un terreno abonado para futuras tragedias, debido al deterioro progresivo de los valores personales, morales y sociales.

Los grupos humanos y las sociedades en una fase histeroide son incapaces de distinguir a los profetas falsos de los auténticos.

Y, por tanto, tampoco están en condiciones de detectar y evitar la aparición del mal en su seno. Se asemejan a un enfermo que incuba una enfermedad, en una fase en la que ésta aún no se ha manifestado. Cuando la enfermedad comienza a manifestarse, es fácil identificar a justicieros de buena voluntad, pero poco tino:
"Cuando llegan los malos tiempos y la gente se ve abrumada por un exceso de maldad, debe reunir toda su fuerza física y mental para luchar por sobrevivir y proteger la racionalidad humana. La búsqueda de una forma de superar todas las dificultades y los peligros reaviva el poder de discreción que ha sido enterrado hace mucho tiempo. Al principio, quienes se lanzan en este emprendimiento suelen apoyarse en la fuerza para contrarrestar la amenaza. Por ejemplo, pueden convertirse en "hombres de gatillo fácil" o pasar a depender de las fuerzas armadas.

Sin embargo, descubren lentamente y con mucho trabajo, las ventajas que les brinda realizar un esfuerzo intelectual por comprender mejor la situación psicológica en particular, diferenciar mejor los tipos de carácter y personalidad en los seres humanos y, por último, comprender a sus propios adversarios. Durante esas épocas, las virtudes que las generaciones previas relegaron al mundo de la literatura recuperan su verdadera sustancia útil y son reconocidas por su valor. Se respeta profundamente a toda persona sabia capaz de dar un consejo prudente." (Lobaczewski)
En épocas difíciles es fundamental saber reconocer a los verdaderos sabios y poner en su lugar a los falsos profetas.
"Podemos notar similitudes sorprendentes entre la filosofía de Sócrates y la de Confucio, aquellos pensadores legendarios,quienes si bien eran casi contemporáneos, residían en polos opuestos de la gran masa continental euroasiática. ambos vivieron durante épocas oscuras y sangrientas y delineraron un método para conquistar el mal, en especial en lo relacionado con la percepción de las leyes de la vida y el conocimiento de la naturaleza humana. Se lanzaron en la búsqueda de criterios para establecer valores morales dentro de la naturaleza humana y consideraban como virtudes el conocimiento y la comprensión. [...]

Los tiempos difíciles y laboriosos dan lugar a valores que finalmente vencen el mal y nos conducen hacia tiempos mejores. Un análisis conciso y acertado de los fenómenos, hecho posible gracias al dominio de las emociones prescindibles y del egotismo característico de un pueblo autocomplaciente, abre las puertas a un comportamiento causativo, en particular en el campo de la filosofía, la psicología y la moral.Como resultado, la balanza se inclina a favor del bien." (Lobaczewski)

Capítulos anteriores de la serie Ponerología: