Una definición de Inteligencia Emocional que puede ayudarnos a comprender el término de forma más o menos sencilla, puede ser la definición aportada por Goleman (1998): "la inteligencia emocional es la capacidad de reconocer nuestros propios sentimientos y los de los demás, para motivarse y gestionar la emocionalidad en nosotros mismos y en las relaciones interpersonales".
daniel goleman
Al hilo de esta conceptualización vamos a exponer las habilidades esenciales que toda persona inteligente a nivel emocional debe tener desarrolladas.

1. La capacidad de identificar las emociones

Una de las principales habilidades que se debe desarrollar para tener una buena Inteligencia Emocional, es por supuesto la de saber identificar las emociones. Durante cada día nos acompañan diferentes estados emocionales o estados de ánimo, y pasamos por muchas situaciones que desencadenan respuestas emocionales diversas, y aunque pensamos que somos conscientes de estos hechos, la realidad es que pocas personas son realmente consientes de cuáles son sus emociones o estados emocionales en cada momento.

Todos tenemos emociones, por supuesto... pero no todos sabemos identificarlas correctamente cuando las sentimos o las vemos en otras personas.

La identificación de las emociones es la base de la pirámide que constituye la Inteligencia Emocional. Tenemos que tener en cuenta que para poder identificar las emociones debemos saber cuántas emociones básicas hay, a partir de las que se derivan el resto, y tenemos que ampliar nuestro lenguaje emocional.

2. La habilidad de facilitar el pensamiento a través de las emociones

Esta característica nos habla de cómo los recursos emocionales repercuten sobre los intelectuales, y/o les asisten. Esencialmente, la emoción nos sirve como un mecanismo de alerta desde que nacemos. Así, las emociones trabajan desde el comienzo de nuestra vida como una importante señal que cambia en la persona y en el entorno. En las personas maduras, las emociones comienzan a moldear y mejorar el pensamiento al dirigir la atención de una persona hacia los cambios importantes en ella y/o en su entorno.

Una segunda contribución en este sentido, de la emoción al pensamiento, puede ser la capacidad de generar emociones "a solicitud" para que podamos comprenderlas mejor. Por ejemplo cuando se pregunta a un niño sobe cómo se siente el personaje del cuento que ha escuchado..., o cuando se especula sobre cómo se siente otra persona..., el niño puede generar esos sentimientos dentro de el mismo, así como ponerse en el lugar de la otra persona, a modo de simulación. Esto nos permite una inmediata inspección, en tiempo real, del sentimiento y de sus características.

De esta forma las personas pueden anticipar como pueden sentirse al hacer una tarea nueva, al empezar en un nuevo puesto de trabajo, al encontrarse con una crítica social, etc. Anticipar tales sentimientos puede ayudar a una persona a decidir si, por ejemplo, escoge un determinado trabajo o no, si debe mudarse a otra ciudad, o si debe hacer algún otro cambio importante en su vida. En otras palabras, existe un "escenario emocional mental", o más técnicamente... un proceso en el cual las emociones pueden ser simuladas, sentidas, manipuladas y examinadas para poder ser mejor entendidas antes de tomar una decisión.

Otra forma de contribución de las emociones sobre nuestros pensamientos se debe a que la emocionalidad puede ayudar a la gente a considerar múltiples perspectivas. Esto tiene que ver con la idea conocida en psicología como "los juicios congruentes con los estados emocionales", que nos dice por ejemplo que el buen humor lleva a pensamientos positivos y optimistas, y que por el contario el mal humor nos lleva a pensamientos negativos o pesimistas. Como curiosidad, en este sentido, es posible por ejemplo que los familiares de personas maniaco-depresivas tengan más alteraciones de los estados de humor que los demás, ayudándoles a cambiar a menudo de perspectiva. Esto podría explicar por qué estas personas tiendan a exhibir una mayor creatividad tanto en sus actividades ocupacionales como en las no ocupacionales.

3. Capacidad de comprender las emociones

Poco después de ser capaces de reconocer las emociones, comenzamos a etiquetarlas y a percibir las relaciones entre estas etiquetas. Por ejemplo, muchas emociones forman un continuo de menor a mayor intensidad... en este sentido poco a poco desde que somos niños vamos reconociendo las similitudes y diferencias entre gustar y amar, enfado e ira, etc., y aprendemos simultáneamente lo que cada sentimiento significa.

Los padres también enseñan a los niños el razonamiento emocional uniendo las emociones a las situaciones. Por ejemplo, enseñan la conexión entre tristeza y pérdida, ayudando al niño a reconocer que está triste porque por ejemplo, su mejor amigo no quiere pasar más tiempo con él, o ha pedido algo valioso para él... También existe cierto consenso a nivel social para estos significados emocionales; así la ira es frecuentemente vista como algo que surge de la percepción de injusticia; la tristeza surge de la perdida de algo; el miedo, de la amenaza, etc. El razonamiento emocional comienza en la infancia y se desarrolla a lo largo de toda la vida.

Poco a poco con el desarrollo, la persona comienza a reconocer la complejidad de las emociones, e incluso a saber que en ciertas ocasiones pueden ser hasta contradictorias. Así, un niño por ejemplo, puede aprender que es posible sentir amor y odio hacia la misma persona... con el tiempo, también se reconocen mezclas (o combinaciones) de emociones (por ejemplo, la esperanza, puede ser percibida como una combinación de fe y optimismo...).

También vamos aprendiendo con el paso del tiempo, como las emociones tienden a aparecer encadenadas. De esta manera, por ejemplo la ira puede intensificarse a furia y, entonces, transformarse en satisfacción o culpa dependiendo de las consecuencias de los actos. Conforme avanza el desarrollo de una persona, esta va progresando en el razonamiento sobre las secuencias de la emoción.

4. Habilidad para regulación las emociones

Las emociones, cuando ocurren deben ser toleradas, y bien gestionadas, incluso bienvenidas, independientemente de cómo de agradables o desagradables sean. En este sentido tener unos conocimientos adecuados sobre el funcionamiento y las funciones de las emociones puede ser un punto importante. Ciertas prácticas o disciplinas como la Atención Plena o Mindfulness, nos ayudan a avanzar en este sentido, y a aceptar nuestras emociones tal como son, dejando que los cambios en ellas se produzcan de forma natural.

A medida que crecemos, nuestros padres nos enseñan a no expresar ciertos sentimientos y a sustituirlos por otros, como por ejemplo sonreír en público aunque te sientas triste, o mandarte a tu habitación si te enfadas... Gradualmente, interiorizamos estas divisiones entre sentimiento y acción, comenzando a aprender que las emociones pueden ser separadas del comportamiento. Habitualmente nuestros padres nos enseñan estrategias rudimentarias del control de las emociones, diciéndonos cosas como: "cuenta hasta diez cuando estés enfadado". En consecuencia, aprendemos a conectar y desconectar de la emoción en los momentos apropiados, aunque normalmente no tenemos herramientas potentes para manejar y gestionar nuestras emociones, a no ser que trabajemos de forma específica con este objetivo.

5. Inteligencia Emocional como logro emocional y competencias emocionales

La inteligencia emocional representa la aptitud o la habilidad central para razonar con emociones. El logro emocional representa el aprendizaje que una persona ha alcanzado sobre la emoción, o en la información relacionada con las emociones. La competencia emocional, aparece cuando una persona ha alcanzado un determinado nivel de logro. La familia en la que se crece, las lecciones sobre emociones que le han enseñado a uno, los acontecimientos de la vida que se han experimentado... todo eso influye a la hora de determinar cuánto, una persona, ha logrado aprender sobre emociones.

Muchos psicólogos de la educación prefieren hablar en términos de competencia, más que de inteligencia, ya que la idea de competencia emocional se centra más en el conocimiento y destrezas que el individuo puede alcanzar para funcionar adecuadamente en diferentes situaciones. Desde un punto de vista teórico, tiene sentido desarrollar juntas las ideas de inteligencia emocional, logro emocional y competencia emocional.