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En los años 80, después de una lucha para restablecer la democracia en Argentina, con miles de desaparecidos, crispación de la sociedad, derechos suprimidos, en definitiva una persecución interna (de ideas) y una guerra externa (Malvinas), la democracia volvió. Se respiraba un aire distinto, el pueblo podía votar nuevamente, elegir a quiénes quería que le representaran. Un discurso del que fuera electo presidente decía que con la democracia se vive, se come, se educa y algunas otras expresiones más. Pasado el tiempo, a casi 30 años de esa primera elección, sin duda alguna que la dinámica democrática es un fiel reflejo de la patocracia ejercida por la clase dirigente.
Los partidos políticos, las alianzas, el que detenta el poder del momento de la historia, parecen ser distintos pero (
en realidad son) de igual comportamiento. Se arrogan ser dirigentes que piensan en la gente común pero solamente, y en vista de los acontecimientos, sus apetencias personales y necesidad de poder son sus principales motivos para acceder a esos puestos. ¿Por qué digo que son iguales unos y otros? Porque cuando son oposición cuestionan las políticas que implementan los que gobiernan y, cuando son elegidos para gobernar, hacen lo mismo que criticaban.
Democracia, política, y corrupción: hermanas inseparablesEn esta dinámica, los casos de corrupción son una constante. Se investigan hasta donde se permite, estableciendo "culpables" dentro de lo conveniente. Toda una red de protección generada desde la impunidad, la desinformación y la realidad cambiada y esculpida como por el mejor de los artistas, amparan a los verdaderos culpables. En el medio la gente común, mantenidos como en un corral, esperando que les toque el momento, que nunca llega.
Comentario: es necesario destacar que estos informes de la ONU, poco o ningún efecto tienen sobre el curso de los acontecimiento. Son el equivalente al rol de "policía bueno" en los "clásicos policiales hollywoodenses", que en contraste con el "policía malo" juegan un juego actoral para provocar un efecto en el espectador. La ONU y sus organismos "de paz" entran en escena haciendo gala de su preocupación por la paz y la justicia, pero en realidad sólo siguen a rajatabla el libreto de una película que hasta el momento parece que no va a tener muy buen final.