Traducido por el equipo de Sott.net en español

No es agradable ver a un ideólogo occidental perder la cabeza. Es como ver una langosta hirviendo en una olla. Y como esa langosta, él o ella eventualmente revienta.
Far right Activists
© Reuters/Gleb GaranichActivistas de partidos de extrema derecha frente a oficinas presidenciales en Kiev, Ucrania, noviembre 26, 2018.
Personalidades clave del firmamento geopolítico e ideológico de Occidente han "reventado" recientemente sobre Rusia; personas para las que el mundo está hecho de un bloque de naciones occidentales divinamente predispuestas para el mando, y el resto del mundo condenado a obedecer.

Un buen ejemplo de lo que quiero decir es el Consejo Atlántico (Atlantic Council) de Washington, uno de los más conocidos de una red cada vez más amplia de grupos de reflexión neoconservadores de nuestro mundo, en cuyas oficinas de Washington se encuentran cascarrabias de dimensiones desmesuradas.

Para estas personas, Rusia no es un país de 146 millones de personas cuya contribución al mundo en los campos del arte, la ciencia, la cultura, etc. ha sido profunda a lo largo de su historia y sigue siéndolo hoy en día, sino que, por el contrario, es un cáncer que necesita ser extirpado, preferiblemente por la fuerza.

Por ejemplo, el Sr. Anders Aslund -economista, autor y cascarrabias senior/fellow en el Consejo Atlántico. Su efusión de vituperación en respuesta al incidente del Estrecho de Kerch que involucró a Rusia y Ucrania -llamando a Occidente y a la OTAN a "reaccionar incisivamente antes de que sea demasiado tarde"- es una muestra de un hombre que sufre de un colapso emocional y psicológico.

Anders Aslund: Todo sugiere que Rusia lentamente toma un paso después de otro para bloquear el Mar de Azov de Ucrania y el tránsito marítimo internacional. Occidente y la OTAN deberían reaccionar incisivamente antes de que sea demasiado tarde.
Al perder la cabeza, el Sr. Aslund nos recuerda que el Consejo Atlántico es una organización llena de gente para la que la racionalidad es un vicio y la irracionalidad una virtud. Quizás esta situación podría ser incluso divertida si no fuera por la influencia que este grupo de expertos ejerce en los círculos de política exterior de Occidente; influencia que es parecida a tomar en serio a un pirómano cuando se trata de la prevención de incendios.

Tampoco es de extrañar que los patrocinadores financieros del Consejo Atlántico sean una galería pícara de corporaciones globales, compañías petroleras, bancos e instituciones financieras, gobiernos y otras entidades de esa naturaleza. Esto confirma que la relación entre el capitalismo global y el imperialismo occidental está forjada en el infierno -o al menos lo está para aquellas naciones y personas que se ven obligadas a existir en el extremo más agudo de su papel atroz alrededor del mundo cuando se trata de fomentar el conflicto, las crisis, la carnicería y la inestabilidad.

Ucrania es un buen ejemplo de lo que quiero decir. Para que nadie lo olvide, el último gobierno de Ucrania elegido democráticamente y con un mandato que abarca todo el país fue derrocado sin ceremonias por un violento golpe de Estado a principios de 2014. Fue un golpe apoyado por ideólogos occidentales como Anders Aslund, en el que los neonazis estaban a la vanguardia sobre el terreno.

No es casualidad que Ucrania Occidental, donde se centró el golpe de Estado de 2014 y donde el gobierno que formó sigue disfrutando de la mayor parte de su apoyo, es una parte del mundo donde el fascismo tiene profundas raíces históricas y culturales. Esto se refleja en el recrudecimiento y la elevación del fascismo como un credo legítimo y abiertamente ostentoso en esta parte del mundo hoy en día, recordando la advertencia del dramaturgo alemán Bertolt Brecht al final de la Segunda Guerra Mundial: "Todavía es fértil el vientre que parió al fascismo".

Es extraño entonces -o tal vez no tanto- que el Secretario de Defensa británico, Gavin Williamson, haya declarado recientemente lo siguiente con la grandilocuencia de un hombre que se pasa el día memorizando los discursos de Winston Churchill en tiempos de guerra:
"Mientras Ucrania se enfrente a las hostilidades rusas, encontrará un socio firme en el Reino Unido. Al seguir trabajando juntos, ya sea a través de programas de entrenamiento o ejercicios militares, ayudamos a Ucrania a defender nuestros valores compartidos".
Escuchó eso, ¿verdad? Valores compartidos, dijo el hombre.

Las palabras estentóreas de Williamson de apoyo al gobierno golpista de Kiev deberían sopesarse en la balanza frente al análisis del académico estadounidense Stephen F. Cohen, expuesto en un podcast de mayo de 2018 para la revista The Nation. En él, Cohen revela hasta qué punto los neonazis son ahora parte esencial de las fuerzas armadas del gobierno de Kiev, concretamente el controvertido Batallón Azov.

Ni siquiera el Consejo Atlántico mencionado anteriormente es capaz de poner un pintalabios democrático en el cerdo de extrema derecha de la Ucrania Occidental en 2018. En un artículo de junio, escrito para ese grupo de reflexión, Josh Cohen (sin relación con Stephen F.) escribe:
Desde principios de 2018, el C14 y otros grupos de extrema derecha, como la Milicia Nacional, el Sector de Derecha, Karpatska Sich y otros, afiliados a Azov, han atacado a grupos de gitanos en varias ocasiones, así como manifestaciones antifascistas, reuniones del concejo municipal, un evento organizado por Amnistía Internacional, exposiciones de arte, eventos LGBT y activistas medioambientales.

Tras los ataques del 8 de marzo, Amnistía Internacional advirtió: "Ucrania se hunde en el caos de violencia incontrolada que suponen los grupos radicales y su total impunidad. Prácticamente nadie en el país puede sentirse seguro en estas condiciones".
Dada la sociedad "real" creada por el Euromaidán en 2014, en lugar de la "ilusoria" que se pregona en Occidente, es prudente señalar que, si bien personas como Gavin Williamson pueden albergar ilusiones de la grandeza de Churchill en su calidad de secretario de defensa de Gran Bretaña, no se puede pasar por alto una distinción importante.

Es que mientras que Churchill -por muy racista e imperialista que fuera- se puso del lado de Moscú contra el fascismo, la actual generación de aspirantes a Winstons dentro del establishment británico se está poniendo del lado del fascismo contra Moscú.

Hablando de eso, la Segunda Guerra Mundial es siempre una fiesta suntuosa cuando se trata de resaltar la burbuja de irrealidad en la que vive el ideólogo occidental típico. Permítame presentarle a John Sweeney, de la BBC.

El Sr. Sweeney recientemente consideró conveniente tuitear lo siguiente:
"Pensando en las víctimas de la hambruna de Stalin de 1933 y en los idiotas útiles -entonces y ahora- que ciegan sus ojos a la verdad de que a lo largo de demasiada historia reciente, el Kremlin ha sido poco más que una máquina de matar."
La hambruna de Stalin de 1932-1933 fue innegablemente atroz, ¿pero lo fue menos que la hambruna de Churchill en Bengala en 1943? En cuanto a que el Kremlin fuera una "máquina de matar", fue una suerte para Europa que así fuera entre 1941 y 1945, o de lo contrario todo el continente habría sido esclavizado por los nazis; se habría convertido a partir de entonces en una fosa común, que en comparación habría hecho del Holocausto, del que Hitler y sus hordas son autores, un juego de niños.

Con vistas a ahorrar lo peor para el final, el recién instalado jefe del ejército británico, el general Mark Carleton-Smith, evidentemente no es un hombre a quien se pueda acusar de tener un conocimiento serio de la realidad, no cuando, según él, "Rusia representa hoy en día una amenaza indiscutiblemente mucho mayor para nuestra seguridad nacional que las amenazas extremistas islámicas como Al Qaeda e ISIL (ISIS)".

Las langostas, como se puede ver, están realmente reventando.
Sobre el autor

John Wight ha escrito para una variedad de periódicos y sitios web, incluyendo Independent, Morning Star, Huffington Post, Counterpunch, London Progressive Journal y Foreign Policy Journal.