La pesadilla vislumbrada por George Orwell en su novela tiene cada vez más elementos y personajes similares a la realidad. Tras el escándalo de espionaje estadunidense, las ventas del libro se dispararon en Internet 300%.
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El advenimiento de la pesadilla orwelliana ha sido anunciado cíclicamente, en diferentes épocas, desde hace 64 años cuando se publicó la novela 1984. Este 2013, la confirmación de que el gobierno de Barack Obama espía a los ciudadanos del mundo a través de diferentes programas en Internet, revitaliza la obra de George Orwell y la idea del Gran Hermano, del ojo vigilante, que desde la red se ha colado hasta las computadoras personales y teléfonos celulares.

Tanta vigencia tiene la novela del escritor británico, que tras la filtración de Edward Snowden al periódico The Guardian sobre los programas de espionaje las ventas de 1984, en su versión digital tan sólo en Amazon, se incrementaron en pocos días entre 300% y 400%.

La evolución del Gran Hermano

En un principio, fueron los agentes persecutores del Estado, con gabardina y sombrero oscuro, escondidos a la vuelta de la esquina, encendiendo un cigarro como pretexto para bajar y ocultar el rostro, o bien detrás de los pliegos abiertos de un periódico.

Esos mismos agentes vigilantes, dignos de una novela de Chesterton, usaron después cámaras fotográficas, y tal vez instalaron micrófonos imperceptibles para sus víctimas. Años después, los gobiernos de todo el mundo comenzaron a instalar cámaras de video en calles y lugares públicos, so pretexto de mejorar la seguridad de la ciudad.

Una nota publicada en La Jornada en noviembre de 2006 decía en su encabezado: "Viven británicos en la sociedad que vaticinó Orwell en su novela 1984"

El texto, retomado del diario inglés The Independent, mencionaba que Inglaterra era el país más vigilado de Europa, con 4 millones 200 mil cámaras de vigilancia estatales y privadas, tarjetas de crédito que registraban las compras de cinco de cada 10 británicos y un banco de datos genéticos con información de 3.5 millones de personas.

Un estudio mencionado en esa misma nota aseguraba que la imagen de un británico promedio era capturada cada día alrededor de 300 veces durante su camino al trabajo, en centros comerciales y en las horas de comida.

Incluso, el teórico de la comunicación Román Gubern criticó en El eros electrónico que ante "la voracidad acumulativa del sector público hacia datos privados de los ciudadanos (de salud, ingresos, religión, opción sexual, afiliación sindical, etc.), y al ser éstos susceptibles de ser cruzados entre varias bases, destruirían su intimidad y alumbrarían vulnerables 'ciudadanos de cristal', transparentes para los poderes de un inquisitivo Estado orwelliano".

En 2002, La Jornada encabezaba un reporte de sus corresponsales en Estados Unidos, Jim Cason y David Brooks: "Washington, bajo el ojo de Big Brother", en el que hablaba de la instalación del sistema de vigilancia pública más sofisticado del continente americano a partir de videocámaras colocadas en las inmediaciones del Congreso, en edificios públicos y puentes.

La ciudad de México no se quedaba atrás, pues el funcionamiento de cámaras ubicadas en zonas públicas también estaba activo. En 2009, Telmex y la empresa francesa Thales ganaron un concurso para instalar 8 mil aparatos de ese tipo con el objetivo de "mejorar la seguridad" , y en 2011, las videocámaras llegaron al interior de los vagones del Metro.

En ese momento, periodistas y teóricos apocalípticos exclamaban la llegada de la pesadilla orwelliana. Sin embargo, el ojo del Gran Hermano parecía que no había invadido del todo la intimidad, como sí lo había hecho con las telepantallas dentro del departamento de Winston Smith, en 1984.

Hubo también la versión burda de 1984 con la llegada de los reality show llamados Big Brother. En 2003, en medio de la euforia mediática que generaron estas series televisivas en el mundo, La Jornada Semanal dedicó dos números enteros a la obra del escritor George Orwell que bien funcionaron como argumentos reivindicativos de su literatura.

Hoy, miles de personas en el mundo han metido a sus habitaciones, hasta la cama y la regadera, y de manera voluntaria, computadoras, tabletas y teléfonos celulares que llevan integrada una camára web. Esto, sin contar los Google glass, los lentes con cámara incluida, conectados a una computadora, y por supuesto, a Internet.

Sin saber que en el año 2013, a través de Google, Apple, Facebook y Microsoft y otros programas spyware los gobiernos iban a tener acceso a las comunicaciones de sus usuarios e incluso, a las cámaras web y micrófonos de computadoras y teléfonos móviles, George Orwell describía así en las primeras páginas de 1984 una escena en el departamento de Winston Smith:

"A la espalda de Winston, la voz de la telepantalla seguía murmurando datos sobre el hierro y el cumplimiento del noveno Plan Trienal. La telepantalla recibía y transmitía simultáneamente. Cualquier sonido que hiciera Winston superior a un susurro, era captado por el aparato.

"Además, mientras permaneciera dentro del radio de visión de la placa de metal, podía ser visto a la vez que oído. Por supuesto, no había manera de saber si le contemplaban a uno en un momento dado.

"Lo único posible era figurarse la frecuencia y el plan que empleaba la Policía del Pensamiento para controlar un hilo privado. Incluso se concebía que los vigilaran a todos a la vez. Pero, desde luego, podían intervenir su línea de usted cada vez que se les antojara.

"Tenía usted que vivir - y en esto el hábito se convertía en un instinto- con la seguridad de que cualquier sonido emitido por usted sería registrado y escuchado por alguien y que, excepto en la oscuridad, todos sus movimientos serían observados".

Durante la primera semana de julio, el hashtag #SonríeTeEstánEspiando se convirtió en Trend Topic en Twitter, luego de que diversos medios publicaron información, según la cual, México estaría entre los países en los que supuestamente opera un programa espía o spyware que se instala en las computadores y celulares móviles, y tiene acceso a la cámara web. Este programa, según los reportes, es de origen inglés, y habría sido vendido únicamente a gobiernos, no a empresas privadas.

El actual presidente de Estados Unidos, Barack Obama, ha sostenido que gracias a los programas de espionaje, su gobierno ha conseguido evitar atentados terroristas.

De igual manera, en 1984, había un gran enemigo, Goldstein, del que se hablaba diariamente en las noticias, incluso tenía una sección especial: los Dos minutos del Odio. Nadie sabía donde se escondía ni cuáles eran a ciencia cierta sus planes de resistencia; la información del partido oficial sólo se esforzaba en enfatizar la maldad del gran enemigo Goldstein, y en generar un sentimiento de tipo patriótico y una euforia agresiva en contra de su imagen. Con ese pretexto, las telepantallasse entrometían en cualquier resquicio de la intimidad de los ciudadanos.

Quien dudara de la existencia del gran enemigo Goldstein; de la verdad de las noticias del Diario; de la eterna guerra contra Eurasia; quien tuviera relaciones sexuales sin motivos reproductivos; quien tuviera libros de historia que no hubieran sido publicados por el Ministerio de la Verdad; quien pusiera en duda cualquier aspecto del Gran Hermano, se convertía inmediatamente en blanco de la Policía del Pensamiento, cuya herramienta principal de vigilancia eran las telepantallas.

Incluso la persecución que sufre Winston Smith por la Policía del Pensamiento podría tener cierta similitud con el interés que ha tenido Washington sobre Julian Assange y ahora Edward Snowden, quien tal vez no trabajó para el Ministerio de la Verdad, como Smith, pero sí, para la CIA.

"Esta columna muy posiblemente ya fue revisada por el gobierno de Estados Unidos antes de ser publicada y los lectores de este periódico, al igual que millones de personas en el planeta, que hayan utilizado servicios cibernéticos o telefónicos para comunicarse, ahora tendrán que suponer que también están bajo vigilancia", escribió David Brooks para iniciar su colaboración del pasado 10 de junio.

"Nada era del individuo a no ser unos cuantos centímetros cúbicos dentro de su cráneo", escribió George Orwell en su novela 1984.