Aún antes de haber comenzado, la intervención en siria ya no es ni siquiera un fanguero sino un reguero de mierda. Porque desde el punto de vista de la legalidad internacional, una intervención que no cuente con la ONU es frágil. Y si bien la utilización de armas químicas parece un hecho, lo que está mucho menos claro es la identidad de los autores de ese crimen.
Comentario: Tampoco está claro que la utilización de armas químicas sea un hecho, les recomendamos el siguiente enfoque SOTT: Siria, armas químicas, y los correos electrónicos de Britam
El gobierno de Bachar al-Assad conocía la gravedad de las consecuencias que ese acto tendría para él, incluso a los ojos de sus propios aliados. Mientras que una parte de la oposición siria, extremadamente heteróclita, ha venido tratando desde hace tiempo de implicar a la comunidad internacional en el conflicto, comunidad que hasta ahora había sido reacia, debido al riesgo de deflagración regional, y había preferido actuar desde lejos.
Muchos, sin embargo, lo dijeron y lo repitieron, hasta el propio Laurent Fabius [ministro francés de Relaciones Exteriores]: sólo una negociación política puede resolver la cuestión siria. Intervenir en ese país sin contar con un respaldo popular masivo es arriesgado.
Intervenir e incendiar la región, en un contexto que es casi de guerra fría y con la implicación de Rusia, es una locura. Acrecentar hasta la explosión un número de refugiados imposible de manejar para los países vecinos, es correr al desastre humanitario, con evidentes consecuencias políticas. Y la reciente inclusión de la rama armada del Hezbollah en la lista europea de organizaciones terroristas ha echado todavía más leña al fuego.
La guerra no cura la guerra. En este momento, el deber de proteger es, en primer lugar, el deber de recordar esa verdad evidente. Identificar a quienes recurrieron a las armas químicas, impedir que sigan haciendo daño, llevarlos a los tribunales, hacer justicia y hacer del derecho internacional un arma esencial, sí. Pero no estamos en esa situación y el conflicto sirio muestra, en primer lugar, la impotencia política de la ONU y el espectro de una guerra fría, a la que Obama recientemente aludió a medias. Y todo eso, en un contexto de crisis económica a escala mundial. Todo eso se parece tanto a lo que ya hemos visto en el pasado que debería incitar Europa a la prudencia.
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