Obama es incapaz de pedir perdón por la muerte de unas 140.000 personas en Hiroshima. El 06 de agosto de 1945, cuando estaba a punto de terminar la segunda guerra mundial y la rendición de Japón ya era inminente, una bomba de uranio llamada "Little boy" fue lanzada por un avión que también tenía nombre propio, "Enola Gay".
HIROSHIMA
© GoogleHiroshima: la barbarie

El 16 de julio del mismo año hubo un ensayo previo, en el desierto de Nuevo México, y la explosión vaporizó la torre de acero de 30 metros de altura sobre la cual se había colocado la bomba. Precisamente por ello, y conscientes de las dramáticas consecuencias que tendría esa acción sobre una ciudad, el honorable Harry S. Truman, accionó la orden de lanzamiento.

Precisamente por ello, y conscientes de las dramáticas consecuencias que tendría esa acción sobre una ciudad, el honorable Harry S. Truman, accionó la orden de lanzamiento.
Todos los presidentes de Estados Unidos arrastran tras de sí las más miserables de las acciones, como lo son la guerra y sus trágicas consecuencias para ciudadanas y ciudadanos indefensos ajenos a su barbarie imperialista.
Son muchos los sobornos, golpes, invasiones e injerencias cometidos por el mismo país, y nunca escucharemos el más mínimo signo de arrepentimiento pidiendo perdón por tanta fatalidad extendida con su pólvora.

Muy al contrario, mantienen las mismas formas incluso con sus propios reclusos, y cualquiera de ellos puede ser sometido al más ruin de los maltratos y ser ejecutado por arte de sus gracias, eso sí, previa confesión ante la instancia eclesiástica penitenciaria.

Son así, diligentes y solícitos con la fuerza y la opresión.

Si bien hasta no hace mucho había un excedente de tramas ocultas y se procuraban guardar bajo la alfombra innumerables actuaciones de dudosa catadura moral, hoy día parece haber hasta una exaltación de la prepotencia, y observamos con cierta amargura cómo los propios medios expanden ese modus vivendi y lo secuencian en los informativos recordándonos que vivimos cautivos de sus obras dramáticas.

Pero no solo ocurre en los medios, también sucede lo propio con los partidos políticos, que diseñan bochornosas operaciones de marketing en función de la víctima elegida, y en función, claro está, del permiso con el que cuenten para arremeter o guardar silencio.

Cuando se trata de juzgar a la Casa Blanca, guardan silencio. Barack Obama ha estado en Hiroshima, y no ha pedido perdón. Y haciendo uso del gen que portan los huéspedes de dicha casa, ha dicho que la bomba nuclear lanzada demostró que el hombre "tenía los medios para destruirse a sí mismo", y que "la muerte cayó del cielo y el mundo cambió". No solo no ha pedido perdón, sino que además se erige en un poeta de muy mal gusto.

La prensa y los dirigentes políticos callan. Nadie hace referencia a que el hombre tiene los medios para destruir al "otro", y que nada cae del cielo salvo la lluvia."Little boy" se llevó por delante 140.000 almas, y hay que ver, con qué respeto tratan al niño insolente...


ETA dejó en el camino a 829 personas. En el estado español son una inmensa mayoría quienes piden, exigen, y esgrimen la necesidad de que Arnaldo Otegi, por poner un ejemplo, se ponga de rodillas, haga un triple salto y se crucifique, y enclavado al lado de Jesucristo se sincere con su arrepentimiento.
Desde que me inicié en la ardua tarea de comprender el mundo tuve siempre la necesidad de adivinar dónde se escondían los culpables. Rápidamente me di cuenta que estaban recostados, rodeados de mujeres y armas, y esnifando un poco de poder, aislados del mundo terrenal y dando órdenes vía mercantilización y globalización para que la recomposición de su universo continuara con ese complemento que tuvieron a bien llamar..., sociedad de consumo.
España es un país que conocí degradado. Ahora es un apéndice peligroso del neoliberalismo y todo lo que ello representa. Muy peligroso.
Sus canales de televisión y la prensa escrita han llegado a tal grado de desinformación, parcialidad y desacato a la democracia que necesitará muchos años para recuperarse de tanta incultura y brutalidad.
Y es muy difícil encontrar en todo su territorio una persona (conocida o popular), capaz de elaborar periodismo de calidad. Es decir, capaz de escribir una columna y dejar temblando al jefe, al editor, y al socio inversor.

Por ello y porque todos callan, es más urgente y necesario que nunca el aullido del oprimido, el despertar rabioso de quien se sabe maltratado, y ese paso adelante para distanciarse del hombre de hierro. Y porque ningún periódico va a exigir en su titular el mismo trato al presidente de Estados Unidos que a los pobres titiriteros (fíjense, que bajo han caído), necesito que un partido político, uno, sea capaz de decir lo que muchos queremos oír.

Ni tan siquiera la cúpula de Podemos se aproxima a la cuestión principal. Debería, sin complejos, hacer verdadera pedagogía social y política, y ayudar a comprender mejor a la población que su lucha es la lucha por la justicia universal. Pero no lo es. Su lucha jamás llevará a su líder a decir bien alto y bien claro que Barak Obama representa a la perfección la comunión entre la sinrazón y la barbarie (ahora que pronto visitará España estemos atentos al discurso que expondrán). Y en absoluto exigirá a ningún presidente de los Estados Unidos que pida perdón por ningún ataque o incursión, porque su general en jefe ya es un eslabón entre sus aspiraciones y la claudicación. José Julio Rodríguez no es un fichaje estrella. Es la prueba del algodón, la apuesta por seguir los acuerdos de la OTAN, y la puerta de salida a cualquier otra estrategia de nueva incorporación.
¿Quién necesita a un máximo cargo de la cúpula militar, a un experto en política de seguridad y cerebro de la guerra y de las alianzas sin par? ¿Quién?
Sé que la política es un juego, y que es predecesora de la atonía social necesaria para que perviva y se eternice en nuestras democracias de pacotilla. Lo sé, pero lo necesito. Necesito que quien dice dirigirse al centro de la cuestión para alterar las reglas del juego, lo haga o deje de incordiarme.

Barak Obama ha ido a Japón, setenta y un años después de que el país al que representa acribillara a miles de personas, destrozara una ciudad, y colapsara la sonrisa de todo el mundo. Y es incapaz de pedir perdón, porque forma parte, al igual que muchos que dicen ser "demócratas" y muchos que se sienten inquietos con este artículo, del deleznable e injusto funcionamiento de nuestra sociedad.

¡Es diferente! ¡Era una guerra! Dirán algunos mediocres empatizando con el doble fondo de sus bolsillos. Aun siendo guerra, fue un estremecedor crimen de guerra, y carta abierta para las futuras matanzas indiscriminadas de civiles.

El 15 de agosto de 1945 Japón anunció su rendición incondicional, terminó la guerra y empezó un malintencionado debate con las siguientes palabras de Truman, gran jefe blanco por aquél entonces:
"La usamos para acortar la agonía de la guerra, para salvar las vidas de miles y miles de jóvenes estadounidenses".
Ya antes habían matado a medio millón de personas, bombardeando ciudad tras ciudad, aniquilando la isla sin concesiones. Y en realidad la bomba era un aviso, dirigido a Stalin, para que la Unión Soviética no se involucrara.

Hoy las cosas no han cambiado. Avisos del mismo calado han dejado en Ucrania y lo seguirán haciendo en cualquier otro rincón. Y os lo subrayo: si sois incapaces de poner los puntos sobre las íes, no habléis (por favor) de reparación democrática ni de lucha alguna por la paz social. Si sois incapaces de tratar a todos por igual, olvidaros de pedir el voto y de la verdadera lucha horizontal.

Que alguien sea capaz de tratar a Obama con respeto, acaricie su cuello de cisne blanco y nos quiera hacer ver que es un infatigable luchador por la democracia, cuando menos, miente. Y si calla y oculta, se alía. Y de aliados, estamos hasta los intestinos.

Un líder político es aquél que es capaz de hablar y hacer una grieta en las Montañas Rocosas. Un guía y perfecto coordinador para movilizar a sus seguidores por el camino de la verdadera transformación.

No a la OTAN, no a las Bases Militares, y no a ninguna simulación.

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*Yo le pido perdón a las nuevas generaciones, por no saber hacerles llegar la temible realidad que les asedia; la convivencia continua e indiscriminada con el uso de la violencia. Violencia bien organizada.