El rescate de símbolos de la realeza, una administración hermética y la lejanía con la prensa definen al Presidente francés.

Emmanuel Macron official picture
© Gobierno de FranciaFoto oficial de Emmanuel Macron.
A seis semanas de tomar por asalto el poder en Francia con una aplastante victoria en el Parlamento, ya quedó claro: el "Presidente rey", Emmanuel Macron, no quiere pasar inadvertido.

Desde reuniones con jefes de Estado en el Palacio de Versalles hasta una foto oficial cargada de simbolismos, en poco tiempo el nuevo Presidente ha dado muestras de estar muy cómodo con su cargo a sus 39 años y de querer imprimirle un sello distintivo a su gobierno.

Si bien Macron ha llamado positivamente la atención con su mensaje de "devolver la grandeza a Francia", fue su decisión de entregar las orientaciones generales de su mandato este lunes 3 en Versalles, un día antes de que el Primer Ministro, Édouard Philippe, haga lo propio ante la Asamblea Nacional, lo que hizo sonar las alarmas.

Será un discurso individual, frente al pleno de los 925 parlamentarios y rodeado por el oro y los espejos del palacio.

"Esto es una muestra del carácter faraónico de esta presidencia monárquica", dijo Jean-Luc Melenchon, líder de Francia Insumisa (izquierda radical) y ex candidato presidencial.

La oposición parlamentaria se ha mostrado unánime al criticar una iniciativa que, alegan, roba protagonismo al jefe del Ejecutivo y delata, a su juicio, desprecio por el Gobierno y un ejercicio "arrogante" del poder.

Olivier Faure, líder del grupo parlamentario Nueva Izquierda, que agrupa a los menguados socialistas, consideró que Philippe se ve ahora "condenado" a un rol de mero "repetidor" de lo que diga Macron.

"No estamos en un régimen imperial donde vamos y aplaudimos al nuevo príncipe que se expresará frente a nosotros sin ninguna responsabilidad", sostuvo Guillaume Larrive, diputado de Los Republicanos, partido de centroderecha.

Más decidor que el hecho de convocar a los parlamentarios y el día elegido es el lugar dónde se les llamó.

Aunque el Presidente francés tiene el derecho de utilizar el palacio de Luis XIV para hablar ante la Asamblea Nacional, este procedimiento suele estar reservado para revisiones constitucionales y grandes discursos oficiales, no para planteamientos generales.

Ausencia del rey

A quienes han seguido detenidamente al Presidente francés no debería extrañarles que busque concentrar la autoridad.

"Macron está moviendo todo para ejercer un sistema presidencial fuerte. Y, a la vez, es un Mandatario que sabe muy bien leer los códigos sociales de hoy en cuanto a las comunicaciones y a la imagen", dijo a El Mercurio Paulina Astroza, directora del Programa de Estudios Europeos de la Universidad de Concepción.

El Mandatario ha mostrado en varias ocasiones una cierta nostalgia por la realeza en Francia, donde ningún político, con excepción de algunos pequeños sectores de la extrema derecha, admiten extrañar al rey.

"En el proceso y funcionamiento de la democracia hay algo que falta: la figura del rey, cuya muerte, creo, la gente no quería realmente", dijo Macron hace dos años en una entrevista con el periódico Le 1.

En ese entonces, el actual Mandatario incluso aseguró que la ausencia del rey "dejó un vacío emocional" en el país que posteriormente se intentó "rellenar" con Napoleón.

Ahora, como Presidente Macron se ha mostrado decidido a ser él quien llene ese vacío, tomando actitudes de un "monarca republicano" al más puro estilo de Charles de Gaulle o François Mitterrand.

Sus ministros no reciben palmaditas o palabras de aliento, sino órdenes transmitidas por el Primer Ministro. Macron, que tuvo uno de los más rápidos ascensos políticos en la historia del país a punta de sonrisas y amabilidad, hoy gobierna con distancia e imponiendo respeto.


Comentario: Si Macron tuvo un rápido ascenso fue porque "alguien" apoyó su carrera desde atrás del escenario, y porque al momento de las elecciones el pueblo francés no vio opciones viables claras. Y, quizá, porque una mano oculta habría contado más votos a su favor de los que en realidad le fueron emitidos.


Su habilidad ha consistido en cambiar la presidencia sin alterar el sistema institucional, sino que utilizando las herramientas que este le provee, llegando al gobierno y obteniendo la mayoría absoluta en la Asamblea Nacional, explica Le Figaro.


Comentario: Las elecciones legislativas se caracterizaron por la gran abstención, lo que una vez más habla de la desilusión generalizada del pueblo francés con la política de su país.


Mayoría que el Mandatario espera utilizar para, entre otras cosas, reformar la rígida ley laboral que, según dice, está matando la economía del país y para reforzar la seguridad en un país golpeado por el terrorismo.

Presidencia hermética

El estilo de Macron es diametralmente diferente al de su predecesor y ex jefe, el Presidente más impopular de la V República y de quien aprendió, probablemente, lo que no había que hacer. François Hollande prometió ser un "presidente normal" cercano al pueblo e intentó modernizar el protocolo teniendo un contacto permanente con periodistas para que sus planes se conocieran inmediatamente. Pero perdió la apuesta, y solo cosechó desprestigio.

Ahora, el nuevo Presidente, que prometió gobernar con "un poco más de verticalidad", quiere elevar la presidencia dejando atrás el exhibicionismo.

Para Macron, el "maestro relojero", según sus propias palabras, el control lo es todo, especialmente de la información que sale desde su gobierno.

Por eso, el palacio del Elíseo se ha convertido en una caja herméticamente cerrada, algo que ha molestado a los medios.

Desde su llegada al gobierno, Macron solo ha concedido una entrevista oficial, e incluso planea cancelar la conferencia de prensa con preguntas abiertas a los medios que se realiza el Día de la Bastilla, el 14 de julio.

¿La razón? "La compleja forma de pensar del Presidente" no se "presta" para entrevistas con los periodistas, dijo una alta fuente del Elíseo a Le Monde.

En cambio, Macron aprovechará instancias públicas para dirigirse directamente al país.

Esto no ha caído bien a la prensa, que, incluso, ha alegado censura por la decisión del gobierno de solo llevar a un puñado de reporteros en los viajes oficiales al extranjero.

Habituados a Hollande, que había ejercido como columnista político y disfrutaba ofreciendo información, los periodistas "se enfrentan ahora a una esfinge", asegura el madrileño El Mundo.

Hasta el minuto, al menos, el estilo del "Presidente rey" le está funcionando. Su aprobación marcaba 64% esta semana.