
Las recientes catástrofes naturales en Japón y Estados Unidos empiezan a generar más conciencia sobre la preparación que existe para afrontar las situaciones que pueden cambiarle la vida en segundos a comunidades enteras
El sol todavía iluminaba las calles ese 18 de junio de 2011. Con los ojos muy abiertos, la ropa enrojecida por la sangre y la piel desgarrada y grisácea, pálidos muertos vivientes arrastraron sus pies por las céntricas vías de la localidad británica, atacando buses y cafeterías en un solo gemido.
Pero al contrario de una apocalíptica invasión hollywoodense, esta terminó en risas, abrazos y una cerveza compartida entre amigos en los pubs cercanos al ayuntamiento de la población.
El susto no fue más que eso pues no eran zombis reales, sino un grupo de ciudadanos disfrazados que quiso conocer qué tan preparadas estaban las autoridades para enfrentar un ataque de esa magnitud.
Este caso, aunque anecdótico y con escasas probabilidades de hacerse realidad, puso de manifiesto el temor creciente a la llegada del fin de la civilización.