© Luis Mario ArceLa hembra joven de búho nival que inverna en Îlle de Ré, en Charente-Maritime
Es una de las aves más bellas, impresionantes y esquivas de Europa. El búho nival, de llamativo plumaje blanco -con más o menos marcas pardo oscuras, según su sexo y su edad-, anida de forma inconstante, esporádica en muchos lugares, y tiene hábitos nómadas, lo que hace extremadamente difícil localizarlo en sus territorios de cría en la tundra ártica. El invierno lo lleva más al sur, aunque casi siempre por encima de los 50º Norte, sin sobrepasar una línea imaginaria entre Islandia, el norte de Irlanda y de Escocia, el sur de Escandinavia, el Báltico oriental y el centro de la Rusia europea (su área de distribución sigue hacia el Este, a través de Siberia, y comprende también los territorios septentrionales de Norteamérica).
Sin embargo, algunos años, como éste, ya sea por condiciones atmosféricas extremas, por falta de alimento o por una elevada productividad de pollos, que aumenta la competencia por los recursos -como parece ser el caso esta temporada, al menos en Canadá-, algunos individuos se alejan más y alcanzan zonas templadas. Este invierno ha habido citas en Dinamarca, en Holanda, en Bélgica (un ave extraviada que llegó al puerto de Brujas desde Norteamérica a bordo de un carguero), en las islas Orcadas (Escocia)... y en Francia.
Una hembra joven, de unos siete meses de edad (los pollos suelen nacer en el mes de junio), lleva instalada desde el 12 de enero en las marismas de la isla de Ré, en el departamento de Charente-Maritime, frente a La Rochelle. Una oportunidad de oro para observar al fantasma del Ártico, de muy improbable llegada más al Sur (aunque vivió en España en los períodos fríos del Cuaternario, durante los avances glaciales del Würm, como demuestran los restos fósiles hallados en dos cuevas de Guipúzcoa y otra de Gerona). Al otro lado del Atlántico,
Estados Unidos registra la mayor invasión conocida, al menos la más importante del último medio siglo.
El búho nival de la isla de Ré (a unas nueve horas de Oviedo por carretera) se ha afincado en una zona de marismas parcialmente transformada para el cultivo de ostras y utilizada como cazadero de patos. Es uno de los tipos de hábitat que seleccionan las aves que salen de la tundra, junto con dunas costeras, campos de cultivo, aeropuertos y campos de golf, entre otros. Siempre terrenos abiertos (el búho nival rehúye los bosques) y con elevaciones utilizables como oteadero, bien naturales (montículos y rocas) o artificiales (vallas, postes o, como en la isla de Ré, diques de tierra y de piedras). Este hábito implica que no se oculta, sino que se encuentra siempre en posiciones expuestas. Además, es diurno, aunque prefiere cazar en las horas de penumbra del amanecer y del crepúsculo.
La hembra de Ré permanece la mayor parte del día posada, sin apenas moverse, y solo a primera y a última hora se la ve volar en busca de presas, aunque también caza simplemente dando pequeños saltos, en los que ocasionalmente aletea y se eleva un par de metros sobre el suelo. Así atrapó el pasado 24 de enero una rata de agua. También ha capturado algunas aves, según delata el contenido apreciable en una egagrópila (un ovillo de restos no digeridos: huesos, pelos y plumas, que los búhos y las aves rapaces en general expulsan por la boca). Son presas comunes en su dieta, que en Norteamérica se basa en gran medida en los lemmings (un grupo de roedores exclusivos de los ambientes de tundra), pero en Europa incluye también topillos y ratones, así como conejos, liebres, aves variadas hasta el tamaño de un lagópodo (un pariente del urogallo), ranas e incluso peces.
La edad juvenil del ave de Ré también encaja con la conducta dispersiva de la especie, pues esta es la edad mayoritaria de los búhos que se aventuran a alejarse de la tundra, entre los cuales rara vez aparecen machos adultos (los de plumaje menos marcado, casi níveo, como "Hedwig", el "cartero" de Harry Potter). Las estancias de estos vagabundos llegan a comprender varios meses; la mayoría se detecta entre noviembre y diciembre, y las citas más tardías tienen lugar en marzo. Claro que pueden moverse mucho antes o desplazarse temporalmente a otros lugares más o menos lejanos dentro de sus puntos de invernada; así, el 23 de enero fue imposible localizar al búho nival de la Îlle de Re, pese a que una veintena de ornitólogos batió la marisma durante toda la jornada, y a mediados de mes se sucedieron cinco días sin citas.
El seguimiento de estas aves que captan tanta atención resulta de gran interés para profundizar en las invasiones, que guardan incógnitas como el origen concreto de los ejemplares (se sospecha cierta transferencia entre Eurasia y Norteamérica), su destino una vez abandonan las áreas de invernada y sus rutas, supuestamente terrestres, aunque es indudable que también viajan por mar, como demuestra la llegada de ejemplares a las Azores y, este mismo invierno, a Bermudas.
Comentario: ¿Otra señal de los tiempos?