El sur de Europa
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El Mediterráneo, donde los fenicios trapicheaban con vino, aceite y oro y rociaban de luz y color todas sus orillas, desde oriente hasta la mágica Gades, ahora huele a petróleo, a desesperación y a carne quemada.

Los pistoleros del mercado han decidido que Chipre es una buena cobaya para sus experimentos. Morirán muchas personas bajo los dientes de la pobreza, como les ocurre a sus vecinos griegos, incluso a los turcos.

En la orilla occidental la península ibérica se mira al espejo y nadie se conoce. España y Portugal se dan la mano en la pobreza, los bolsillos de los humildes quedaron agujereados y apenas esperan nada del amanecer.

Europa se resquebraja por la bota financiera alemana, cuyos políticos ordenan a sus esbirros del sur ejecutar cualquier voz que ilumine las calles de la ciudadanía.

El sur también existe, lo dijo Mario Benedetti y nadie quiso ver aquella estrella. El sur es un horizonte que siempre se está haciendo, una palabra que quiere caminar libre y los que ponen alambradas la llenan de noches.

El sur es un canto que el orgullo rompe y siempre nace. El sur está dormido y no lo sabe. No sabe que los minutos son suyos y su dignidad existe. Sólo tiene que abrir los ojos y conocer al enemigo: ese que dice que no hay vida en el otro lado de la calle y asegura que la libertad murió de cobardía. Pero tú sabes que es mentira lo que dice aquella gente, sólo tienes que levantarte y mirar de frente a tus hermanos. Que juntos somos muchos y podemos matar a la mentira.