El ataque terrorista de Moscú es la bala en la recámara del imperialismo. Como ya ocurrió durante la Guerra del Cáucaso, a medida que Ucrania se hunde, tratan de abrir un segundo frente en el interior de la propia Rusia, un país al que no van a dejar ni un minuto de resuello.
Así lo demuestra la desvergonzada campaña de intoxicación de los países occidentales que, cuando creíamos haberlo visto todo, nos sorprenden con bajezas aún más sucias, centradas en la negación de la participación de Estados Unidos y Ucrania en el atentado.
Tiran la piedra y esconden la mano. Hablan de enviar más tropas y más armas a Ucrania, pero cuando sus apéndices las utilizan esconden la mano, como ya hicieron en la voladura del gasoducto Nord Stream. En el atentado no han participado Estados Unidos, ni Reino Unidos, ni Ucrania porque lo ha reivindicado el
Califato Islámico. No hay nada más que decir.