Diana y su marido lo tenían todo pensado, incluso denunciaron su desaparición días antes. El informe forense ha determinado que cuando fue quemada Amélia, aún estaba viva.
Amélia Fialho,asesinato en Portugal
Portugal entero se encuentra conmocionado tras el brutal asesinato de la profesora Amélia Fialho a manos de su hija adoptiva y su marido en la localidad lisboeta de Montijo. Elaboraron un plan para acabar con su vida y quedarse así con su herencia. Primero la drogaron, luego mataron a martillazos y después quemaron el cuerpo.

Días antes del crimen incluso fingieron su desaparición y lo compartieron por redes sociales. Diana Fialho y su marido Iuri, de 23 y 27 años respectivamente, confesaron ante las autoridades cómo lo hicieron todo. Fue el pasado sábado 8 de septiembre cuando Diana decidió llevar a cabo el plan. Echó la droga en la cena de su madre adoptiva, que se quedó dormida al poco tiempo. Después la llevaron a su cuarto y la acostaron en la cama, donde la golpearon con un martillo en el cráneo repetidas veces.

Al creer que estaba muerta, envolvieron su cuerpo en una manta ensangrantada y lo trasladaron en coche al campo, a una zona repleta de árboles fuera de la ciudad. Allí fue donde la rociaron con gasolina y le prendieron fuego. El informe forense ha determinado que en cuando fue quemada Amélia aún estaba viva.

En algún momento de la noche un vecino notó el humo que salía del bosque y llamó a los bomberos locales, que acudieron a la escena y apagaron el fuego sin darse cuenta de que entre lo que ardía había un cadáver. Mientras los servicios de emergencia se encargaban de apagar el fuego, Diana y Iuri se ocupaban de eliminar cualquier rastro que pudiera delatarles en la casa.

Al día siguiente la pareja acudió a la Policía para denunciar la desaparición de la profesora. Aseguraron que la madre adoptiva había salido a pasear el sábado y que no había vuelto a casa. Su denuncia faiclitó la rápida identificación del cadáver que había parecido la noche anterior en el bosque. La policía sospechó de la pareja desde el primer momento ya que varios conocidos de la familia afirmaron que la relación entre la fallecida y la pareja era terrible.

Tras su detención, la pareja confesó el crimen y reconoció que el principal motivo había sido el deseo de independizarse y hacerse con su fortuna de la fallecida. La profesora poseía varias propiedades cuyo valor se había disparado gracias a la burbuja inmobiliaria que actualmente afecta al área metropolitano de Lisboa, entre ellos dos pisos valorados en 300.000 euros. Si resulta condenada por el asesinato, la pareja no heredará nada ya que el Código Civil luso establece que quién sea responsable por el homicidio de una persona pierde cualquier capacidad sucesoria en conexión con la víctima.