EEUU se la tiene jurada a todos sus socios. Washington ha impuesto más aranceles al acero y al aluminio japonés, al de los países europeos, al de Canadá... Los titulares con los que la prensa se hace eco del nuevo proteccionismo estadounidense son los propios de una guerra comercial, pero son los de un nuevo mundo, escribe Dmitri Lekuj para Sputnik.
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© REUTERS / John MacDougall
Por motivos no será. El país norteamericano está finiquitando de un plumazo todos los acuerdos de los que hasta ahora formaba parte. Y no solo se trata de metales como el acero o el aluminio, porque en enero los estadounidenses subieron, también, los aranceles a las importaciones de baterías solares y de lavadoras.

Ahora, el inquilino de la Casa Blanca parece estar dispuesto a acabar también con el TLCAN, el acuerdo a tres bandas que mantiene con Canadá y con México, y es partícipe de, en cualquier caso, tener uno a la medida para cada vecino. Hacer saltar por los aires el TLCAN es hacer saltar por los aires los cimientos de toda la economía norteamericana, explica Lekuj.

Si la nueva política económica estadounidense se quedase en eso, todavía podría considerarse una simple guerra económica, pero la cuestión es mucho más compleja, argumenta Lekuj.
"La salida de Estados Unidos del Joint Comprenhensive Plan of Action, el acuerdo nuclear iraní, en primer lugar es un ataque contra la economía de la Unión Europea y, en segundo lugar, acelera el alza del precio del petróleo, que ya de por sí no estaba en su mejor momento. De paso, a Estados Unidos, un país exportador de petróleo, este escenario incluso le interesa", añade Lekuj.
Sin embargo, se entienden, hasta cierto punto, los continuos intentos norteamericanos por poner patas arriba la economía mundial. Motivos para hacerlo "no les falta", señala Lekuj.
"Si las actuales tendencias en la economía continúan igual durante un periodo medio de tiempo, la economía estadounidense simplemente morirá", augura.
El déficit en el balance económico de Estados Unidos aumentó el 12,1%, una cifra que se traduce en 566.000 millones de dólares, de los cuales 375.200 se debieron al comercio con China, 151.400 al de la Unión Europea, 71.100 al de México y 68.600 al que mantiene con Japón. El déficit implica que el país importa más de lo que exporta y ese escenario, no solo según la Administración Trump sino según las leyes de la economía, perjudica el crecimiento económico, socava la creación de nuevos puestos de trabajo y la captación de impuestos. Un escenario en el que el déficit es superior al 12% "no es una buena tendencia", advierte Lekuj.


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Lo que está haciendo Trump no es flor de una noche. Deshacerse del déficit comercial ocupó gran parte de su campaña electoral. También reducir los impuestos y eliminar las restricciones que limitaban la extracción de recursos minerales. Dos de las promesas electorales Trump ya las ha cumplido y ahora va a por el déficit comercial.

"Es decir, la 'época de las guerras comerciales y de la expoliación' que ha iniciado el actual inquilino de la Casa Blanca no es ningún 'episodio' ni una fluctuación casual de la 'economía de mercado'. Todos estos pasos [son consecuencia] del sistema, y están impulsados a largo plazo por el equipo de Trump, de orientación nacional", advierte el columnista a Sputnik.

Añade que hay que asumir que las medidas proteccionistas de Trump están aquí para quedarse y que, por tanto, sobrevivirán al mandato del actual presidente estadounidense. "Si no van a estar para siempre, al menos van a estar durante mucho tiempo", asume, de ahí que "no se trate de una nueva guerra económica", sino de "el nuevo mundo en el que nos ha tocado vivir".

"Todas esas reflexiones sobre 'la ley del mercado mundial' y todos los intentos de 'integrar la economía nacional en el mercado internacional' y demás sandeces carecen de sentido en este nuevo mundo", sentencia.