Mientras Trump hacía campaña, era prudente abstenerse de llegar a conclusiones definitivas sobre su carácter o intenciones. Gran parte de lo que dice un candidato presidencial antes del día de las elecciones es retórica,
marketing y blofeo, diseñados para atraer tantos votos como sea posible.
Como regla general, las palabras de un político, particularmente uno que se enfrenta a una elección, rara vez se traducen en una política real.
Las acciones y los resultados son lo que cuenta, no el discurso o el estilo. No seguir esta regla es lo que hizo que la "izquierda disidente" anti-Bush y anti-guerra de Estados Unidos cayera ante el engaño de Obama y, a la inversa, participara en campañas anti-Trump antes de que él asumiera el cargo.
La regla todavía se aplica ahora que Trump se ha convertido en presidente, aunque sus palabras tienen más peso porque ahora están a una firma de convertirse en órdenes ejecutivas. Alguien en su posición entiende que
la inconsistencia entre las palabras y las acciones corroe su autoridad.
Comentario: Si hay algo certero que se puede decir hasta el momento sobre Donald Trump es que no es nada sencillo dilucidar cuál es su plan o qué es lo pretende (si realmente fuera el caso de que tuviera un plan).
En cuanto a sus Órdenes Ejecutivas podríamos afirmar que parecen ir todas en una misma dirección: la protección y reactivación de la economía norteamericana. Lo que resulta un enigma hasta el momento difícil de desentrañar es lo que pretende hacer a través de sus declaraciones. Un día quiere hacer las paces con Rusia, al otro ataca a Irán (fuerte aliado ruso). En un momento señala a China como la peor lacra del Universo, y en el siguiente le manda una carta con palabras amables y cordiales. Poco antes de asumir su mandato arengó a las hordas derechistas Israelíes y los entusiasmó con sus declaraciones casi pro-Sion, y ahora parece desdecirse casi palabra por palabra...
Un laberinto bien difícil de recorrer está resultando el mundo Trump...
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