Traducido por el equipo de SOTT.net en español

Ante la crisis de los hombres jóvenes, la Asociación Americana de Psicología se equivoca al declarar una guerra contra la "masculinidad tradicional".
man and boy
© Arben Celi/Reuters
Ayer por la tarde, inmediatamente después de la victoria de los Dallas Cowboys contra los Seattle Seahawks, Erin Andrews de Fox entrevistó al líder defensivo del Dallas [quarterback en inglés] Dak Prescott y al corredor Ezekiel Elliott. Ella le preguntó a Elliott qué pensó cuando vio que Prescott despegó para una corrida decisiva que estableció el touchdown ganador.

"Es simple," respondió Elliott, "Es un hombre hecho y derecho. Eso es lo que es. Así es como jugó hoy, y nos llevó a esta victoria".

Esa es una frase que se oye mucho en los deportes. "Hombre hecho y derecho". Hay fútbol para hombres hechos y derechos. Hay baloncesto para hombres hechos y derechos. Se refiere a un cierto estilo de juego. Duro. Físico. Valiente. Abrumador. También es fundamentalmente una aspiración. Se puede afirmar con certeza que millones de muchachos jóvenes desean convertirse en hombres hechos y derechos: una persona que sea física y mentalmente fuerte, una persona que pueda hacer frente a un desafío físico y mostrar liderazgo bajo estrés. De hecho, eso no es sólo una meta intelectual, es una necesidad profundamente sentida. Es una respuesta a su naturaleza esencial.

Pero convertirse en un verdadero "hombre hecho y derecho", si bien es una necesidad palpable, no es un proceso fácil. Implica dar forma y moldear. Requiere tutoría. Se necesitan padres que sean hombres maduros. Convertir a los niños en hombres maduros significa tomar muchas de sus características inherentes, como su agresividad, su sentido de la aventura y su fuerza física predeterminada, y darles forma con fines virtuosos. Una persona fuerte y agresiva que toma riesgos puede ser un criminal o un policía, por ejemplo. Tomándolo prestado del famoso discurso de American Sniper, puede ser un perro ovejero o un lobo.

Y si usted es padre de un niño pequeño o pasa mucho tiempo con niños pequeños, especialmente si entrena a niños en deportes, notará una paradoja muy humana. Aunque quieran convertirse en el hombre maduro que ven en su padre o en sus ídolos, a menudo se resisten ferozmente (especialmente al principio) al proceso. Les parecerá que la disciplina es opresiva. Desarrollar robustez requiere soportar dolor. ¿Y a quién le gusta soportar el dolor? Los líderes efectivos tienen que tener un grado de estoicismo, pero puede ser difícil suprimir las emociones naturales para poder ver la realidad claramente.

Este proceso no es nada fácil. Algunos padres recurren a la crueldad como herramienta de enseñanza, con resultados desastrosos. Otros son profundamente intolerantes a las diferencias, rechazando o incluso intimidando a los niños que no se ajustan a las normas masculinas, lo que los lleva a una profunda desesperación.

Pero aunque el proceso de criar a ese hombre maduro no es fácil, es necesario. La evidencia de su necesidad está a nuestro alrededor. Mientras que la élite masculina prospera en las altas esferas del comercio, el gobierno, el ejército y los deportes, los hombres se están quedando atrás en la escuela, se suicidan y mueren de sobredosis a un ritmo horripilante, y sus salarios han sido erráticos, incluso más bajos (en dólares ajustados) de lo que eran hace dos generaciones.

Los hombres todavía ganan más dinero que las mujeres, pero para ver las diferencias en el crecimiento salarial, compare estos dos gráficos del Banco de la Reserva Federal de Saint Louis. Aquí están los salarios de los hombres desde 1979:
male wage growth
Contraste esa gráfica con la historia positiva de la revolución económica femenina:
female wage growth
Estamos en medio de una intensa guerra cultural centrada en los hombres, dominada a veces por dos tipos de narrativas de hombres como víctimas. En la derecha populista, se escucharán esas voces (como la de Tucker Carlson) que ven estas tendencias y las denuncian con razón, pero que luego atribuyen erróneamente una gran parte de los resultados negativos de los inmensos cambios sociales, económicos y culturales a la malicia o indiferencia de las élites, con soluciones centradas erróneamente en la acción gubernamental.

Carlson ha desencadenado un debate crítico desde la derecha, pero luego, justo a tiempo para recordarnos que personas bien intencionadas de todos los lados del espectro político pueden proponer soluciones peores que la enfermedad, llega la Asociación Americana de Psicología [APA] con sus primerísimas "Directrices para la Práctica Psicológica con Niños y Hombres". La APA ve los desafíos a los que se enfrentan los hombres jóvenes y, con razón, trata de superar esos desafíos, pero luego diagnostica la causa equivocada. Como señala Stephanie Pappas en el sitio web de la APA, las nuevas directrices concluyen que "la masculinidad tradicional - marcada por el estoicismo, la competitividad, la dominación y la agresión - es, en general, perjudicial".


Comentario: Parece bastante claro que la APA ha sido infestada por la patología del feminismo de cuarta generación. Esto es una señal muy mala para el futuro de la psicología en Occidente.


Las propias directrices sostienen que la "ideología tradicional de la masculinidad" - definida como la socialización de los varones hacia "la antifeminidad, el logro, la renuncia a la apariencia de debilidad y la aventura, el riesgo y la violencia" - ha demostrado "limitar el desarrollo psicológico de los varones, restringir su comportamiento, provocando tensión y conflictos en los roles de género", e influyendo negativamente en la salud mental y física.

Sin embargo, si examinamos una cultura que está tratando de aplicar rápidamente normas hostiles contra la masculinidad tradicional, ¿están prosperando los hombres? Y si los hombres están sufriendo más cuanto más nos alejamos de esas normas tradicionales, ¿es la respuesta la de seguir negando y suprimiendo la naturaleza esencial de un niño? Los niños varones se están quedando rezagados en la escuela, no porque las escuelas se dejen llevar por el riesgo y la aventura, sino porque a menudo reprimen implacablemente a los niños y a veces castigan la naturaleza esencial de los niños, desde la campana de la entrada de la escuela hasta el final del día. Especialmente en los hogares sin padre, las experiencias de la escuela primaria en las que predominan las mujeres a menudo significan que los niños están expuestos a pocos (si es que los hay) modelos masculinos y, por lo tanto, la inquietud masculina se considera casi por completo como un problema que hay que resolver y no como un activo potencial que hay que moldear.

Es interesante que en un mundo que de otra manera enseña a los niños y niñas a "ser tú mismo", esa regla a menudo se aplica a todos menos al hombre "tradicional" que tiene impulsos y características masculinas tradicionales. Entonces, son un problema. Entonces, a menudo son considerados tóxicos. Combine esta realidad con una nueva economía que no favorece naturalmente la fuerza física y el coraje físico en la misma medida, y es fácil ver cómo sufren los hombres.

Como he argumentado antes, la aculturación hacia una masculinidad tradicional saludable solía ser un acto mucho más natural e inevitable. Incluso los hombres de clase alta tenían que aprender a trabajar (al menos hasta cierto punto) con sus manos; para ganarse la vida, los hombres de clase trabajadora a menudo tenían que ser fuertes; y con familias más intactas (y espacios de trabajo dominados por los hombres), los hombres no carecían de modelos a seguir.

Eso no significa que los hombres eran perfectos. Ya hay demasiada nostalgia en nuestra sociedad por un pasado que tenía virtudes pero que también tenía terribles vicios. Pero sí significa que para un hombre era más fácil tener un propósito, y la felicidad significativa y sostenible es difícil de alcanzar sin un propósito.

En la actualidad, la aculturación hacia una masculinidad tradicional saludable tiene que ser mucho más intencional. ¿Por qué debería ser fuerte un hombre que trabaja en un cubículo y teclea todo el día? ¿Cómo satisface productivamente esa búsqueda de aventura? ¿Cómo se configura la identidad de un perro pastor en un suburbio seguro? ¿Por qué ser estoico cuando todos a su alrededor se dejan llevar por el emocionalismo que a menudo es un indicador de "autocuidado"?

Todo esto es difícil. Muy difícil. Especialmente cuando se combina con el hecho que mencioné al principio del artículo - la formación de un "hombre hecho y derecho" implica dolor a corto plazo. Como con tantas cosas, queremos el resultado, pero odiamos el proceso. Los modelos de conducta eficaces entienden esta realidad y predican implacablemente sobre el valor del sacrificio.

Tomemos, por ejemplo, una de las celebridades más populares del mundo, Dwayne Johnson (mejor conocido como "La Roca"). Él comparte un mantra para mejorar la vida que resuena particularmente con los jóvenes: "sangre, sudor y respeto". Sudas y sangras y a cambio te ganas el respeto. Es una versión más vívida de "sin dolor, no hay triunfo". La masculinidad tradicional virtuosa es intrínsecamente incompatible con una cultura de evitación del dolor.

Permítame terminar con una historia que he contado antes. He pasado la mayor parte de mi carrera como abogado litigante y la mayor parte de mi tiempo libre como nerd. Dada esa realidad, es muy fácil ablandarse. No hay nada acerca de escribir informes legales o leer El Silmarillón por décima vez que construya tus bíceps. Yo era un niño activo, y jugué baloncesto en ligas hasta los 30 años, pero cuando envejecí y salí de mi liga, empecé a rendirme a mi trabajo de escritorio. Subí de peso. No podía correr ni una milla sin jadear.

Y yo estaba profundamente descontento conmigo mismo. Así que hice algo al respecto. Dejé a Tolkien, me desconecté de World of Warcraft (bueno, por unos minutos de todos modos), y empecé a correr de nuevo. Me alisté en el ejército y me hice más fuerte antes de partir a mi curso básico de oficial. Me hice más fuerte aún antes de partir a Irak. Cuando llegué a casa, era aún más fuerte.

Entonces, un día después de regresar del extranjero, estaba en una caminata de los Cub Scouts con mi hijo. Estábamos al pie de un barranco, cuando uno de los muchachos lanzó una piedra que golpeó a mi hijo en la cabeza. La herida era profunda, había sangre por todas partes, y empezó a perder el conocimiento. Nuestros teléfonos celulares/móviles funcionaron para llamar al 911, pero no había forma de que la ambulancia pudiera llegar hasta nosotros. Tuvimos que correr cuesta arriba hacia ella.

Así que, mientras el líder del pelotón ejercía presión directa sobre su cabeza, lo levanté y comencé a correr, en línea recta, por una pendiente muy empinada. Corrí, cargándolo, hasta que estuve a punto de desplomarme. Entonces mi esposa (que es muy fuerte pero no podía llevarlo tan lejos) me reemplazaba por un rato. Luego lo agarraba y corría un poco más. Llegamos a la cima de la colina justo cuando llegó la ambulancia, y pudieron detener la hemorragia antes de que la pérdida de sangre fuera demasiado grave.

Unos años antes, me hubiera desplomado, jadeando en el suelo, después de cargar a un niño de tercer grado tan solo 100 yardas cuesta arriba. Le habría fallado a mi propio hijo. Pero respondí a la llamada de mi "masculinidad tradicional" y me hice más fuerte, no porque quisiera lucir bien o atraer a las mujeres o "estar en forma", sino porque algo dentro de mí me susurraba que un hombre sano no debería ser débil. En otras palabras, hice todo lo posible para convertirme en un verdadero "hombre maduro".

No les hacemos ningún favor a nuestros hijos cuando les decimos que no tienen que responder a esa voz interior que les dice que sean fuertes, que sean valientes y que lideren. No les hacemos ningún favor cuando dejamos que abandonen la labor de convertirse en hombres maduros cuando esa labor se vuelve difícil. Sí, no les hacemos ningún favor cuando no somos sensibles ante los niños que no se ajustan a la masculinidad tradicional, pero cuando se trata de la crisis que afecta a nuestros jóvenes, la masculinidad tradicional no es el problema; puede ser parte de la cura.