(España) -
Igual estoy loco o peco de conspiranoico, pero leyendo la carta de Pedro Sánchez he sentido primero pasmo, luego risa y finalmente una inquietante sensación de amenaza. Repito: puede que lo que voy a escribir no tenga el más mínimo sentido, pero quería dejarlo en negro sobre blanco.
Más allá del arrebato infantil y narcisista, más allá de la sintaxis pobre, más allá de las alocuciones sentimentales y el protagonismo desmedido que se permite la encarnación de una institución del Estado, en su carta y en las reacciones de los dirigentes del Partido Socialista leo
una amenaza.
En poco más de mil palabras, Pedro Sánchez repite los términos "ultraderecha" y "ultraderechista" ocho veces, otras seis el término "derecha" y una vez más la etiqueta "ultraconservadora". Se refiere con esto una vez a Manos limpias y el resto a la "galaxia digital ultraderechista", es decir, "cabeceras ultraconservadoras" que más han informado sobre las sospechas en torno a la mujer del presidente. El Confidencial, por ejemplo.
Salió en tromba con la carta la camarilla estrecha del presidente: "No pasarán", "se han cruzado todas las líneas rojas", "no lo vamos a consentir". Tres partículas repetidas que suenan a reprimenda.
¿Qué es lo que no van a consentir? Durante meses, han señalado a jueces, oposición y medios críticos como grupos facciosos y enemigos de la democracia. En la carta el presidente parece decantarse por la prensa.