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Juan Luis Cipriani
Un nuevo escándalo causado por el viejo problema eclesiástico de la pederastia, para muchos derivación de la poco natural prohibición de la sexualidad a los sacerdotes, golpea hoy a los más altos niveles de la iglesia peruana.

El ministerio público analiza una denuncia presentada por el Instituto de Defensa de los Derechos del Menor contra el conservador cardenal Juan Luis Cipriani, por haber encubierto con su silencio e inacción una serie de abusos sexuales sufridos por menores integrantes de la secta Sodalicio de Vida Cristiana.

La denuncia fue hecha a raíz del libro "Mitad monjes, mitad soldados", de los periodistas Pedro Salinas y Paola Ugaz, que documenta diversos casos de maltrato físico y sodomía de los que fueron víctimas integrantes de esa agrupación católica.

La acusación señala que en cuatro de esos casos Cipriani incurrió en encubrimiento, obstrucción de la justicia, complicidad en violación de menores, omisión de denuncia y otros delitos y alcanza al presidente del Tribunal Eclesiástico del Arzobispado de Lima, Víctor Huapaya

Según la denuncia, los acusados poco o nada hicieron ante las denuncias de las víctimas de abusos sexuales cometidos por el líder de la secta ultra conservadora Sodalicio, Luis Fernando Figari, quien hace años estaría fuera de Perú, posiblemente en Italia.

Paralelamente, el fiscal de la Nación, Pablo Sánchez, confirmó esta semana la apertura de una investigación a Figari y dejó abierta la posibilidad que este sea extraditado para que responda a los cargos de maltrato físico, pederastia y abusos sexuales.

Ante la publicación del libro de Salinas y Ugaz, el Tribunal Eclesiástico de Lima negó un comunicado las acusaciones de inacción ante las denuncias y señaló que está obligado a actuar bajo reserva absoluta.

Sin embargo, acusa a Figari de incumplir su obligación moral de responder las graves acusaciones que pesan sobre él.

Sodalicio capta a sus víctimas entre adolescentes y niños y los separa de sus familias, manteniéndolos en virtual reclusión voluntaria en casas de la secta y sometiéndolos a duras condiciones, maltratos y exigencias que incluyen humillaciones o supuestas pruebas de fe, hasta llegar a los abusos sexuales, según el libro de Salinas y Ugaz.