Durante los últimos cinco años, un número cada vez mayor de científicos ha venido atribuyendo las extrañas órbitas de los objetos más distantes del Sistema Solar a los efectos gravitatorios de un hipotético "Planeta 9", aún no descubierto y que se encontraría en algún lugar más allá de Neptuno.
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© NASA / JPL-Caltech / ReutersImagen ilustrativa
Los movimientos observados en muchos objetos "transneptunianos", en efecto, no podrían producirse tal y como los vemos sin la presencia de una fuente gravitatoria oculta. Y muchos piensan que esa fuente desconocida de gravedad es, precisamente, un nuevo planeta de nuestro sistema, un mundo que aún no hemos logrado descubrir.

Ahora, Jakub Scholtz y James Unwin, dos físicos de las universidades de Durham, en Reino Unido, y de Illinois, en Chicago, proponen una idea mucho más intrigante y que podría proporcionar una nueva forma de buscar el misterioso objeto: ¿Y si en lugar de un planeta de tratara, en realidad, de un pequeño agujero negro? Los investigadores acaban de publicar su estudio en arXiv.org.

Estudios anteriores ya habían sugerido que el escurridizo Planeta 9, al que algunos astrónomos llaman también "Planeta X", debe poseer una masa entre cinco y quince veces mayor que la de la Tierra. Y que debe de estar a una distancia comprendida entre los 45.000 millones y los 150.000 millones de km del Sol (mil veces más lejos de lo que está la Tierra, a "solo" 150 millones de km del Sol). Evidentemente, a esa enorme distancia cualquier objeto recibiría muy poca luz solar, por lo que sería realmente difícil captarlo con un telescopio.

Sin embargo, para detectar ese tipo de objetos tan distantes, ya sean planetas o agujeros negros, los astrónomos pueden buscar las extrañas burbujas luminosas que se forman a su alrededor cuando la luz procedente de estrellas o galaxias lejanas se curva alrededor del campo gravitacional del objeto. Estas anomalías ópticas se producen cuando el objeto en cuestión se mueve, durante su órbita, frente a una estrella distante.

Materia oscura

Sin embargo, si el objeto fuera un agujero negro de masa planetaria (es decir, pequeño), probablemente estaría rodeado por un halo de materia oscura que podría extenderse hasta mil millones de km por cada lado. Según los investigadores, las interacciones entre las partículas de materia oscura en el interior de ese halo, especialmente las colisiones entre la propia materia oscura y la antimateria oscura, deberían liberar destellos de rayos gamma que delatarían la presencia del objeto en cuestión.

Proximamente, Scholtz y Unwin empezarán a analizar los datos disponibles del Telescopio Espacial de Rayos Gamma Fermi, que desde la órbita terrestre lleva ya 11 años estudiando las emisiones gamma procedentes de todas las direcciones del cielo. En particular, los dos físicos buscarán grupos esporádicos de destellos de rayos gamma moviéndose lentamente por el cielo, tal y como se esperaría que se moviera el Planeta 9 visto desde la Tierra. Solo que no se trataría de un planeta, sino de un agujero negro.

A falta de ser comprobada, la propuesta de los dos investigadores podría poner fin a la cacería del esquivo planeta. Y demostrar que aquí, dentro de nuestro propio Sistema Solar, hay un agujero negro del que nunca habíamos tenido noticia.