Se cumplen 20 años desde que en el Consejo de Seguridad de la ONU, EE.UU. presentó pruebas de que Irak poseía armas de destrucción masiva.
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La referida reunión del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas (CSNU) preparó el terreno para la invasión de Irak, una acción cuyas cicatrices aún persisten en el sufrimiento de los iraquíes.

Con estas palabras y las evidencias que luego fueron comprobadas como mentiras, el entonces secretario de Estado de Estados Unidos, Collin Powell, compareció ante los 15 miembros del Consejo de Seguridad para convencerles de que el régimen de Sadam Husein poseía armas de destrucción masiva y que era necesario la intervención de la comunidad internacional.


Menos de dos meses después, el 19 de marzo de 2003, el entonces presidente George W. Bush anunció el inicio de la intervención militar de Estados Unidos para invadir Irak.

El régimen de Sadam, cayó en pocos meses, pero la presencia prolongada de las fuerzas estadounidenses en el país árabe, dieron lugar a crímenes sin precedentes, desde torturas en los centros de detención hasta bombardeos indiscriminados que dejaron miles de civiles muertos y heridos.

Hussein Ali Sawadi, Bahaa Hussein Youssef y Ali Jamis eran niños cuando sus vidas cambiaron para siempre, por el impacto de los bombardeos estadounidenses.

Por otro lado, Bahaa Hussein Youssef, cuenta que el bombardeo, no solo afectó su cuerpo, sino que perturbó su vida para siempre.

Las víctimas civiles de la intervención de Estados Unidos, han recurrido a las instancias internacionales para pedir justicias. Algunos han recibido indemnizaciones, mientras que otros, no.

La Corte Penal Internacional sostiene que hay bases legales para creer que las fuerzas de Estados Unidos y el Reino Unido cometieron crímenes de guerra en Irak y Afganistán.

Sin embargo, ambos países presionan al tribunal para impedir el avance de la investigación, y han decretado leyes que ofrecen amnistía a los soldados que cometieron crímenes en estos países.