Un área importante del cerebro llamada complejo amigdalino, tiene una relación directa con la actividad criminal. Sin embargo, el Dr. Adrian Raine, de la Universidad de Pensilvania, tiene una sentencia categórica: "la biología no es un destino".
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Durante los días siguientes a la masacre en el Club Pulse de Orlando, Florida, surgieron nuevas revelaciones sobre Omar Mateen, el hombre que asesinó a 49 personas allí antes de morir a manos de fuerzas especiales de seguridad. En principio se habló, y se habla, de sus simpatías por el grupo radical Estado Islámico, el cual admitió que uno de sus militantes había llevado a cabo el ataque. Después, salieron a la luz testimonios de conocidos dentro del club que pondrían de manifiesto inclinaciones homosexuales de Mateen, quien supuestamente habría realizado el atentado en venganza por el presunto rechazo que habría padecido en ese centro nocturno, por ser musulmán. Su primera esposa confesó desde el mismo 12 de junio de 2016, día del ataque, que Mateen la golpeaba y que en una ocasión se sintió prácticamente secuestrada por él.

El atacante del Maratón de Boston, Tamerlan Tsarnaev, fue descrito como un desertor escolar, un joven violento que funcionaba como un lobo solitario. También fue vinculado a tres homicidios y a la venta de drogas. Según el Dr. Stanton E. Samenow, autor de Inside the Criminal Mind (Dentro de la mente criminal), la realidad es que Tsarnaev era un delincuente antes de que participara en el mortal ataque por el cual se le conoce.

"Terroristas del siglo XXI no eran, como se ha dicho, ciudadanos responsables y productivos antes de que se 'radicalizaran'. Eran criminales que se apegaron a causas que podían usar como vehículos para la búsqueda de emociones (thrill, en inglés), poder y conquista", señaló Samenow en una de sus columnas en la revista Psychology Today.

"El jihadista Abu Musab al-Zarqawi era un abusador y bebedor empedernido, que había participado en robos armados y otros actos criminales antes de convertirse en el cerebro de bombazos, misiones suicidas y ejecuciones. Estaba más dedicado a crear desórdenes y matanzas que a defender una causa particular", agregó el experto.

El líder terrorista Abu Musab al-Zarqawi, ejecutado por Estados Unidos en 2006
© Wiki CommonsEl líder terrorista Abu Musab al-Zarqawi, ejecutado por Estados Unidos en 2006
Al-Zarqawi fue un militante jordano que dirigía un campo de entrenamiento para radicales islámicos, con el propósito de atacar a fuerzas norteamericanas y áreas con gran población chiíta. Se atribuyen a este hombre decenas de ataques con coches bomba, decapitaciones y otros actos violentos durante la guerra de Irak, e inclusive el mortal ataque contra tres hoteles de Amán, la capital de Jordania, en 2005. Este hombre fue ejecutado por fuerzas especiales de Estados Unidos el 7 de junio de 2006. Un avión F-16C dejó caer dos bombas teledirigidas de 500 libras (230 kilogramos) sobre la casa de seguridad en la que se encontraba reunido con otros militantes, en la localidad iraquí de Baquba.

El crimen por el crimen

Por supuesto, la mayoría de los casos criminales que se conocen no están relacionados con actos terroristas. El 20 de septiembre de 1989, Richard Ramírez, entonces con 29 años de edad, fue declarado culpable de 13 asesinatos, cinco intentos de asesinato, 11 asaltos sexuales y 14 robos con fuerza. Había sido arrestado en Los Angeles, California, en 1985 luego de haber sembrado el pánico en varias ciudades del condado angelino y en San Francisco. Su primer crimen, que no se descubrió hasta 2009, fue el de una niña de nueve años, Mei Leung, a la que violó, mató a golpes y dejó colgada en una tubería el 10 de abril de 1984 en el sótano del edificio donde vivía, en San Francisco.

Ramírez fue condenado a muerte, pero nunca fue ejecutado. Murió el 7 de junio de 2013 a causa de un linfoma, a los 53 años de edad. Había dejado los estudios en la Jefferson High School de su natal El Paso, Texas, cuando estaba en noveno grado. A los dos años de edad sufrió un fuerte golpe en la frente durante un accidente en un parque, tras lo cual padeció de ataques epilépticos. Comenzó a fumar marihuana a los 10 años de edad. Por esas fechas escapó del violento carácter de su padre, Julián Ramírez, ex policía de Ciudad Juárez, México, y decidió dormir en un cementerio. Estuvo presente cuando uno de sus más cercanos familiares, su primo Mike Ramírez, mató de un balazo en el rostro a su esposa Jessie con un revólver calibre .38, en mayo de 1973.

La lista de los llamados "serial killers" o asesinos en serie de Estados Unidos es enorme. Rodney Alcalá, conocido como "The Dating Game Killer", fue declarado culpable de asesinar a por lo menos ocho mujeres en California, Nueva York y Washington; Richard Angelo, a quien se conocía también con el sobrenombre de "El ángel de la muerte", era un enfermero de Nueva York que resultó culpable del asesinato de cuatro personas, pero en realidad se sospecha que pudo haber matado a 25; Gerald Stano fue ejecutado en 1998, luego de que un jurado lo declarara culpable de matar a 41 mujeres. No todos eran pobres y analfabetos. Christopher Wilder, conocido como "The Beauty Queen Killer", era un millonario australiano dedicado a la industria inmobiliaria, que asesinó a ocho mujeres en siete semanas, en 1984.

Uno de los casos más conocidos de ricos criminales fue el de los hermanos Lyle y Erik Menéndez, hijos del millonario cubanoestadounidense José Menéndez, quienes el 20 de agosto de 1989, cuando tenían 21 y 18 años, respectivamente, entraron a la sala de descanso de la mansión familiar en Beverly Hills, donde estaba su padre y su madre Kitty. La casa de estilo Mediterráneo llena de lujos, había sido rentada previamente a los músicos Prince y Elton John. Con una escopeta Mossberg, le pegaron 12 balazos a su padre en la cabeza, por detrás, y luego ejecutaron a su madre. El objetivo del crimen: disfrutar de la millonaria herencia familiar. Poco después fueron atrapados, enjuiciados y condenados a cadena perpetua sin derecho a libertad condicional.

Los homicidios han experimentado un descenso en Estados Unidos en los últimos años, con un total de 11.961 en 2014 (cifra más reciente de un año completo) si se compara con las estadísticas de 2008, según la Oficina Federal de Investigaciones (FBI). De 1986 a 1995, se perpetraron más de 20 mil homicidios por año. Fue en 1991 que se produjo el número más elevado, con 24.700.

Pero Estados Unidos no es el único país con homicidas que han presentado altos niveles de crueldad. Durante la última década, entre 60 mil y 100 mil personas han muerto en medio de la cruenta guerra contra el crimen organizado en México, y entre grupos de narcotraficantes. Imágenes de gente decapitada y desmembrada aparecieron en numerosos medios internacionales, al igual que cadáveres colgados de puentes y árboles.

Fue precisamente en México que un caso singular estremeció al mundo. Santiago Meza López, conocido como "El Pozolero", confesó a las autoridades tras su captura en 2009 que había disuelto en ácido los cadáveres de 300 personas a cambio de 600 dólares semanales, mientras trabajaba para un narcotraficante mexicano. Meza López tenía 45 años cuando fue detenido. Tuvo que dejar sus estudios en sexto año de primaria para ayudar a su familia en su natal Guamúchil, en el estado de Sinaloa. Primero se hizo ladrillero y más tarde albañil, hasta terminar disolviendo cuerpos sin vida, de personas ejecutadas.

Visión científica de la actividad criminal

La Asociación de Psicología de Estados Unidos (APA, por sus siglas en inglés) publicó una información importante sobre el aspecto biológico de la actividad criminal en su página web. De acuerdo con esa declaración, "la amígdala cerebral- relacionada con el miedo, la agresión y las relaciones sociales- está implicada en el crimen".

La amígdala o complejo amigdalino es un conjunto de núcleos de neuronas localizado en la profundidad de los lóbulos temporales de los vertebrados, entre ellos los seres humanos.

"Entre las investigaciones que destacan este lazo se encuentra el estudio dirigido por el Dr. Dustin Pardini de la Universidad de Pittsburgh. Su equipo descubrió que hombres de 26 años con bajos volúmenes de amígdala eran tres veces más propensos a ser agresivos, violentos y mostraban más rasgos psicopáticos tres años más tarde que hombres de la misma edad con amígdalas de tamaño normal - independientemente de otros factores como su historia de violencia y antecedentes sociales", de acuerdo con la APA, la cual cita la publicación de ese estudio en la revista Biological Psychiatry en 2013.

Otro estudio presentado por la APA, señala que el funcionamiento de la amígdala, no su tamaño, es comúnmente más revelador entre aquéllos con tendencias psicópatas. Esa otra investigación fue hecha con imágenes de resonancia magnética por la Dra. Andrea Glenn, psicóloga de la Universidad de Alabama.

Para ver el informe de la APA en inglés

La biología no es un destino

El mundo de la psicología y la psiquiatría estudian constantemente la conducta delictiva. Luego de otra investigación, el psicólogo Adrian Raine, quien trabaja en el Departamento de Criminología de la Universidad de Pensilvania, señala que "si sabemos que ciertas características del cerebro pueden llevar a algunas personas a la violencia, ¿qué podemos hacer?". Su respuesta es categórica: "intervenir -y mientras más pronto, mejor". Reine es autor del libro The Anatomy of Violence (La anatomía de la violencia), publicado por Random House en 2013.

La respuesta de Raine se basa en un estudio que él y sus colegas realizaron mediante un programa de enriquecimiento de la nutrición, ejercicios y habilidades cognitivas. En ese estudio, niños de tres años de edad que ingresaron al programa, habían mejorado el funcionamiento de su cerebro a la edad de 11 años, y habían logrado una reducción del 34% en lo que se refiere a actividades criminales a la edad de 23 años, después de que se les comparó con otro grupo de niños que no recibió ayuda profesional.

Impresionante es también la información proporcionada por el Dr. David Olds, de la Universidad de Colorado, quien descubrió que las mujeres embarazadas de bajos recursos, que fueron visitadas regularmente en sus casas por enfermeras, las cuales les hablaron de salud, educación y como ejercer la maternidad, fueron menos propensas a tener hijos que terminaron arrestados a la edad de 15 años.

Esas experiencias llevaron a Raine a la siguiente conclusión: "la biología no es un destino. Podemos cambiar las raíces biológicas del crimen y la violencia - no hay duda alguna acerca de esto".

Preocupado por los castigos a que son sometidos los criminales, a quienes considera enfermos, Raine declaró a la Radio Pública Nacional (NPR, por sus siglas en inglés) de Estados Unidos que "los prisioneros no están motivados a cambiar realmente... porque piensan que son malos, que son malvados".

Pero si se revisa el concepto que la sociedad tiene del crimen, según Raine, sería más fácil convencer a los criminales de que se deben someter a un tratamiento médico.

La sociología ante el mundo del crimen

Dentro del debate sobre las raíces de la conducta criminal, el campo de la sociología tiene una amplia variedad de criterios. Estos van desde la teoría de la ausencia de control del propio delincuente y la percepción de que la criminalidad se contagia al vivir en medios hostiles, hasta el desorden que prima en comunidades donde las instituciones no tienen la capacidad de controlar a grupos e individuos. El crimen organizado, los crímenes de odio y aquéllos motivados por la psicopatía forman parte de esa variedad, así como los que cometen ejecutivos de corporaciones y gente rica para obtener ciertos beneficios financieros y poder.

Pero posiblemente la llamada "teoría de la tensión", sea una de las armas más fuertes de la sociología en relación con el mundo criminal. Esta teoría fue desarrollada por el norteamericano Robert K. Merton en 1957 y sugiere que las presiones que la sociedad impone a un individuo tienen el potencial de convertirlo en un criminal. Entre estas presiones no se descarta, inclusive, la necesidad de alcanzar el famoso "sueño americano" en Estados Unidos. La incapacidad del individuo de lograr determinados reconocimientos, según esta teoría, lo podría llevar a robar, a vender drogas o a participar en actos de prostitución para obtener seguridad financiera.

El famoso narcotraficante mexicano Joaquín "El Chapo" Guzmán, líder del temible Cártel de Sinaloa, confesó a medios de su país tras su captura en febrero de 2014, que se había dedicado a la venta de drogas porque en su comunidad natal de La Tuna había mucha pobreza. "El Chapo" también admitió que había ordenado matar posiblemente a entre dos mil y tres mil personas durante su carrera criminal. Según el diario The New York Times, el Cártel de Sinaloa obtiene cada año más de tres mil millones de dólares por la venta de drogas.


Comentario: Lo que dijo "el Chapo" es una mala excusa para evadir su responsabilidad. Resulta que hay miles de millones de personas en este planeta que crecen y viven con mucha pobreza, y la gran mayoría no se dedica al crimen organizado. Sin duda que la sociedad ejerce cierta influencia, pero hace falta más que un mal entorno social para convertirse en un psicópata como es "el Chapo" Guzmán.


En 1992, el sociólogo Robert Agnew fue más allá de Merton con su Teoría General de la Tensión. Las emociones juegan aquí un papel importante, cuando la sociedad dicta presiones que llevan al individuo a rebelarse y a cometer crímenes para equilibrar sus carencias. Entre los ejemplos de Agnew está el sujeto que consume drogas para sentirse mejor. La ira y la frustración conducen al individuo a tener reacciones negativas. El rechazo de la sociedad también causa tentaciones criminales, según el experto.

Lo cierto es que desde los días en que un grupo de senadores romanos asesinó al César y la Santa Inquisición quemaba a los "herejes" en la hoguera, Jack el Destripador hacía de las suyas en oscuras calles de Londres y Charles Manson ejecutaba a sus seguidores en el desierto de California, hasta la ola de horror creada por Richard Ramírez y la masacre del Club Pulse, la humanidad ha vivido bajo el castigo del crimen, y ciertos criminales bajo el castigo de la sociedad. Nadie se atrevería a vaticinar una pronta solución a este flagelo.

(Hernández Cuéllar, autor de este reportaje, es director y editor de Contacto Magazine, revista que fundó en julio de 1994 en Los Angeles, California. Desde 1981 ha trabajado en todo tipo de medios: agencias de prensa, diarios, radio, televisión, semanarios, internet, revistas y redes sociales. Fue redactor de la agencia EFE en Cuba, Costa Rica y Estados Unidos, así como editor metropolitano del diario La Opinión de Los Angeles, California, e instructor de periodismo de la Universidad de California en Los Angeles, UCLA).