Traducido por el equipo de Sott.net en español

Cinco años es mucho tiempo en política. En 2014, las relaciones entre Rusia y Occidente cayeron en picada por Ucrania y Siria.
Putin/Macron/Brigitte
© Sputnik/Sergei Guneevn/Kremlin via ReutersEl presidente francés Emmanuel Macron y su esposa Brigitte • El presidente ruso Vladimir Putin
La "anexión" de Crimea, el derribo del avión de pasajeros malayo y el conflicto en Ucrania oriental destruyeron el restablecimiento parcial de las relaciones normales que habían comenzado en 2008 con el "reseteo" del presidente Obama y el acercamiento de Nicolas Sarkozy a Vladimir Putin. Esto incluyó la crisis georgiana de ese año, de la cual la decisión del presidente francés en 2010 de vender dos portaaviones Mistral a Rusia fue un poderoso símbolo. El colapso de las relaciones como consecuencia de la crisis ucraniana condujo a las sanciones de la UE y de los Estados Unidos contra Rusia, y a su expulsión del grupo de naciones del G8, como lo era entonces, así como a una guerra de palabras entre Oriente y Occidente.

La visita de Vladimir Putin el lunes al fuerte de Bregancon, la residencia oficial de verano del presidente francés, demuestra que este período está oficialmente cerrado. En todos los niveles, Occidente ha abandonado su anterior hostilidad hacia Putin y Rusia. Primero, el simbolismo: El Presidente Putin pasa mucho tiempo gobernando desde su propia residencia de verano en Sochi, y la invitación a la costa mediterránea, donde el ambiente es más íntimo y relajado que en París, fue sin duda un gesto a la predilección de Putin por los climas más cálidos. El hecho de que la reunión se haya celebrado pocos días antes de la cumbre de Biarritz, de lo que ahora es el G7, también demuestra que París tiene la intención de incluir a Moscú en el debate de los asuntos mundiales al más alto nivel, aunque es poco probable que Rusia sea readmitida formalmente en esa estructura. Incluso la sustancia de la reunión mostró cuánto han cambiado las cosas. Cuando Emmanuel Macron dijo que Rusia era esencial para resolver varias crisis en el mundo -Irán, Ucrania, Siria, el Tratado de Fuerzas Nucleares de Alcance Intermedio (FNI)- estaba anunciando un cambio de 180 grados en la política francesa y occidental.

Durante los últimos cinco años, no solo la UE, sino también Washington, y sobre todo Londres, han insistido en que Rusia es un problema, no una solución a un problema. El mantra repetido a menudo sobre "un orden internacional basado en normas" era una forma de acusar a Rusia de romper esas normas: sobre la integridad territorial en Ucrania, sobre las armas químicas en Siria y Salisbury, etc.

El Presidente Macron fue más allá, diciendo incluso que el principal problema del mundo ya no era Rusia, sino Estados Unidos. Uno tiene que leer entre líneas, pero aquí está la cita clave:
"Me gustaría decir que hoy el mundo está viviendo un momento histórico; el enfoque multilateral es a menudo criticado, y deberíamos pensar en formas de reconstruir este mundo y este orden. Esto significa que debemos buscar nuevos mecanismos de cooperación que nos sean útiles a todos. En este caso, en este contexto, nuestras relaciones bilaterales, así como las relaciones entre Rusia y la Unión Europea, desempeñan un papel clave y determinante. Estoy pensando en todo lo que ha ocurrido en las últimas décadas, en lo que ha conseguido separarnos. Sé que Rusia es un país europeo en el fondo de su corazón. Y creemos en una Europa que se extiende desde Lisboa hasta Vladivostok".
La amenaza al multilateralismo no proviene, según Macron, de Moscú. Viene de Washington, que ha denunciado el acuerdo nuclear de Irán, el tratado de 1987 sobre Fuerzas Nucleares de Alcance Intermedio (FNI) y, por supuesto, el acuerdo sobre cambio climático de la COP21. Esto ha hecho que las relaciones franco-estdounidenses entren en un territorio muy difícil.

El multilateralismo es una cuestión emocional para Emmanuel Macron (dedicó su discurso de 2018 ante el Congreso de Estados Unidos al tema, y fue rotundamente ignorado por la propia administración de Donald Trump, que tanto había cortejado tan pronto como fue elegido) y hace tan sólo 10 días Trump atacó a Macron abiertamente por supuestamente tergiversar la imagen de Estados Unidos ante Irán. Sin embargo, al principio de sus respectivas presidencias, Trump y Macron parecían cultivar una relación especial, en un momento en el que otros líderes europeos se tapaban las narices ante la idea de tener que tratar con el descarado presidente estadounidense. Todo esto ha quedado en el pasado. La frase "Europa de Lisboa a Vladivostok" es un claro guiño a la "Europa del Atlántico a los Urales" del presidente De Gaulle, que anunció una cierta distancia de Estados Unidos.


Comentario: Es cierto, aunque su uso actual está asociado con las ideas de los neoeuroasiáticos, que se pusieron por primera vez sobre el papel en la década de 1990.


En lugar de la hostilidad hacia Rusia en la que se basa la relación transatlántica, Macron pidió una nueva "arquitectura de seguridad y confianza" entre la UE y Rusia. Es difícil pensar en un giro más dramático en la política exterior que este, ya que las relaciones entre la UE y Rusia se han basado, por el contrario, hasta ahora en declaraciones abiertas de hostilidad por parte de la UE. Sólo en marzo, el Parlamento Europeo votó una resolución que decía que Rusia "ya no puede ser considerada un socio estratégico" y que "la UE no puede prever un regreso gradual a la normalidad". El 20 de agosto, frente a Vladimir Putin, Emmanuel Macron rompió públicamente esa resolución y la tiró a la basura.

Este cambio no se produjo de la nada. Las visitas de Putin a las capitales europeas se están convirtiendo en acontecimientos comunes: fue a Roma en julio, donde tanto la Liga como el Movimiento 5 Estrellas son amigos de Rusia; a Viena el año pasado, donde la entonces vicecanciller era una firme partidaria de Moscú, y cuya ministra de Asuntos Exteriores le invitó a su boda en agosto; y vuela ahora a Finlandia, que actualmente ostenta la presidencia de la UE, directamente desde Francia para una reunión el 21 de agosto.

Este patrón de acontecimientos demuestra que las cosas han cambiado, sobre todo en Ucrania y Siria, los dos puntos neurálgicos de la crisis. En Ucrania, Petro Poroshenko, apoyado por Occidente, ha perdido poder, abriendo una pequeña ventana de oportunidad para un acuerdo de paz en ese país, mientras que en Siria la guerra ha sido casi ganada por el ejército sirio, dejando en ruinas el objetivo occidental original de derrocar a Assad.

Sin duda, no todo es totalmente de color de rosa. Macron no puede resistirse a ser condescendiente con Putin, incluso cuando intenta ser amable. Decir, como él, que Rusia es "un país profundamente europeo" debe sonar bastante tonto a los oídos rusos, al igual que los ataques hipócritas de los europeos contra el comportamiento de la policía de Moscú a la luz de la terrible violencia infligida a los "chalecos amarillos" por sus homólogos franceses.

El discurso humanitario sobre Siria también es sin duda absurdo, dado lo que sabemos sobre los abusos cometidos por las fuerzas respaldadas por Occidente en Libia en 2011 o, para el caso, por los yihadistas respaldados por Occidente en la propia Siria. Pero Putin es un hombre profundamente paciente y, después de 20 años, ha escuchado todo esto muchas veces antes. Por muy extravagante y poco profesional que parezca Macron al lado de su invitado ruso altamente cualificado, el hecho es que la reunión de Bregancon, que se celebra bajo el cálido sol del sur, anuncia un verano glorioso después de un largo invierno de descontento.
Sobre el autor

John Laughland, doctor en filosofía por la Universidad de Oxford y profesor en las universidades de París y Roma, es historiador y especialista en asuntos internacionales.