Traducido por el equipo de SOTT.net en español
El ataque de un bloguero desconocido a un escritor estadounidense y sus asociados es poca cosa. Pero en el panorama más amplio, expone un cáncer que se propaga a través del discurso estadounidense actual sobre Rusia y el mundo en general...
Russians meddling meme
Disculpas, pero debo preguntar...
Estos "rusos", ¿están aquí en la habitación con nosotros ahora?
Una vez más fue Molly McKew. "Putin está llevando a cabo un asalto informativo contra los estadounidenses - sin embargo, muchos expertos supuestamente en contra de Putin quieren que usted crea que no hay nada que pueda hacer para detenerlo", tuiteó. "¿Por qué? Lectura estelar de @JamesFourM (Jay McKenzie) el fin de semana sobre cómo el Kremlin derriba a sus críticos".

Y así atacaron la reputación de un grupo de pensadores y escritores estadounidenses que no mostraban simpatías manifiestas hacia Rusia. Medium, donde se encontraba la calumnia, retiró el artículo unos días después, pero el daño ya estaba hecho.

Ahora bien, se necesitaría un corazón de piedra para sentirse satisfecho con la actual histeria rusa en Estados Unidos. Porque es realmente triste ver cómo la élite política y mediática de un gran país se desgarra por los poltergeists que la mayoría de la gente racional asumió que se habían evaporado hace décadas.

Lo que es aún más deprimente es cómo la era de los medios sociales, que prometía un nuevo amanecer en la expresión y el pensamiento, cada vez se hace más eco de los peores excesos de la década de 1950: el período conocido como el "macartismo".

Excepto que los nuevos difamadores son aún más groseros y oportunistas que sus predecesores de esos tiempos de dicotomía. Y tienen menos justificación: Rusia ya no es un país cerrado, escondido tras un "telón de acero". De hecho, los estadounidenses contemporáneos, si así lo desean, pueden obtener un visado y desplazarse desde San Petersburgo hasta Vladivostok a su antojo.

El oro de los tontos

Sin embargo, los cazadores de espías y los "guerreros de la desinformación" no están interesados en la experiencia de primera mano, porque su motivación real es difamar y silenciar a quienes son genuinamente curiosos, que han invertido tiempo y esfuerzo en adquirir la pericia. Y lo que es muy deprimente es que Molly McKew, John Schindler, Eric Garland y sus compañeros de viaje se jactan de tener una influencia tremenda en Twitter y muchos también tienen plataformas en los principales medios de comunicación.

McKew, por ejemplo, es columnista de Politico, aparece en la televisión nacional de Estados Unidos y es frecuentemente citada como "experta" por el Washington Post. Un periódico que también publica a Max Boot. De hecho, la semana pasada, utilizó sus páginas para afirmar ridículamente que Trump no podría haber ganado las elecciones estadounidenses de 2016 sin la ayuda rusa. Y no, Boot no sugirió que Moscú había convencido de alguna manera a Hillary Clinton de no hacer campaña en Wisconsin. Por su parte, el rostro de Schindler es familiar para los telespectadores de Fox y CNN.

El pasado fin de semana tuvimos un vívido ejemplo de cómo operan estos charlatanes, cuando utilizaron sus cuentas de Twitter para promocionar una entrada (suprimida posteriormente) de "Medium" diseñada para difamar a Dustin Giebel, un escritor estadounidense que se enfoca en Rusia. La diatriba proveniente de un tal Jay McKenzie, parecía alegar que Giebel era una especie de agente del Kremlin porque consideraba al poeta Yevgeny Yevtushenko como un mentor en la universidad. Yevtushenko, fallecido el año pasado, había sido partidario de los líderes reformistas soviéticos y rusos Mikhail Gorbachov y Boris Yeltsin, y al final de su vida pasó el tiempo viviendo en Rusia y Estados Unidos.


Andrew C Laufer: No, no, no. No más chekistas, camarada. Hablemos de las masacres americanas en Katyn, Holodomor.... oh espera... hablemos del pacto Molotov-Ribbentrop... oh espera.... ¡la CIA lo hizo....!

Jay McKenzie: Bueno, el mentor de @DustinGiebel ciertamente lo dijo. Convenientemente, después de la muerte de RFK.
Aunque el sinsentido del "te atrapé" se centraba en gran medida en intentar hacer trizas a Giebel con viejos tuits (obviamente indiferentes a la observación de Edward de Bono: "Si nunca cambias de opinión, por qué tienes una".), éste también apuntó a los amigos del escritor, al menos en Internet. De este modo, Nina Jankowicz, una pensadora del Wilson Center, financiado por el gobierno estadounidense, y Michael Colborne, un periodista canadiense difícilmente identificado por las simpatías del Kremlin, terminaron en medio del fuego cruzado.

Y todo parecía inspirarse en la sorprendente revelación de que Giebel tenía la intención de llevar a su esposa a Moscú este junio, durante la Copa Mundial, lo cual fue tomado como una clara evidencia de sus credenciales. Giebel más tarde alegó que las secuelas llevaron a una "amenaza contra mi hija de dos años de edad por parte de uno de sus locos (sic) por lo que su espectáculo y doxeo fue un éxito. Agradézcanselo a Molly McKew y a John, la gran amenaza ESTADOUNIDENSE se acuesta con ella".


Dusty: Sí, lo sacaste de la página de Facebook de mi esposa. Acabo de recibir una amenaza contra mi hija de dos años de edad por parte de uno de sus locos por lo que su espectáculo y doxeo fue un éxito. Agradézcanselo a Molly McKew y a John, la gran amenaza ESTADOUNIDENSE se acuesta con ella. Me retiro.
Tiempos tristes

Se estaba refiriendo a cómo McKew y el ex agente de la CIA convertido en un accesorio de TV, John Sipher, habían participado en el trabajo de difamación. Y a ellos se unió el activista neoconservador Max Boot, nacido en Moscú.

Sipher intentó dar marcha atrás con una declaración extraña: "Esto parece ser una pelea por las credenciales de la gente. Tenemos que superarlo. Sí, necesitamos las voces de académicos serios. También necesitamos periodistas, diplomáticos, profesionales, políticos y demás partes interesadas. Lo que Rusia y Trump están haciendo es obvio y perjudicial". Pero McKew no se arrepintió, incluso después de que Jankowicz apelara a ella directamente.

"Molly, no quiero que nadie diga nada malo sobre usted, pero también preferiría que hiciera lo mismo por mí y que no difundiera mentiras infundadas sobre mí y sobre mi trabajo", ella escribió. "Nuestros desacuerdos son intelectuales, no personales. ¿Apoya la conclusión de James de que soy un agente del Kremlin?" Pasados unos días, McKew no ha respondido. A pesar de que es consciente de que el artículo ha sido retirado.

A propósito, McKenzie no fue disuadido después de que fuera retirado. "La actual ofensiva de espionaje del Kremlin contra Occidente tiene [una] extraña semejanza con el final de la década de 1940", dijo a sus 600 seguidores. "Lo negarán hasta que no puedan negarlo más, hasta que la desagradable verdad finalmente salga a la luz. Lean lo último de @20committee's (Schindler) y conozcan a nuestro enemigo". Mientras tanto, un usuario anónimo afirmó que el propio Kremlin había eliminado el artículo.

Por supuesto, en circunstancias normales, las riñas en Twitter entre cabilderos, escritores y activistas no merecerían ser tratadas en un artículo de opinión. Pero estos no son tiempos normales.

Vistos desde Europa, los medios de comunicación y las élites académicas y políticas de Estados Unidos parecen estar desgarrándose por asuntos con Rusia que son relativamente menores y no afectan a la población en general. Y los estándares del periodismo en este momento son tan bajos que son casi increíbles.

Tenemos una situación en la que alguien como Boot, además de promover falsas calumnias, es capaz de aparecer en CNN y alegar que Rusia ha "atacado" a Estados Unidos, mientras que el anfitrión, Anderson Cooper, ni siquiera se molesta en desafiar sus puntos de vista. Por no hablar de cómo la propia CNN presenta regularmente a analistas que nunca han estado en Rusia como "expertos" sobre el país.

Andreson Cooper 360º: Stephen Cohen, profesor de Estudios Rusos, discute con su colega @MaxBoot, diciendo que Trump llevó a cabo un acto de diplomacia en la cumbre de Putin.

"Creo que al Sr. Boot le habría gustado que Trump hubiera embestido contra Putin en la cumbre y le hubiera hecho confesar".
A esto hay que añadir la presencia de McKew en los principales medios de comunicación y el enorme tráfico de Twitter generado por gente como Eric Garland, Schindler y Seth Abramson.

Sin embargo, mientras estos oportunistas disfrutan del protagonismo, los auténticos especialistas rusos son ignorados a menos que estén dispuestos a traicionar la realidad y se unan con entusiasmo a la locura. El ex embajador Michael McFaul es un ejemplo de ello.

Todo esto es muy triste, preocupante, problemático y peligroso. Las voces legítimas, sinceras, inquisitivas e imparciales fueron marginadas y difamadas, mientras que los charlatanes, estafadores, embaucadores y sinvergüenzas ocupan el centro del escenario. Uno se pregunta cómo los historiadores sobrios juzgarán esta locura.