Mientras la Unión Europea acordaba el décimo paquete de sanciones contra Rusia, un nuevo golpe se propinaba desde el otro lado del mundo. La Casa Blanca anunció que impondrá a partir del 10 de marzo un impuesto del 200% sobre la importación de aluminio ruso y sus derivados.
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Esta noticia, como de costumbre, fue presentada de inmediato por medios occidentales como otra sanción asesina e infernal. Pero para comprender las verdaderas perspectivas de los procesos en curso, es necesario conocer los números básicos y la mecánica de la producción y el comercio del aluminio. El columnista de la versión rusa de Sputnik Serguéi Savchuk presenta este panorama en términos simples.

En la actualidad, este metal solamente es superado por el acero en términos de demanda, y ha penetrado en casi todos los ámbitos de la fabricación moderna, alcanzando una producción mundial de 65 millones de toneladas al año, señala Savchuk.

Para el columnista, contrariamente a la manera teoría occidental del libre mercado, donde se supone que no hay lugar para el monopolio y todo está regulado por la libre competencia, la gran mayoría de las empresas especializadas en aluminio en cualquier país del mundo son consorcios integrados verticalmente que incluyen la producción en tres etapas clave: minas de bauxita (el aluminio se obtiene a partir de bauxita, que es arcilla con alto contenido de alúmina), fundición y plantas para trabajar el metal.

Rusia no es una excepción en este sentido: existen varias docenas de productores de aluminio en el país, los principales se encuentran en las regiones de Volgogrado, Irkutsk, Kandalaksha, Boguchansky, Novokuznetsk, Krasnoyarsk, Bratsk y Sayanogorsk. Entre las de tamaño mediano se puede señalar la planta de Ankuver en Vladivostok y Permtsvetmet en Perm, añade el editorialista.


Savchuk aclara que incluso con tal variedad de empresas poderosas Rusia no es el principal productor mundial de aluminio, pues este título le pertenece merecidamente a China, que, con un amplio margen ante los otros competidores, produce alrededor de 37 millones de toneladas de aluminio en lingotes y en forma de otros derivados.

Mientras tanto, Rusia y la India compiten áridamente por el segundo puesto: ambos países produjeron 3,6 millones de toneladas cada uno en 2021, mientras que Canadá les pisa los talones, con 3,1 millones de toneladas, enfatiza el columnista.

Los principales exportadores de aluminio del mundo, según datos del analista, son: China en primer lugar, con una venta de aluminio por un valor de casi 35.000 millones de dólares anuales; Alemania, con 18.800 millones; Canadá y EEUU, con 12.000 millones cada uno; la India, con 9.000 millones, y luego Rusia, con una cifra muy modesta de 8.700 millones de dólares de facturación.

El columnista de Sputnik agrega que el colectivo norteamericano, con el apoyo de leales vasallos en la Unión Europea, no en vano atacó con sanciones a la empresa rusa de aluminio Rusal mucho antes del inicio de la operación militar especial. La empresa rusa posee los yacimientos de bauxita más ricos de muchas partes del mundo, y era vital para los estadounidenses y canadienses cambiar esta situación.

En junio de 2018, el entonces presidente norteamericano, Donald Trump, impuso sanciones a los productores de aluminio canadienses. Al igual que en la situación actual con los metalúrgicos rusos, se introdujeron unos aranceles del 250% en todos los productos derivados. Como consecuencias, Canadá estimó entonces sus pérdidas en 12.500 millones de dólares, continúa el experto.

A pesar de la efectista unidad, los canadienses armaron un enorme escándalo que incluso amenazó la existencia del sindicato estadounidense-canadiense-mexicano NAFTA. Ottawa y Ciudad de México amenazaron directamente con romper relaciones comerciales con Washington, que acabó levantando las restricciones un año después, pero no sin antes haber obtenido el resultado deseado durante este periodo, puntualiza Savchuk.

Mientras los expertos occidentales y la televisión ucraniana están entusiasmados con las nuevas sanciones contra el aluminio ruso, dos bancos que forman parte de las instituciones de la Reserva Federal de EEUU han publicado cálculos que muestran que la probabilidad de una recesión severa en la economía del país norteamericano en los próximos meses es del 63%, siendo esta es la peor cifra de los últimos 40 años, sostiene el columnista.

El especialista subraya que, desde 2022, Washington importó 5,9 millones de toneladas de aluminio, Rusia exportó 3,5 millones, de las cuales únicamente 210.000 toneladas fueron al país norteamericano, resaltando que las exportaciones rusas a América del Norte vienen cayendo desde hace mucho tiempo y de manera sistemática, mientras crecen en el resto del mundo.

Según el Servicio Federal de Aduanas de Rusia, en 2021 el volumen de envíos al extranjero aumentó en un 33% y ascendió en términos monetarios a 8.700 millones de dólares. La conclusión aquí es simple: la introducción de aranceles estadounidenses sobre el sector del aluminio ruso no tendrá prácticamente ningún efecto, enfatiza Savchuk en su artículo.

¿Cuál es la esencia de lo que está pasando y por qué estos gestos de la Casa Blanca?

El columnista señala que, como en el caso de Canadá hace tres años, la administración estadounidense está tratando frenéticamente, si no de salvar su economía, al menos de minimizar los problemas futuros. El bloqueo de las rutas de importación mientras se cuenta con una producción nacional debería estimular un enorme clúster de producción, que es un generador clave de puestos de empleo y contribuciones tributarias.

Una simple búsqueda sugiere que los principales consumidores de aluminio en Estados Unidos son industrias como la construcción de locomotoras, vagones y barcos, la industria automotriz, la industria espacial, la producción de utensilios electrónicos, la construcción y, por supuesto, la producción de líneas eléctricas en toda su amplia variedad, indica Savchuk.

Hace apenas un año, la Administración del presidente Joe Biden lanzó un programa de modernización de la infraestructura nacional, con 300.000 millones de dólares solo para reemplazar las viejas líneas eléctricas. Es decir, Washington montó un espectáculo de circo para sus aliados, retratando la unidad y la voluntad antirrusa supuestamente inquebrantable, pero en realidad el precio de tales sanciones no vale nada, concluye el analista