Traducido por el equipo de sott.net
Thoughts and feelings
Cambiar de forma de pensar puede cambiarlo todo.
Por un lado, es útil distinguir entre lo que pensamos y lo que sentimos.

Pensar acerca del mundo es diferente a sentir dolor después de una lesión; hacer planes es diferente a sentir alegría a la vista de las primeras flores que se abren al comienzo de la primavera.

Sin embargo, desde otra perspectiva -y estas no son mutuamente excluyentes-, podría ser útil considerar el pensamiento y el sentimiento como una unidad.

Quizás podamos pensar en ambos como movimientos de la mente: en esa perspectiva, pensamiento y sentimiento están unidos por la primacía de la mente.

Un sentimiento siempre va de la mano con la percepción de algo por parte de la mente, cuya naturaleza depende de nuestro "mundo del pensamiento" en general -la mente consciente considerada no como un mero "filtro", sino como algo activo que, en cierto sentido, es a la vez evocado por el sentimiento y también lo evoca.

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Por ejemplo, cuando oigo pasar un coche ruidoso, esto puede provocar sentimientos negativos si pienso que los coches ruidosos son una provocación sin sentido de hombres que atraviesan la crisis de la mediana edad.

En cambio, si soy aficionado a los coches de carreras y aprecio el sonido de un potente motor, puede que incluso me sienta bien al oír ese rugido.

Como ambos pensamientos no son mutuamente excluyentes, puedo elegir desde qué perspectiva quiero ver la experiencia y, por lo tanto, modular mis sentimientos.

Incluso es posible disminuir conscientemente el nivel de dolor que uno siente tras una lesión: puedo pensar en todas las malas consecuencias y abandonarme a la histeria, o puedo ver el dolor y la lesión como una lección interesante que puede conducir a algo positivo. En este último caso, el dolor sentido disminuye inmediatamente. El hecho de que la hipnosis pueda reducir el dolor, a veces de forma drástica, es otro ejemplo de cómo el pensamiento puede influir, o incluso determinar, nuestras sensaciones más básicas.

Es en este sentido que la sensación podría considerarse un movimiento de la mente.

El pensamiento también es un movimiento de la mente: proviene de nuestra mente. Esto puede ocurrir de forma consciente o inconsciente. Cuanto más aprendemos a ser conscientes de ello, mayor será nuestro grado de libre albedrío con respecto a cómo y hacia dónde mover nuestros pensamientos.

Pensamiento y sentimiento, entonces, están más interconectados de lo que podríamos suponer: ambos dependen de nuestra mente.

Tal vez sea ésta la razón por la que Aristóteles veía el pensamiento, el deseo y los sentimientos como interdependientes, pero el pensamiento -en cierto sentido- como primario:1
Los objetos primarios del deseo y del pensamiento son los mismos. Pues el bien aparente es el objeto del apetito, y el bien real es el objeto primario de la voluntad racional. Pero el deseo es consecuencia de la opinión más que la opinión del deseo; pues el pensamiento es el punto de partida.2
Para Aristóteles, tanto el sentimiento como el pensamiento apuntan a lo más alto, al fundamento de toda la realidad- pero la forma en que abordamos nuestros deseos se encuentra en primer lugar.

Este es un concepto importante cuando pensamos en la naturaleza de la vida: en la visión neodarwinista, mecanicista de la vida, los sentimientos y los deseos son meras reacciones a los estímulos externos, al igual que una máquina está programada para reaccionar a ciertas informaciones.

Sin embargo, hay una forma diferente de verlo: a saber que los organismos, incluso los primitivos, tienen objetivos, y sus acciones tienen, por lo tanto, una cierta racionalidad. Son la consecuencia del pensamiento, al menos en el sentido mínimo de la palabra.

A menudo es mucho más fructífero considerar las acciones humanas a través de esa lente: no como algo programado, o mecánico, sino como algo razonado -aunque ese razonamiento sea a menudo primitivo y persiga inconscientemente deseos de bajo nivel, de forma similar a como lo hacen los organismos más primitivos.

Así lo demuestra nuestra experiencia de que podemos hacer consciente este tipo de razonamiento inconsciente y razonar de forma diferente: cambiamos nuestros sentimientos subyacentes modificando nuestra forma de pensar sobre ellos, como en los ejemplos del coche deportivo o la lesión. También podemos aprender a reconocer cuándo nuestros pensamientos son sólo racionalizaciones de deseos de bajo nivel y cambiar nuestro pensamiento. Y podemos escuchar atentamente nuestras emociones y tomarlas como información, lo que, de nuevo, podría llevar a cambiar nuestros pensamientos.

Hablando de los organismos primitivos, incluso sus acciones pueden verse desde este punto de vista: aunque obedezcan a impulsos primitivos y a menudo parezcan "sólo reaccionar" a los estímulos externos, esto puede interpretarse como el resultado de una determinada forma de pensamiento, o "forma de ver las cosas". Lo que parecen ser meras "reacciones" son casos límite de un pensamiento extremadamente lineal.

Después de todo, ellos también persiguen objetivos, como la autoconservación y la reproducción. Y perciben sus sensaciones a través de esta lente. Incluso sus "sentimientos" y acciones pueden verse, por lo tanto, como movimientos de la mente.

Por supuesto, este punto de vista es totalmente contrario a la visión del materialismo científico, que se ha apoderado de todo nuestro pensamiento desde la segunda mitad del siglo XIX.

Pero incluso los materialistas admiten este punto de vista, aunque sea de forma inconsciente, cuando hablan de los objetivos de los organismos, o de los genes: utilizando el rico lenguaje de nuestra experiencia como actores conscientes, capaces de razonar y fijar objetivos, para dar sentido a lo que ocurre en la naturaleza. Aunque algunos de ellos lo reconocen hasta cierto punto y proclaman que podrían, en teoría, utilizar un lenguaje totalmente "científico" o materialista, en la práctica no pueden; en cualquier caso, la fuerza de sus argumentos depende en gran medida de este (mal)uso de un nutrido lenguaje que vuelve a infiltrar la mente en la ecuación en todos los niveles.

Y, de una manera característica del hemisferio izquierdo del cerebro, se niegan a reconocer que la misma historia puede contarse de una forma muy diferente: como una expresión del pensamiento, donde pensamiento y sentimiento se entienden como un todo.

La realidad del Algo Superior

Obsérvese que no se trata de decir que los pensamientos y los sentimientos son la misma cosa, o simplemente que son interdependientes (que lo son). Las implicaciones son más profundas.

La pregunta es: ¿cómo es posible que haya un algo en nosotros que puede observar nuestros pensamientos y que puede hacer surgir pensamientos? ¿Que puede observar nuestros sentimientos y dar lugar a ellos? ¿Que puede cambiar conscientemente toda nuestra composición interna, o más bien permitir que nuestra composición interna cambie al alinearse con diferentes formas de pensamiento, diferentes modos de ser?

Todo esto apunta a algo más allá de lo meramente físico, y de la mera metáfora del "cerebro programado por la evolución". Y este "más allá" no parece ser algo arbitrario, sino una realidad en sí misma con ciertas características.

Como ocurre a menudo, nuestro lenguaje, la forma en que hablamos y pensamos sobre las cosas, puede darnos una pista.

Por ejemplo, a menudo decimos cosas como " él tropieza con estos problemas todo el tiempo", sugiriendo que hay una estructura oculta de la realidad que opera en el plano de la mente, en lugar de la realidad física. Utilizando la metáfora de " tropezar con las cosas", comparamos esta realidad superior con nuestra realidad física familiar, en la que hay obstáculos, caminos y terrenos, sugiriendo todo un mundo paralelo en el que nos movemos igual que en el mundo físico.

Otra metáfora que utilizamos para describir este Algo Superior es la de las meta-leyes, o meta-reglas, que a menudo nos llegan en forma de refranes y viejas sabidurías. Un buen ejemplo es un dicho como "No hay almuerzo gratis". Independientemente de lo que ocurre en este otro mundo, sus características parecen manifestarse en ciertas limitaciones y regularidades en cuanto a nuestras decisiones, pensamientos, sentimientos y acciones.

Cuando parece que siempre " tropezamos" con el mismo problema, lo interpretamos, con razón, como una lección que tenemos que dominar, como una señal de que tenemos que cambiar nuestra perspectiva. Una vez que lo hacemos y empezamos a pensar y actuar de forma diferente, dejamos de toparnos con el problema. Hemos logrado maniobrar la realidad oculta al reconocer algunas de sus características.

Cuando obtenemos alguna ventaja, inevitablemente tenemos que pagar por ella, antes o después, de una forma u otra: con dinero, esfuerzo, sufrimiento, trabajo, transformación personal, ayuda a los demás... la forma de energía no importa. Pero tiene que haber un intercambio de energía. No ver esta férrea característica de la realidad superior conduce inevitablemente al desastre, tarde o temprano (a veces ocurre al instante, a veces mucho, mucho más tarde). En efecto, no hay almuerzo gratis.

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El punto de vista esbozado aquí tiene consecuencias tanto teóricas como prácticas.

A un nivel teórico, no podemos ignorar el mundo del pensamiento, el mundo de la mente. En lugar de intentar desesperadamente encontrar leyes abstractas eternas que supuestamente lo dirigen todo -la biología, la historia, el comportamiento humano, etc.- deberíamos más bien recomenzar a tomar en serio el razonamiento, especialmente cuando se trata del pensamiento y el comportamiento humanos, pero filosóficamente, quizás, con respecto a todo en la naturaleza.

Como hemos visto, la razón no se limita al pensamiento puramente racional, sino que también está profundamente ligada a los sentimientos. El razonamiento puede darse de forma consciente o inconsciente, pero siempre es un razonamiento. Es la mente moviéndose, independientemente de que este movimiento sea profundamente informado y, por lo tanto, refinado, o mal informado o caótico, fragmentado y arbitrario.

A nivel práctico, esto significa que debemos abandonar de una vez la mentalidad de que todo lo que nos rodea está programado, determinado o "simplemente sucede". Significa que podemos utilizar nuestra mente para cambiarlo todo, siempre, incluso las experiencias más dolorosas. Significa que tenemos que dejar de culpar a los demás, o a la sociedad, o a Dios, o a la biología, de nuestras desgracias y sufrimientos, y más bien preguntarnos: ¿hay algún error en mi forma de ver las cosas? ¿Qué es lo que se me escapa? ¿Y qué conocimientos y experiencias necesito para que mi mente se aleje del estado caótico y fragmentado, y se acerque a un estado veraz e informado, en sintonía con la realidad de algo superior? ¿Qué están tratando de decirme mis sentimientos sobre mi visión del mundo y qué puede estar mal en él? ¿Y cuáles serían las acciones correctas a las que me llevaría esta nueva forma de pensar?

La forma en que interactuamos con el mundo depende profundamente de nuestros pensamientos y sentimientos. Y ambos pueden considerarse movimientos de la mente.

Tal vez, entonces, sea el momento de cambiarla.

Notas

1: Existe un debate entre los expertos en Aristóteles sobre la relación entre el pensamiento, el deseo y el sentimiento en su obra. Para juzgar si Aristóteles veía el pensamiento como algo primario o sólo interconectado con el deseo y el sentimiento, podría ser útil distinguir entre el pensamiento como "lo que surge de la mente" y el pensamiento como "lo que en la mente da lugar al pensamiento".

2: Aristóteles, Metafísica, Libro VII, parte 7 (http://classics.mit.edu/Aristotle/metaphysics.12.xii.html)