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© DesconocidoCon 18 años, en esclavitud. Pablo perdió comunicación con su mamá.
La mamá de uno de los nueve peones que seguirían trabajando sin cobrar en un campo de cebollas teme por la vida de su hijo, de 18 años. "Lo tienen amenazado, no manda mensajes y está cerca del mar", aseguró.

La madre de uno de los misioneros que aceptó cruzar la frontera hacia el Brasil para trabajar en el cultivo de cebollas en el Sur de ese país aseguró ayer que teme por la vida de su hijo, con el que perdió contacto hace dos días, sabiendo incluso que estaba amenazado de muerte y sin dinero para poder intentar una peligrosa fuga.

El desesperante relato de Marilín Bellarmino es casi coincidente con el de uno de los peones de la localidad de El Soberbio que sí pudo escabullirse del sembradío de cebollas y, al regresar a la tierra colorada, empezó a advertir sobre lo que en realidad les estaba pasando a quienes, junto a él, habían cruzado el río Uruguay en canoa hace aproximadamente un mes y medio.

"El martes le mandé un mensaje (al hijo, Pablo Ezequiel Rodríguez Da Silva, de 18 años) y ya no me contestó más, estoy muy preocupada porque él había escrito que nada de lo prometido era cierto, sólo le pagan 2 reales por mil plantines (unos 4 pesos) y tiene que pagar la luz y el agua".

La mamá, con residencia en uno de los barrios situados en el casco urbano de El Soberbio, aseguró que en los últimos mensajes que pudo intercambiar con su hijo estando prácticamente en cautiverio, éste le dijo que "el patrón no los larga y no les paga, ellos se tienen que pagar la comida cuando llueve y no se trabaja, es feo lo que está pasando", contó sorprendida y asustada por cómo se revirtió la situación que en principio prometía una buena paga, algo así como 140 pesos por cada día de trabajo. Pero sólo resultó ser eso, una promesa que para nada iguala a las escasas y mal pagas changas que conseguía hasta entonces en el municipio de El Soberbio.

Pero lo peor para Marilín es que, al igual que a la mayoría de los otros misioneros, su hijo fue amenazado y el lugar en donde estaría queda a algo más de 600 kilómetros de Misiones; de acuerdo a lo que Pablo Ezequiel alcanzó a escribirle, está cerca del mar.

Municipio Alfredo Wagner

De acuerdo a las precisiones que fueron aportando otras fuentes cercanas a los familiares de los que ahora permanecen esclavizados en el estado de Santa Catarina, los peones reclutados hace poco más de un mes en la localidad de El Soberbio estarían actualmente en el municipio de Alfredo Wagner, localidad de casi 10 mil habitantes y ubicada a unos 110 kilómetros de la capital del estado, Florianópolis, en dirección hacia el nordeste.

A ese municipio se llega por la ruta número 282, que nace en la localidad de San Miguel, a unos 50 kilómetros de la frontera con la Argentina, más precisamente entre las localidades de San Pedro y El Soberbio.

Por esa misma vía, y a poco más de 20 kilómetros siempre en dirección a la capital del estado, Florianópolis, se encuentra el municipio de Rancho Queimado, en donde en 2009 siete abuelos misioneros murieron al accidentarse el micro en el viajaban de regreso desde Camboriú, como integrantes de una comitiva especial del Instituto de Previsión Social de la provincia de Misiones.

En Wagner, una de las actividades de mayor remuneración es el sembrado y cosecha de cebollas.

"¿Ayuda...? Él con los pobres..."

Marilín Bellarmino no dudó cuando se le insinuó que está en condiciones de pedir ayuda al intendente de la localidad, Alberto Elio "Coleco" Krysvzuk, o denunciar la situación extrema a las autoridades policiales de la provincia. Marilín, incluso, aseguró que "una madre hace cualquier cosa por su hijo, si puedo hasta me voy a buscarlo yo".

"Señora, el Estado misionero ya sabe sobre esto y reclamará a las autoridades del Brasil....", se le informó, pero Marilín, insistió: "Al intendente no se le puede pedir nada... menos nosotros, que somos pobres, él no hace nada por su gente, sólo se interesa por los que tienen plata, por sus amigos. Pedirle ayuda a él es perder el tiempo", aseguró la mamá de quien desde hace poco más de un mes está preso en un campo de cebollas.

De acuerdo a las averiguaciones y relatos de quienes estuvieron cerca de los que llegaron a El Soberbio para llevar peones al campo de cebollas, se supo que quien se presentó como reclutador y habría organizado el pase en dos canoas de 12 personas (casi todas de entre 17 a 22 años) se identificó ante todos como Odilón.

Todos los reclutados en El Soberbio se enteraron de la supuesta buena oferta laboral, a través de una FM (Sucessos), la misma por la que al menos uno de los que pudo escapar de la esclavitud se animó a contar lo que pasa en la tierra del fútbol y las buenas playas.

"Le dije que iríamos con la Policía; pasamos tres días caminando"

Andrés Luis Escandiel, con domicilio en Colonia Alicia, es otro de los misioneros que estuvo como esclavo en las plantaciones de cebollas en el municipio de Alfredo Wagner, en el estado de Santa Catarina, en Brasil.

Andrés señaló a El Territorio que "escuchamos en la Sucessos (la FM del municipio), en el programa de Cardozo, el aviso de que pagaban 60 reales y todo gratis... y eso no ocurrió".

Escandiel, en un relato rápido y sin muchas precisiones de las fechas y los kilómetros, comentó que "nos descontaron el pasaje que sería aproximadamente 150 reales y a otro muchacho que no sé de dónde era, pero como no tenía documentos no consiguió pasaje en Palmeiras do Sul, entonces lo llevaron desde allí en auto".

Respecto al viaje de vuelta, el por entonces esclavo en Brasil se refirió a cómo fue el momento de emprender el regreso.

"Les dijimos que nos veníamos, preparamos el bolso y les pedimos que nos regresaran o iba a ir a la autoridad (Policía) porque no sabía dónde nos encontrábamos..., caminamos 70 kilómetros en tres días", expresó.

"Cuando salimos, tres veces vinieron atrás (los siguieron) para que nos quedemos y la última vez nos amenazaron de que no intentemos denunciarlos porque nos iban a matar", agregó.

Sobre la comida y cómo había sido el lugar y la forma de descansar, el misionero no dudó y reveló que "cuando oscurecía dormíamos en la capuera (arbustos) o en las paradas de colectivos".

"Comíamos mal, ¡tres cuartos de gallinas para 15 personas! Quiero que se sepa y que ese señor pague nuestro trabajo, porque no soy esclavo de nadie. Mientras trabajamos allá, se nos ofreció droga, esa blanca (cocaína, pasta base, crack), porque no conozco, pero nadie agarró", aseguró.

Andrés hasta se animó a ser parte de la punta que desbarate a esta organización en ambas fronteras: "Quiero darles una mano a los que están allá, estoy dispuesto a ayudar, si las autoridades me llevan, yo conozco, hay chicos allá, creo que el más viejo tiene 20 años...".