La experiencia demuestra que los movimientos de izquierda pueden llegar al gobierno pero, sin embargo, no llegan a conquistar el poder.
La democracia, es decir el ejercicio del poder por el pueblo y para el pueblo, requiere mucho más. Hoy, el problema se plantea en Grecia con Syriza y en un futuro se planteará en España con Podemos, si ese movimientos ganara las elecciones generales de finales de 2015. El problema también se planteó en Venezuela a partir de las elecciones generales que ganó Hugo Chávez en 1998, en Bolivia con la de Evo Morales en 2005, en Ecuador con la de Rabel Correa en diciembre de 2006, o incluso, algunas décadas antes con la elección de Salvador Allende en Chile, en 1970. |
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© Reuters
Un manifestante sostiene una pancarta que dice "dad una oportunidad a Grecia" en la concentración de apoyo al primer ministro grieto Alex Tsipras en la plaza Sintagma de Atenas
La cuestión se planteará para cualquier movimiento de izquierda que llegue al gobierno en una sociedad capitalista. Cuando una coalición electoral o un partido de izquierda llega al gobierno, no obtiene el poder real porque el poder económico (que depende de la posesión y el control de los grupos financieros e industriales, de los grandes medios de comunicación privados, del gran comercio, etc.) permanece en manos de la clase capitalista,
es decir del 1 % más rico, que incluso, con frecuencia, es menos que el 1 % de la población. Además, esa clase capitalista controla el Estado, el poder judicial, los ministerios de Economía y Finanzas, el banco central ... En Grecia y en España como en Ecuador, Bolivia, Venezuela o Chile, |
2| un gobierne determinado a ejercer cambios estructurales reales, deberá entrar en conflicto con el poder económico para debilitar y luego acabar con el control de la clase capitalista sobre los grandes medios de producción, de servicios, de comunicación y sobre el aparato del Estado.
Tratemos de hacer una comparación histórica. En 1789, gracias a la Revolución Francesa, la burguesía tomó el poder político en Francia, pero ella ya tenía el poder económico. Antes de conquistar el poder político, los capitalistas franceses eran los acreedores del rey de Francia y los propietarios de las principales fuentes del poder económico (la banca, el comercio, las manufacturas y una parte de las tierras). Después de la conquista del poder político, expulsaron del Estado a los representantes de las antiguas clases dominantes (nobleza y clero), las sometieron o se fusionaron con ellas.
El Estado se convirtió en una máquina bien aceitada al servicio de la acumulación de capital y de sus beneficios.
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